30 abr 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. LIII

Capítulo LIII, La Universidad

Pienso que mis rasgos se hicieron un poco mas finos y aunque trataba de disimularlos, en la escuela evidenciaban que yo tenía una manera diferente de ser, puedo decir que definitivamente era desigual al resto de los chicos pero procuraba guardar un balance en que no se notara descaradamente mi gusto femenino asi que dejé crecer un poquito mis cejas aunque las mantuve delineadas, no demasiado obvias pero si que se me vieran cuidadas, y la versión oficial de que las traía muy delgadas era que en alguna ocasión un calentador de gas en la casa me había dado un flamazo y que de ahí en adelante ya no me habían vuelto a salir completas, había quienes lo dudaban pero me permitía mantener una posición aceptable ante mis compañeros y evitaba con ello comentarios molestos.

No usaba ropa de mujer para ir a la escuela, ni siquiera lo que yo llamaba pantalones unisex que eran los de mezclilla de Claudia, pero se puede decir que en mi mente, iba en sentido femenino. Mis pensamientos, mis anhelos eran dentro de un marco de sensibilidad parecida a la que cualquiera de mis compañeras pudiera experimentar pero no lo decía ni compartía con nadie.

Iba a la escuela con ropa normal. Los muchachos no se acercaban mucho a mi pero tampoco me molestaban. Con las mujeres tenía poco contacto pues ellas se juntaban en grupos y ni modo de acercármeles y las que no estaban en grupitos era porque tenían novio sin embargo llegué a hacer algunos amigos y amigas, pero al principio eran solo de manera superficial.

Las muchachas me veían un poco extraño, los chicos no me decían nada ni se metían conmigo y me aceptaban bien pues como hombre nunca he sido afeminado, llegué inclusive a tener novia, no tanto por el que dirán, si no por el hecho de que realmente me gustaban las mujeres, me gustaban de una manera especial, me encantaba poder acariciarlas y saber lo que ellas sentían. Mi sexualidad tenía un doble anhelo, el tener una relación sexual con una mujer y poder imaginar lo que ella sintiera y después trasladar ese sentimiento a mis propias experiencias. Se puede decir que era una especie de bisexualidad mental pues nunca había ejercido mi sexualidad plena como hombre, ni como hombre con pensamientos femeninos, es decir, a esa edad, que estaba a punto de cumplir los 19 años aún era virgen tanto como hombre como en papel de mujer pues desde el episodio en que Jaime no pudo concretar la penetración aquella noche en que nos quedamos solos en la tienda hacía ya casi un año no se había presentado la ocasión y yo no quería buscar algo con nadie de la escuela que era el único círculo en el que me desenvolvía pues no quería pasar los siguientes cinco años entre chismes.

En la tienda mis acercamientos con Jaime se siguieron dando y eran completas calenturas pero no pudimos repetir o concluir lo que había quedado pendiente aquel sábado.

Yo le tocaba el pene con frecuencia y de vez en vez el alcanzaba a eyacular, pero eso me dejaba a mi temblando de la excitación, entonces al salir de la tienda llegaba a casa y me cambiaba y a veces salía a caminar por las unidades y regresaba y me bañaba y me hacía yo solo, por delante y con el mango del cepillo de bañarse, por detrás. No era total la satisfacción pero se mitigaban mis ganas y me permitían resistir hasta que unos días después se me presentaba de nuevo la oportunidad de hacerle con la mano a Jaime y se repetía el ciclo.

En la escuela, ya para el segundo semestre los horarios se traslapaban con los de mi trabajo en la tienda asi que tuve que dejarlo. Traté de conservarlo yendo al menos los sábados para no dejar de ver a Jaime pero don Melquíades necesitaba una persona que fuera todos los días al menos un par de horas para que le diera tiempo de ir a comer a su casa, asi que no pude continuar.

Hablé con Jaime y le propuse que nos viéramos uno que otro domingo pero el dijo que los domingos estaba con su novia pero que quizá un día entre semana a lo mejor podíamos pero no fue asi.

Ya sin mi sueldo de la tienda mi mamá me daba dinero para ir a la escuela, pero era poco pues también eran pocos los ingresos que habían en la casa, Claudia, aunque había pasado ya la mitad de la carrera no tenía oportunidad de trabajar pues como estaba estudiando medicina los horarios eran incompatibles con algún trabajo así que también a ella le daba dinero mi mamá y entonces lo que me daba a mi apenas me ajustaba para mis camiones. A mi tampoco me resultaba fácil el poder trabajar para tener mas ingresos pues había días que tenía clases en las mañanas y en las tardes asi que los horarios no facilitaban en un principio el que pudiera hacerlo.

De esta manera pasó el primer año de la carrera, se redujeron mis oportunidades de vestirme y arreglarme pues entre semana ya llegaba tarde a la casa casi todos los días y a veces ya estaba mi mamá, asi que mi feminismo se reducía a que los días que no iba a la escuela en la tarde a veces me arreglaba y pasaba asi la tarde, en ocasiones, cuando mi excitación era mucha salía a la calle, me gustaba pasar frente a los policías que cuidaban la entrada a las unidades de la cuadra. Salía de mi unidad, caminaba unos metros y entraba a la siguiente y asi hasta que visitaba las cuatro unidades de la cuadra. Lo disfrutaba mucho pues ya no usaba rellenos para el busto y aunque este se me veía pequeño, parecía verdaderamente el busto de una chica lo cual me complacía mucho.

