26 mar 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. XXXIX

Capítulo XXXIX, Definiciones

Pasaron semanas y meses, cumplí los 17 años y seguía tomando las hormonas, dos pastillitas a la semana, mamá nunca notó que yo le tomaba de sus pastillas. No me crecía el busto pero los pensamientos que me provocaban eran deliciosos y me instaban a seguirlas tomando, pensaba que quizá esos pensamientos y fantasías eran resultado de que las hormonas me estaban feminizando poco a poco, si no físicamente si al menos de manera emocional, pensarlo de esa manera me gustaba, me encantaba tener pensamientos que imaginaba que podría tener cualquier mujer y me regocijaba que pudiera ser asi.

Mis rasgos seguían igual y no caminaba ni hablaba amaneradamente, el efecto era mas bien que mis fantasías eran casi siempre en sentido femenil, es decir, yo en aspecto y actitudes femeninas. Hacía tiempo que no me autoestimulaba pensando en hacer sexo o acariciar a una mujer, era mas bien una especie de neutralidad con leve inclinación a una sexualidad semi pasiva que disfrutaba en una fantasía repetitiva; me imaginaba ser mi hermana y recibir las caricias de Alfonso y en esos momentos tocarle yo el pene. Era todo lo que alcanzaba a fantasear antes de tener eyaculaciones que disfrutaba mucho. No sabía si estos pensamientos eran producto de las hormonas que tomaba o alguna inclinación de preferencias que yo tuviera pero me complacía mucho que fuera asi.

Ya estaba yo en segundo de prepa y mi mamá me decía que tenía que buscar trabajo, que no le gustaba verme “de vago” todas las tardes en la casa. Yo llegaba, hacía mi quehacer, comía la comida que mamá había preparado desde la noche anterior y después casi siempre me cambiaba a ropa de mujer, según si tenía que salir a comprar algo solo me ponía pantalones y blusas unisex, y no me ponía brasier, pero si me iba a quedar en la casa me ponía falda mas que vestidos y usaba brasier con el relleno de estambre. Fantaseaba con ser una ama de casa joven que se arreglaba muy bien para verse bonita cuando llegara el marido.

Había veces que me sentía muy excitado entonces me ponía falda y bajaba al estacionamiento del edificio, pero me arreglaba con cuidado, como tenía el cabello mas o menos largo me peinaba con la pistola de aire caliente o a veces, antes de bajar me ponía unos tubos pequeños en la cabeza para después quitármelos y peinarme de tal manera que el cabello se me viera como de mujer para que en caso de encontrarme a algún vecino o vecina pensara que era yo una visita dentro del edificio, entonces salía al estacionamiento, caminaba hasta el segundo edificio desde la entrada a la unidad y me regresaba. Otras veces en pantalón y playera salía a la calle, iba hasta la esquina pasando por la entrada de todas las unidades habitacionales que había en la cuadra y me regresaba.

Yo quería tomarme algunas fotos pues sentía que cada vez me podía arreglar mejor y estaba segura que parecía una mujer real. La voz la fui modulando y aprendí a hablar quedito para que no se reconociera como la vos de hombre aparentando ser mujer, si no la de una mujer real, esto como una manera de enfrentar un dialogo el día que me atreviera a hablar con alguien.

Salía de la prepa en donde tenía pocos amigos y amigas pues casi siempre al salir me regresaba inmediatamente a la casa. Yo sentía cada vez mejor control de mi imagen femenina. Me empecé a vestir de manera natural, sin usar faldas pequeñas si no de tamaño normal

Cuando llegaba a animarme a salir hasta la calle me daba miedo, pero era un miedo muy especial que me provocaba una sensación de exaltación que disfrutaba mucho. Me sentía confiado pues estaba convencido de que realmente parecía mujer y que no pasaría nada siempre y cuando no saliera vestido demasiado estrafalario u obvio, con minifaldas o cosas que llamaran mucho la atención.

Las mas de las veces que llegué a salir a la calle fue con pantalones, eso si, los usaba muy entallados pero con blusones o suéteres largos para disimular el efecto un poco.