La tienda estaba al otro lado de la calle saliendo de la cuarta unidad, me moría de ganas de que Jaime me viera arreglada. El no sabía que me vestía completa. Solo me había visto usando las camisetas y los pantalones unisex, pero nunca me había visto como niña ni sabía que yo me arreglaba asi de manera total. No quería ir porque me fuera a ver don Melquíades, tenía miedo de que me reconociera, pero ansiaba presentarme asi delante de Jaime y que me viera. Quería ver su cara de asombro cuando se diera cuenta que era yo. El cabello lo traía mas largo pues en la universidad lo podía usar asi ya sin restricciones, lo suficiente como para poder peinarlo adecuadamente cuando me llegaba arreglar con un peinado de mujer, esto por lo general era martes o jueves que no tenía clases en las tardes, pero no siempre que me arreglaba salía de casa.

Habían periodos relativamente largos en que deliberadamente no me daba autosatisfacción, encontré que entre mas espaciadas fueran mis eyaculaciones mas excitado me mantenía y de esa manera llegaban a mi mente miles de fantasías, asi que pasaba días sin tener orgasmos lo que hacía que los pensamientos eróticos se acrecentaran, eso me mantenía muy avivado y me provocaba a veces sueños que me complacían mucho.

Una tarde soleada, hacía calor y pensé que podría usar una falda corta, no demasiado pues no quería atraer la atención mas allá de lo razonable. Quería que me vieran los policías y los chicos que estaban a esa hora en los estacionamientos de las cuatro diferentes unidades.

Pasé por frente a la entrada de nuestra unidad, el policía estaba nada mas para dar acceso o negarlo a los carros que no eran de la unidad, pasé frente a el por la puerta peatonal, pero me esperé deliberadamente un poco al cruzar el acceso para autos, sin voltear a verlo, pero sabiendo que el me estaba mirando. Salí a la calle, sentía la mirada de los hombres que desde sus autos al disminuir un poco la velocidad volteaban a verme. No era mucha la distancia que había entre unidad y unidad asi que no caminaba mucho en la calle. Entré asi a las cuatro unidades, al ir hacia la salida de la última pensé en ir a la tienda, temía que don Melquíades me reconociera pero estaba muy excitado y quería que Jaime me viera por primera vez totalmente de niña.

Salí a la calle y crucé en la esquina, no llevaba dinero asi que pensé que no podía entrar asi nada mas, entonces me paré en la banqueta, cerca de la puerta de la tienda y actué como si estuviera esperando un taxi.

Jaime me vio pero no me reconoció. Los taxis disminuían su marcha y con señas me preguntaban si iba a abordarlos, no fue mucho tiempo, solo unos minutos pero fue fantástico.

Estaba muy nervioso, ya había arriesgado demasiado y decidí volver, para ello tenía que caminar en contrasentido toda la cuadra y cruzar las tres entradas de las unidades antes de la mía. Tenía la boca seca, pero caminé sin ningún contratiempo, al llegar a la puerta de mi unidad usé el acceso vehicular en lugar del peatonal para pasar mas cerca del vigilante que para darme paso tuvo que levantar parcialmente la pluma que regulaba el acceso de los autos, el se llevó la mano a la gorra en actitud de saludo y yo con voz muy baja lo salude diciéndole “buenas tardes”.

Llegando a la casa estaba extraordinariamente exaltado en mi erotismo, había pasado frente a los vigilantes y los chicos en las diferentes unidades, pero lo mejor de todo es que estuve parado a solo unos metros de Jaime y no me reconoció, eso me hizo ganar mucha seguridad.


29 abr 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. LII

Capítulo XLII Todos los Días

Pensé en que Claudia tenía razón, no quería que se me colgaran los senos, tanto por cuestiones estéticas como por el hecho de que no quería que se me notara mas pues ya de por si del tamaño que lo tenía me costaba trabajo disimularlo.

Pensaba en todo esto, no podía usar el brasier al salir de casa, pero entonces decidí usarlo el mas tiempo posible, incluso sábados y domingos que regresábamos a casa del mercado o de ir a comer al centro, entonces me lo ponía, siempre con camisas flojas para que mamá no se diera cuenta, ni la madrina de Claudia que seguía yendo a comer los sábados. Mi mamá sabía que me ponía ese tipo de camisas para disimular mi busto el cual ella ya sabía que tenía por las pastillas que había tomado, lo que pasa es que no sabía que estaba usando el brasier en la casa la mayor parte del tiempo que me era posible, pero sin ir asi a la escuela. Me gustaba usarlo tanto por como me sentía como por lo que decía mi hermana de que usara algo que compensara el peso del busto, lo usaba con camisetas holgadas y camisas grandes para que no se notara y no descararme. Claudia apenas se daba cuenta porque lo sabía pero trataba de no salir de mi recamara asi para no hacerlo notorio con mi mamá.

Ya en la noche en mi cuarto me quitaba la camisa y me ponía el saco de la pijama encima y tampoco se me notaba que traía brasier, al irme a la cama me lo dejaba y asi dormía, al principio fue un poco incomodo pero me permitía tener miles de fantasías. Después, al paso del tiempo me fui acostumbrando a dormir asi.

Me cuidaba de no evidenciarme ante mi mamá ni descararme ante Claudia aunque ella sabía que lo usaba, pero no quería descararme, por eso, a veces cuando mi hermana entraba a mi cuarto si yo estaba leyendo sentado en la cama me cubría para que no se notara. Una de esas veces entró a mi cuarto para preguntarme de un pago que le había hecho en el banco, yo ya estaba para dormirme, sin el saco de la pijama, solo con la camiseta puesta a manera de camisón pero estaba adentro de la cama, sentado leyendo, al entrar ella, subí la sabana para cubrirme el pecho, ella dijo.

- No seas ridículo, ¿Qué te tapas?

- No, nada, pero me da pena que me veas.

- ¿Pena? Pena te debió haber dado hace tiempo cuando empezaste con estas cosas, ahorita ¿ya de que te da pena?

- De que estoy usando el sostén (no le quise llamar “Brasiere”).

- ¿Por qué?

- Porque antes le ponía rellenos y ahorita ya no

- ¿Y..?

- Pues me da pena

- Ya te dije que no seas ridículo, a ver, déjame verte.

No le respondí, simplemente bajé la sábana que me cubría el pecho, estaba semi acostado y no se me veía claramente que traía el brasier, asi que tuvo que fijar la vista en mi pecho que yo mismo había dejado al descubierto

- A ver, dijo haciéndome la seña que me enderezara lo cual hice. Al notar el brasier que se veía claramente debajo de la delgada tela de la camiseta no se aguantó y se rió.

- Ya ves porque no quería que me vieras.

- Está bien, lo que pasa es que te ves raro. Hizo una mueca de reflexión, regreso a su posición fría de seriedad y agregó: no me gusta y que bueno que no te andas paseando por la casa asi, pero como te dije, es necesario porque si no las chichis se te van a ir hasta el suelo.

- Por eso lo sigo usando.

- ¿Te han seguido creciendo?

- No. No mentía, el busto se me había quedado asi, virtualmente de un tamaño que apenas llegaba a una medida de copa 36-B, sin llenarla a plenitud pero que a mi me satisfacía enormemente y que además, si usaba playeritas ajustadas se veía bien, mi hermana me preguntó:

- ¿Qué, sigues tomando las pastillas?

Me daba mucha pena decirle a mi hermana que seguía tomando las pastillas, sobre todo porque alguna vez había insinuado que si las tomaba a fuerza me deberían estar generando pensamientos femeninos. Dude un momento antes de contestarle pero decidí decirle la verdad.

- Si, pero no tanto como antes, es solo para mantener el tamaño del busto, yo se que no me entiendes, pero eso es algo importante para mi.

- Tienes razón, no te entiendo, no comprendo como esto pueda ser tan importante y te pueda gustar pero es muy tu onda y no me voy a meter en tus gustos.

- No es que me guste, es para que el busto no se me vaya a desinflar

- ¿Nada mas para eso?, esto lo preguntó como con un sentido especial de burla

- ¿Y para que mas? Le respondí.

Le comenté acerca de la dosis que estaba tomando, que era muy reducida y que era solo para hacer que no se redujera el tamaño del busto que ya había alcanzado.

- Pues si las sigues tomando por fuerza has de seguir teniendo las ideas locas que antes tenías

- ¿Qué ideas?

- Pues las loqueras que pensabas

- ¿Cuáles?

- No te hagas, de que alguien te pudiera acariciar el busto, me imagino que por eso no quieres que se te aguade

- ¡Claudia! Dije, no digas eso, sigo tomando las pastillas porque si se me ponen flojas entonces si se van a ver muy mal.

Mi hermana no me creía, se veía en su cara, pero estaba siendo un poco abierta o se pasaba de curiosidad, pensé que podía aprovechar para abrirme un poquito. No me quería descarar pero ella ya sabía mucho de lo que pensaba, sin embargo no estaba seguro de cómo pudiera tomar lo que yo dijera asi que me mantuve medido en mis comentarios.

- No seas mentiroso, ¿a poco no tienes todavía ese tipo de pensamientos?

- Si, eso fue lo que hizo que empezara a tomar las pastillas pero nunca lo he hecho, desde entonces, eran puras fantasías.

- ¿Deveras no te ha tocado nadie?

- No, deveras, pero si asi hubiera sido ¿tu crees que te lo diría?

- Quien sabe

- A ver. Dime ¿tu si ya has tenido relaciones.?

- No, pero aunque asi hubiera sido no te lo contaría.

- ¿Ya ves? Es lo mismo.

- ¿O sea que ya te han tocado? ¿Quién?

- No, deveras que nadie

- Júralo

- Deveras que nadie, me imagino y tengo pensamientos, pero nadie me ha tocado

- ¿Pero tienes ganas?

- No sé, pero por lo menos fantasías, si.

- Pues aguántate las ganas, no estaría bien, déjalo en fantasías, ¿o no te puedes aguantar?

Era una pregunta abierta, contestarla francamente me dejaba oportunidad de que mi hermana conociera un `poquito de mis fantasías.

- Si, pero ya te dije, tengo mis pensamientos aunque no pienso en nadie en especial

- Da lo mismo, tendría que ser un hombre, bueno, mejor no hablemos de eso, no puedo imaginarlo.

Creo que las cosas eran muy fuertes como para que ella las digiriera y aceptara el tipo de pensamientos que yo tenía. No le podía decir que me gustaba pensar de esa manera, era demasiado para ella asi que mejor dejé el tema aparte como ella sugería, sin embargo ella volvió al tema anterior:

- ¿Traes ya el brasier todo el tiempo?

- No, solo aquí en la casa

- Claro menso, a eso me refiero, ni modo que te lo pusieras y salieras asi a la calle.

- Podría porque con las camisas grandes no se me nota, pero no, solo lo uso cuando estoy en la casa.

- No se te ocurra salir asi.

- Te digo que no pasaría nada, con las camisetas pegadas y las camisas flojas no se me nota, pero no creo que quisiera salir.

- ¿Crees o estas seguro?

- Bueno, por el momento no me llama la atención salir asi.

- Eso espero, de todos modos, no vayas a salir asi pues aunque no se te nota, yo me daría cuenta y me causaría mucho disgusto..

- Por eso solo lo uso aquí en la casa, cuando salgo me los aplano con las camisetas que me quedan apretadas y no se nota además no me pongo el brasier

- Asi esta bien

- Pero precisamente eso es lo que me preocupa

- ¿Qué?

- Que de tanto estarme apretando con la camiseta, luego dejarme libre, después ponerme el sostén, después quitármelo pienso que es como magullar una fruta y que se me van a aguadar.