Un día que me sentía especialmente femenina me puse una falda de mezclilla, recta que me llegaba a media pantorrilla. Me puse una blusa blanca con un bordado de una rosa roja en la parte izquierda del pecho y que resaltaba por quedar exactamente a la altura del busto, la blusa era de botones al frente los que abroché hasta la parte superior. Llegué a la puerta donde estaba el policía a quien no volteé a ver pero que de reojo vi que me saludó respetuosamente tocándose la gorra con el dedo índice de la mano derecha. Al pasar giré la cabeza levemente y vi que me estaba mirando las piernas subiendo discretamente la mirada hacia mi busto. Me acordé de lo que decía Alfonso de que los hombres siempre les ven a las mujeres el busto y las piernas, pero en este caso, el policía me estaba volteando a ver las pompas, pero cuando vio que lo miré inmediatamente desvió la mirada.

Salí solo unos metros fuera de la unidad, me había propuesto ir hasta la tienda que estaba al final de la cuadra cruzando la calle. Tenía miedo de ir hasta allá pues tendría que pasar por enfrente de las otras tres unidades y caminar toda la cuadra. Ya lo había hecho antes, pero siempre usando pantalones. Finalmente me ganó el sentimiento de prevención por no saber qué podría pasar asi que mejor me regresé como si se me hubiera olvidado algo. Volví a ver al policía que se me quedaba viendo con esa mirada de libidinoso encubierta por una mirada de respeto. Pensé en lo incomodo que es para las mujeres que las miren asi, pero en mi caso, el pensar que pudiera despertar en un hombre miradas de deseo era algo que me excitaba muchísimo, me felicité una vez mas de estar tomando esas fabulosas hormonas que me permitían deleitarme con ese tipo de pensamientos.

Esa noche pensé en esa mirada de hombre sobre mi cuerpo y me agradó. Nuevamente pensé en el efecto de las hormonas pues hacían que se me quitara la pena conmigo mismo al tener ese tipo de pensamientos. Por primera vez me figuraba a un hombre teniendo pensamientos lascivos sobre mi imagen… ¡y me empezaba a gustar!

Ese vigilante fue durante unas semanas la fuente de inspiración de fantasías y libidinosidad pues llegaba yo a la casa en mi imagen de niño y deliberadamente me preparaba y vestía de manera especial y caminaba hasta la entrada de la unidad, como paseando, salía, daba unos pasos hacia la esquina de la cuadra, la que quedaba mas cerca de nuestra unidad y me regresaba. Yo sabía que mi imagen de niña le gustaba a ese policía y entonces comencé a experimentar el poder que las mujeres tienen en los hombres a través de la vestimenta y la coquetería. Yo no coqueteaba con el guardia, me limitaba a pasar frente a el sabiendo que el me miraba pensando que eso lo calentaba, lo que me calentaba a mi también.

Me vestía casi cada día con faldas no muy cortas, pero si muy expresivas de feminidad, generalmente con diseños de corte tipo “A”, sabía que al pasar frente a el estaría mirándome, yo no quería que pareciera que solo me le estaba exhibiendo, entonces salía de la primera unidad de la cuadra que era donde vivíamos y me metía en la segunda y me iba hasta el fondo, de esa manera no estaba en la calle nada mas que unos cuantos segundos y de inmediato entraba al resguardo de la segunda unidad en donde había otro policía que de igual manera me saludaba y de igual manera se me quedaba viendo, entonces caminaba hasta el fondo de la segunda unidad pasando frente a los chicos que jugaban en el estacionamiento asi como de los muchachos y las muchachas que platicaban fuera de los edificios. Sentía la mirada de ellos pensando que les `podía resultar atractiva y la de ellas en una especie de celos o intolerancia a una chica (yo) que atraía la mirada de los chicos que estaban con ellas.

Me sentía seguro, pues aunque las faldas las usaba un tanto cortas no había peligro pues estaba dentro de la unidad.

Regresaba al portón de esa segunda unidad y veía como según me acercaba a la entrada a varios metros antes el policía se me quedaba mirando con mirada de hombre, que yo mas tarde en mis fantasías recordaba con claridad, era una mirada de deseo contenido disimulada por una actitud de saludo con cortesía. Igual pasaba con el policía que cuidaba la entrada de nuestra unidad. Recordar esas miradas que expresaban un mal disimulado deseo carnal, deseo de mi como mujer, me provocaba erecciones deliciosas una vez que regresaba a casa.

Las hormonas estaban haciendo su tarea y me gustaba, me hacía sentir libre de mis pensamientos y poder fantasear sin sentimientos encontrados ni tener mas pena conmigo mismo por tener ese tipo de fantasías mismas que pronto se transformarían en deseos..

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