Me sentía un poco incomodo hablando de esto pero a mi hermana no pareció afectarle, tal vez veía el tema natural por ser mujer y haber experimentado en su tiempo pensamientos y dudas similares, tal vez para ella pensar en este tema era normal.

- Tal vez tengas razón, me dijo, quizá tantos cambios de presión puedan llegar a tener consecuencia pero ni modo que andes todo el día con el sostén. Lo mas que puedes hacer es usarlo todo el tiempo cuando estés aquí en la casa.

- Pues si así le estoy haciendo.

- Esta bien pues no se te nota, lo prefiero a que después los senos se te vean como señora de sesenta años

- Por eso me lo pongo, pero siempre con la camisa puesta, solo cuando ya no voy a salir de la recámara me la quito pero asi si se me ve.

- Bueno, esta bien que te cuides que no te veamos, aunque ya te dije que prefiero que tengas lo que tengas pero que lo tengas firme a que después las tengas tan aguadas que ni con hamaca las puedas levantar.

- Ja já!, ¡que graciosa!

- No, deveras, no es lo mejor, pero ya que te metiste en este lío pues es una solución.

- Si, lo sé, pero no quiero que mamá se dé cuenta.

- Esta bien que pienses asi, ella se decepcionó mucho con esta locura que hiciste.

- Lo sé y me dolió una barbaridad, por eso no quiero que se de cuenta.

- Eso esta bien, no te queda otra que usarlo lo mas posible para que no se te aguaden

- Si, asi lo estoy procurando, y le pregunté: ¿mamá no se ha dado cuenta?

- No se, yo creo que no porque no me ha comentado nada, pero aunque se diera cuenta no te va a decir nada, no quiere tocar ese tema, agregó, ¿Te compraste brasieres?

- No, son todavía de los últimos que me diste. Me da pena ir a una corsetería a comprar.

- No tienes que ir a ninguna corsetería, los puedes comprar sin problemas en tiendas de auto servicio como Walmart o la Comer o cualquiera de esas y nadie se va a dar cuenta, nadie te va a preguntar nada, solo imagina que los estas comprando para dárselos a tu novia, bueno, dijo en un tono entre broma y burla, en el caso de que tuvieras, y nadie va a saber.

- Pues voy a ver, porque los que me diste ya vieron sus mejores días. ¿No tienes mas?

- Si, pero ya no te voy a dar ropa, si quieres, cómpratela tu mismo, ya ves que pasó por andarte dejando usar mis cosas’

- ¿Qué?, pregunté inocentemente.

- No seas cínico, mírate, pareces nenita.

Me dolió que me dijera asi, pero en el fondo me gustó, me quitaba presión de encima. Yo no me había declarado abiertamente con mi hermana en ese sentido pero ella me daba a entender que lo comprendía, o si no lo entendía, a menos que lo sabía.

Pensé que era mas bien una ganancia el que ella me aceptara, o al menos no se molestara viendo mi busto con una figura femenina. Volvió al tema inicial dando un paso hacia mi y estirando los brazos como para levantarme la playera:

- A ver, déjame tocarte a ver como las tienes.

- No, le dije haciéndome a la vez un paso para atrás, me da pena.

- Ya te dije que yo fui la primera que te vio, asi que nada de pena, déjame tocarte a ver si están firmes, además no te voy a ver las chichis, traes el brasier puesto ¿no?

No era una plática entre dos hermanas pues eso nunca iba a ser posible me sentía muy apenado, estábamos hablando de mi busto y me daba mucha pena pero a la vez me daba gusto que estábamos tocando el tema ya sin mayores problemas, sin embargo no estaba dispuesto a que me viera, y mucho menos a que me tocara, se me hacía que eso era algo demasiado íntimo, solamente de mi incumbencia, ella notó mi postura en ese aspecto y dijo para que me calmara:

- Mira, solo quiero tocarte para ver si están firmes o no, puedo comparar como yo las tengo.y te digo.

- A ver, mejor te toco yo a ti y comparo.

- No sea bruto, no es o mismo, yo te voy a tocar para ver si tu busto esta firme, yo ya se como esta el mío.

- Es que me da mucha pena.

- Solo levántate la playera, no se te va a ver mas que el brasier.

Había algo que me hacía tener confianza, si ella me tocaba y me decía como estaba mi busto respecto al de ella podría estar mas tranquilo pero me moría de la vergüenza, ella dijo

- Anda, no tengas pena, es solo para ver como lo tienes

.Era una solución, no me gustaba pero era solo un momento y ella, con la experiencia de su propio busto me podría decir si estaba bien. Repitió

- Anda, quítate la playera.

- ¿Estas loca?, si acaso me la subo un poco nada mas.

- Esta bien, a ver dijo ella.

Me subí la playera por el frente, sin quitármela. El brasier que traía era completamente blanco con un fino encaje en los bordes, en otras circunstancias lo hubiera visto muy femenino, pero en ese momento estaba frente a mi hermana y me sentía ridículo. Ella se acercó a mi estirando ambas manos. Me quedé estático, sabía lo que pasaría pero no me podía mover de la impresión.

Mi hermana toco con el dedo índice de cada una de sus manos cada una de mis bubis haciendo presión en ellas como para estimar la firmeza.

Yo no dije nada, sentía pena pero a la vez, me sentía contento por haber logrado ese grado de confianza con ella. No dijo nada, repitió el mismo proceso un par de veces mas y dijo:

- No parece que esté aguado.

Acto seguido aconchó las palmas de sus manos y añadió:

- A ver

En ese momento puso sus manos de pleno alrededor de mi busto haciendo una suave presión sobre ellos lo cual repitió dos o tres veces mas.

Mis pensamientos volaron, no sabía si mi hermana lo hizo para ver a consistencia de mis senos o si lo hizo por tocarme y sentirlos, no lo pude percibir, eso fue todo en ese momento pero ese tacto suave de sus manos y la leve presión que hizo sobre mis chichitas me hicieron nacer en definitiva el deseo de que alguien me acariciara, cosa que estaba empezando a sentir como una necesidad urgente de cumplir.

Mi hermana separó sus manos, para volver a aplicar la misma clase de presión una vez mas en su cara no se notaba ningún gesto de libidinosidad, pero en mis pensamientos los había, sentir el tacto de las manos de Claudia me hizo imaginar que por un momento no hubiera sido ella.

Dio un paso para atrás y me dijo que me bajara la playera.

- ¿Qué? Le pregunté

- ¿Qué de que?

- ¿Pues para que me tocaste mensa?

- ¡Ah! Están bien, creo que hasta las tienes mas duritas que yo, bueno, pero las mías son sin “ayuda” dijo enfatizando la palabra.

- Ya en serio, ¿no se me están aguadando?

- No, porque las tienes chiquitas y no te pesan demasiado sin embargo creo que si debes de usar el brasier lo mas que puedas, pero sin salir a la calle.

- Ya te dije que no se nota con las camisas que uso, pero te voy a hacer caso.

- Bueno, creo que podemos esperar unos dos o tres meses y te vuelvo a tocar para ver si esta sirviendo que o uses.

- ¿Tocarme de nuevo?, no gracias.

- No hay morbo, es para asegurar que todo vaya bien.

Pensé, “no hay morbo” para ti, pero lo que sentí cuando me apretó suavemente con sus manos me había hecho despertar un deseo enorme de que alguien me acariciara, sabía que estaba mal el pensamiento que cruzó por mi mente pero pensaba que al cabo de esos tres meses que decía ella me volviera a tocar y sentir la suavidad de sus manos.

Me resultaba extraño estar hablando con mi hermana de ese tipo de cosas y que ella ya no lo viera tan malo como antes, hice los hombros para atrás no mucho para que sobresaliera el pecho solo un poco, ella me vio por unos segundos como analizando el tamaño de mi busto y dijo:

- Las tienes firmes pero ayuda a que no las tienes demasiado grandes. ¿Qué talla de bra estas usando?

- No se, son de los que me diste.

- Son 36B, ¿No te quedan apretados?

- No, mas bien se me hace que me quedan un poquito holgados, no sé, me siento raro porque nunca había usado brasieres ya con el busto que tengo, pero no me aprietan.

No me pude quitar de la mente el tacto de las manos de mi hermana sobre mi busto y la manera suave como los presionó. Se que no los estaba acariciando ni mucho menos, pero la sensación que percibí fue como si lo estuviera haciendo y eso fue un baluarte para miles de fantasías que viví en las siguientes semanas.

Yo tenía perfectamente claro que ella no había tenido ni un asomo de pensamientos turbios cuando me tocó pero para mi había sido una experiencia sumamente agradable que había alborotado el ejército de hormonas que se acumulaban en mi cuerpo. No tuve ninguna clase de fantasía relativa a mi hermana pero si, imaginaba algunas manos con tacto similar acariciándome, eran manos masculinas, sin cara aún pero definitivamente fantaseaba firmemente con recibir caricias de algún chico.

A partir de esas conversaciones con mi hermana ya no me tapaba con la sabana cuando estaba en mi cama. Con mi mamá era diferente, a veces entraba para decirme o preguntarme algo pero entonces siempre llamaba antes de entrar y con ella si me cubría. No lo veía raro pues sabía que yo evitaba que me viera el busto, pero no sabía que me cubría porque no quería que me viera usando sostén.

Estando semi acostado el busto no se me veía muy grande y no se me notaba que estaba usando el brasier, sin embargo, cuando platicábamos procuraba que fuera sentados en la mesa del comedor. Yo usaba solo camisas holgadas y no me hacía comentarios. Ella procuraba no entrar a mi recamara, creo que imaginaba que me podría encontrar de una manera que no le iba a gustar, asi que una vez que me metía a mi cuarto ella ya no entraba y si lo llegaba a hacer, tocaba a la puerta antes de abrirla.

Solo si me paraba se me notaba el busto y el brasier del que la camiseta dejaba ver el larguero por debajo en la parte de atrás. Si salía de mi cuarto como era a veces para ir a la cocina por agua o al baño procuraba que fuera cuando mi mamá ya estuviera acostada y generalmente no me veía pero un día que fui a la cocina por agua ella se cruzó conmigo, hizo una mueca como de desaprobación y guardó silencio observó bien para estar segura de lo que veía, que era que yo estaba usando brasier, cuando estuvo segura de lo que estaba viendo hizo un gesto de franca desaprobación, me preguntó

- ¿Estas usando brasier?

- Si, pero déjame, te explico

- No, no me expliques nada.

Claudia que estaba en su recamara la escuchó y salió y me dijo.

- Espérate, yo le explico y dirigiéndose a mamá le dijo: Mira mamá, se que ni tu ni yo estamos de acuerdo en lo que hace Alberto pero si no detiene su busto con algo se le va a aguadar y va a ser peor, al rato va a andar por ahí con las chchis (no me gustaba que usara esa palabra) todas caídas y ya no va a poder detenerlas y se le van a notar mas, continuó, el en el día no lo usa pues va a la escuela con unas camisetas pegadas para que se le aplane un poco y arriba se pone camisas grandes y no se le nota por eso le dije que llegando a la casa se las detenga con algo pues si no al rato ya no va poder evitar que se le cuelguen.

- Si, para todo tiene una explicación dijo mi mamá como haciendo sátira de que de cualquier manera siempre tenía justificación para lo que hacía.

- Si mamá, pero es la realidad le dijo mi hermana. Se que no nos gusta, agregó, pero es mejor asi a que al rato le cuelguen y asi ni por nada del mundo va a poder hacer algo para que no se le vean..

Yo las escuché guardando silencio, Claudia lo había presentado como si el usar brasier en mi caso fuera algo como terapéutico. Mi mamá dijo.

- Vas a ver que va a terminar usándolo siempre.

- No va a ser asi mamá, repliqué, solo en la casa, y solo para lo que dice Claudia, pues si no si me voy a poner asi como dice ella.

- No es posible que estemos comentando estas cosas dijo molesta mi mamá, fastidiada de hablar del tema. No vayas a salir a la calle usándolo, refiriéndose al brasier, ¿entendiste?, me preguntó en voz exaltada y firme.

- Si mamá, no lo haré

Eso fue lo que le dije, pero al hacerlo nació en mi la idea de poder salir un día normal usándolo, no vestido como niña, si no de manera normal, pero llevando el brasier abajo.

A partir de entonces tuve un poco mas de libertad de usar ropa interior de niña cuando estaba en la casa, en esas ocasiones mamá me veía y no me dirigía la palabra, solo se mostraba molesta con gesto de desaprobación. Cuando iba a ir la madrina de mi hermana me avisaba, me decía que me cuidara pues la madrina iba a ir de visita, igual cuando salíamos los sábados o los domingos, me decía que cuidara que no se notara “lo que traía” refiriéndose a mi busto, asi, poco a poco la tensión fue siendo menos y nuestra interacción en la casa tendió a la normalidad sin que nunca jamás se fuera a recuperar del todo.

27 abr 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. LI

Capítulo LI Una Pregunta

Mientras, en la casa, el ambiente se fue haciendo menos tenso, no tocábamos el tema ni de mi busto ni de las cosas que pensaba, tampoco era cosa que yo me anduviera exhibiendo aunque nada mas estuviéramos Claudia, mi mamá y yo pues trataba de ser discreto `para no despertar su inconformidad o comentarios adversos, sobre todo por parte de mi mamá a quien no quería provocarle mas disgustos, asi que me comportaba de manera normal, sin dejar que se notaran mis cositas, aunque ellas sabían que las tenía, pero procuraba no ser demasiado evidente.

Asi pasó algo de tiempo, las aguas volvían a su cause y se disminuía la tensión, pues yo estaba atento a no exhibirme ante ellas, no era difícil, solo era el usar la ropa adecuada, no para ocultar lo que ellas ya sabían que tenía si no para disimular un poco y no parecer demasiado descarado, sobre todo ante mi mamá.

Mis senos no eran grandes pero tenía miedo de que se me empezaran a colgar, no sabía si podía pasar por no usar algo que me los detuviera como un sostén o algo asi, pero era algo que no podía usar pues se notaría demasiado.

Estaba preocupado, no había problema real en ese momento pero no sabía si con el tiempo se pudieran poner flojos. Me veía al espejo, no se notaba nada, mis senos se veían fuertes y duros pero pensé que si no los detenía se pudiera llegar a dar ese efecto.

Pensé en que si me ponía brasier para detenerme el busto ayudaría a que no se viniera abajo como imaginaba que pudiera llegar a pasar pero no sabía como hacerlo para que ni Claudia ni mi mamá se dieran cuenta.

A veces en las tardes cuando llegaba y tenía tiempo me arreglaba con la ropa que tenía. Entonces me quitaba la camiseta ajustada que oprimía mis senos y me ponía uno de los brasieres que tenía todavía de los que hacía tiempo me había pasado mi hermana y me sentía muy bien. El peso del busto sostenido por el brasier me hacía sentir que estaba en su lugar, pero después cuando me lo quitaba sentía como que lo seguía necesitando.

Quería preguntarle a Claudia como hacerle pero me moría de la vergüenza de hacerlo. Pensaba en que podía usar el brasier cuando llegara a casa pero si lo usaba solo a ratos ¿sería bueno?, ¿No saldría contraproducente, si lo usaba un rato y luego me lo quitaba?

Pensé en poder usar los brasieres que tenía, no para salir de la casa, si no al regresar, antes de que llegaran Claudia y mi mamá, no sabía si ayudaría pero me los empecé a poner, no quería que ellas me vieran que los estaba usando pues no era mi intención el generar mas problemas, pero aparte de que me sentía muy bien cuando los traía puestos pensaba que era algo que de cualquier manera me ayudaría a mantener firme el busto.

Empecé a usar el brasier en la casa, me lo ponía y arriba una camiseta y con una camisa de botones de las que me quedaban un poco mas grandes no se notaba, ni Claudia ni mi mamá me decían nada pues pensaban que usaba las camisas holgadas para no exhibir el volumen que hacía mi busto cuando en realidad era para ocultar que estaba usando sostén.

Cuando estaba ya solo en mi cuarto me quitaba la camisa y me ponía una camiseta grande, que usaba como camisón, entonces si se me notaba que traía brasier, pero era cuando ya estaba solo en mi recámara para dormir.

Procuraba dormir con el brasier puesto para que el efecto de traerlo se diera también durante la noche. Al principio fue incomodo pero ya después me fui acostumbrando, además me provocaba imaginaciones y fantasías que disfrutaba mucho.

No obstante que ya tenía como dos meses de estar usando el brasier desde la tarde cuando llegaba hasta el día siguiente que me bañaba, cuidando desde luego que ellas no lo notaran, cuando no me lo ponía en las mañanas para salir de casa sentía el peso de mi propio busto con todo y que me pusiera las camisetas ajustadas que en algo ayudaban a detenerlo. Esa sensación me daba la idea de que pudiera terminar por ponerse guango. No sabía que hacer, no tenía a nadie para preguntarle, pensaba en Claudia pero me daba mucha vergüenza hacerle ese tipo de consulta.

Finalmente la duda acerca de cómo se me iría a poner si no hacía lo correcto me hizo preguntarle.

Una noche que mamá ya se había ido a dormir y ella estaba haciendo tarea en la mesa del comedor salí con la camisa de la pijama puesta para que no se fuera ver nada mas allá de lo usual, considerando que ella sabía que usaba el saco de la pijama grande para disimular el busto, no para disimular que estaba usando el brasier. le dije:

.

- Oye, te quiero hacer una pregunta

- Si, dime

- Ven a mi cuarto ¿si?

Dejó lo que estaba haciendo y me siguió a mi recámara, me dijo

- ¿Si?, ¿Qué pasa?

- Te quiero preguntar algo, me da pena pero estoy preocupado

- ¿De que? ¿Qué tienes?

- No yo no tengo nada, es el busto

- ¿Tu busto?

- Claro mensa, ni modo que el tuyo.

Este comentario me ayudo a aligerar un poco la tensión que tenía en ese momento, ella me preguntó

- ¿Qué pasa con tu busto

- No nada, pero creo que si no me lo detengo adecuadamente va a terminar por ponérseme flojo

- ¿Sientes que se te esta aguadando?

- No, pero pienso que se pueda poner suave y caído si no lo detengo.

- ¿Y como lo quieres detener? a ver, dijo haciendo seña de que me quitara el saco de la pijama.

- No, primero te digo como le estoy haciendo, deja te cuento.

- ¿Qué estas haciendo, de que?

- Para detenérmelo

- ¿Qué estas haciendo? Preguntó en un tono como de impaciencia

Yo le estaba dando muchas vueltas, pero es que estaba en la duda de si quería o no que supiera que me estaba poniendo sostén, quería hacerle la consulta, pero no quería decirle que estaba usando brasier aunque ella ya me hubiera visto previamente, pero eso había sido hacía mucho tiempo, cuando me ponía rellenos, antes de que me creciera el busto, ahora, que llenaba las copas por mi mismo lo sentía realmente íntimo pues una cosa era que usara los brasieres a manera de juego y que les tuviera que poner relleno y otra era que los estuviera usando ya de manera que yo mismo los llenaba.

- Mira, le dije respirando profundo y armándome de valor, como siento que se me pueden empezar a aguadar he estado poniéndome brasier para que no se me vayan a poner blandas.

Esperé a ver su reacción, era extraño, ella sabía de mi busto, sabía y entendía que pudiera tener pensamientos “diferentes”, y por eso me había dicho que no le gustaba hablar de eso y era precisamente por ello que sentía una pena tremenda con ella pero por otro lado estaba preocupado porque el busto se me pudiera poner flojo. Me miró a la cara y después al pecho y me preguntó

- ¿Ahorita traes brasier?

- Si, pero no te molestes, lo que pasa es que no se nota por las camisas que estoy usando, que son holgadas. No quería que ni tu ni mi mamá lo notaran.

- ¿Y cual es el problema?,

- Que no se si esta bien usarlo pero solo a veces.

- ¿Cómo que a veces? Yo he notado que casi siempre traes las camisas que antes te ponías, las que te quedan flojas, ¿es porque los estas usando?.

- Si, trato de usarlo diario, al llegar de la calle y ya no quitármelo hasta el día siguiente, ya tengo varios días que le hago asi y creo que ni tu ni mi mamá se han dado cuenta., ¿no?

- No, no me había fijado, pensaba que estabas usando las camisas de nuevo para disimular tu busto, pero entonces, ¿Cuál es el problema?

- Lo que pasa es que no lo traigo todo el día y no se si con el tiempo que me lo pongo aquí en la casa es suficiente para mantenerlas en su lugar. No me gustaría que se me aguadaran.

Ella reflexionó un momento, se me quedó mirando, tomo un poco de aire, y me dijo,

- Mira no me gusta hablar de esto, tu lo sabes pero si te las vas a quedar, y no te las detienes con algo, se te van a hacer guangas.

- ¿O sea que esta bien que use el brasier?, ¿Aunque no sea todo el día? (al hacerle esta pregunta me sentí morir de la pena).

- No quisiera que esa fuera la solución, pero creo que sería la única manera. No me gusta tener que hacerte esta recomendación pero si no va a ser peor, continuó, se que no puedes usarlo en el día ni ir asi a la escuela o al ir a trabajar pero creo que aquí dentro de la casa puedes usarlo pues si no se te van a caer todas y se te van a notar mas y ahí si ya no vas a poder hacer nada para levantarlas de nuevo., agregó, no me gusta hablar de esto, pero si no te lo digo, al rato se te van a notar mas y eso es lo que no quiero.

Me llamó la atención este comentario de mi hermana, decía que no quería que se me fueran a notar mas si se me aguadaban por lo que decía que sostuviera mi busto para que eso no pasara, yo sabía que ella no aceptaba que yo pensara como pensaba, pero parecía que con lo que le había dicho, ella tuviera miedo de que si se me ponían flojas se me fueran a notar mas.

No era que ella ya estuviera viendo las cosas de una manera mas abierta, si no que al contrario, no quería que al ponérseme flojo el busto se fuera a notar de una manera excesiva.

Su razonamiento parecía objetivo, no era que me estuviera diciendo que estaba conforme con que yo usara brasier, no, lo que trataba de darme a entender es que lo usara para que no se me fuera a notar mas el busto si este se ponía flojo y guango.

- Pues entonces voy a usarlo aunque sea dentro de la casa, pero que no sepa mi mamá.

- Esta bien, de todos modos sería peor que las traigas todas aguadas y entonces de cualquier manera te las veríamos y sería desagradable, agregó, creo que es preferible que uses el brasier solo acá adentro de la casa, pero como dices, sin ser demasiado obvio, es mejor a verte después que te cuelgan y ya no puedas hacer nada y va a ser peor inclusive con mi mamá pues se te notarían mas.

- Si todo muy bonito, le repliqué, pero imagínate que mi mamá se de cuenta de que estoy usando “eso” (lo dije de esa manera para no usar la palabra “brasier” de nuevo). Si se da cuenta que lo. traigo puesto, me mata

- No se que diría, pero de todos modos, es cuestión de que no te descares, además, aunque dijera algo, tienes que hacerlo pues si no va a ser peor. Tal vez yo le pueda explicar.

- No, no le digas por favor, ya no quiero causarle mas disgustos, mejor me cuidaré para que no se de cuenta. no quiero mortificarla mas.

- A mi mamá ya la mortificaste desde hace mucho tiempo.

- Bueno, tendré cuidado, tu, por favor no le digas nada.

- Sabes que no estoy de acuerdo en nada de esto pero pienso igual que tu respecto a que mamá ya no se envuelva en estas cosas, asi que no le mencionaré nada.

- Si, creo que de esa manera podemos no hacer sentir mal a mi mamá.

- Esta bien asi pues si no se te van a aguadar y después te van a llegar hasta el suelo.

Claudia salió de mi cuarto poniendo su dedo índice sobre sus labios como seña de guardar silencio, no tanto de no hacer ruido en ese momento si no como indicación de que tratara de mantener discreción sobre lo que habíamos platicado.

El comentario de mi hermana me preocupó, no quería que se me fuera a aguadar el busto y no sabía si el usar el brasier solo de manera parcial iba a ser suficiente.

Me preocupaba que al paso del tiempo se me llegaran a aguadar y con ello se hicieran mas evidentes a la vista de ellas pero también del resto de la gente y no quería que eso pasara.

25 abr 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. L

Capítulo L, Toqueteos

Patvé, nombre que había seleccionado para mis fantasías sexuales no tenía muchas ocasiones de manifestarse.

Definitivamente fue Jaime el que me despertó a una sexualidad semi ejercida., Yo seguía trabajando en la tienda pero entré a la universidad. Jaime de vez en vez, como si tuviera el derecho de hacerlo, pasaba detrás de mi en el mostrador o la trastienda y me ponía la mano en las pompis, a veces apretaba la mano o a veces accionaba su dedo sobre mi pantalón haciéndome sentir una agradable sensación sobre mi agujerito dejando evidencia del dominio que el sentía que tenía en mi.

A mi me gustaba y cuando lo hacía no me movía, había veces que inclusive me ponía delante de el y hacía mi cadera hacia atrás simulando que me le ofrecía, ese juego me gustaba, si el podía tocarme cuando le venía en gana ¿Por qué yo no podía ponerme delante de el cuando a mi me lo pareciera? Lo hacía y daba un paso para atrás de manera de sentir su pene en mi colita, quedaba su pantalón y mi pantalón de por medio pues era más bien un juego pero a los dos nos gustaba hacerlo, además yo también de vez en vez le ponía la mano en su pene, a el le daba pena que se lo tocara “desinflado” y yo le decía cosas como ¿no que eras muy bueno? le daba un apretoncito, el se quitaba pero no me importaba pues era como juego y me encantaba pensar que en ese momento su cosita era mía y que lo podía tocar sin mas que el solo deseo de hacerlo, claro, cuando en la tienda no había clientes y yo ya había acabado de acomodar la mercancía en sus anaqueles.

Mis acercamientos con Jaime siguieron, yo usaba ya de manera regular los pantalones de mi hermana pero camisas de botones para disimular el busto, particularmente con las de color oscuro lo ocultaba mejor, en ese tiempo me sentía muy bien..

En casa, ni mi mamá ni mi hermana notaron ese paso que ya estaba dando en mi vida, aunque me gustaba tener pensamientos de tipo femenino no me comportaba afeminado. Me moría de ganas de poder compartir con mi hermana la emoción de esos acercamientos, no sabía si entre hermanas se platicaban ese tipo de cosas pero en el caso de Claudia sabía que ella no lo iba a soportar asi que en ese sentido me sentía reprimido, pero se compensaba por el hecho de que prácticamente, tenía a diario con Jaime la oportunidad de ejercer aunque fuera de manera parcial esa parte de mi feminidad.

Pasaron semanas de esa manera pero no se dio nuevamente la oportunidad de una noche igual a la de aquel sábado que don Melquíades nos dejo solos en la tienda pues nunca volvió a ausentarse un sábado completo y en las tardes entre semana que yo iba para substituirlo a la hora de la comida no había oportunidad a una acción completa asi que nos limitábamos a que Jaime me tocaba cuando se le antojaba como si mi trasero fuera de su propiedad pero igualmente yo de repente le tocaba su pájaro como si este me perteneciera. Llegamos algunas veces a meternos a la trastienda y el se sacaba “su ave” y yo se la tocaba en vivo viendo su reacción inmediata lo cual me gustaba mucho por saberme capaz de poder lograr la erección en el miembro de un chico.

Los acercamientos con Jaime me dejaban muy excitado, no es que se presentaran todos los días, lo hacíamos solo a veces en esas pasadas a la trastienda que aunque no se daban con mucha frecuencia, cuando se presentaban era con gran intensidad aunque en tiempos muy cortos, quizá por eso nos abríamos o descarábamos tanto pues sabíamos que solo podía ser cosa de unos cuantos segundos hasta que llegara el siguiente cliente que generalmente tocaba con una moneda en el mostrador para llamar a que se le atendiera.

Había veces que el se metía y me llamaba, pienso que era en ocasiones en que el estaba particularmente excitado y cuando yo entraba el tenía su águila de fuera, erguida y majestuosa, invitándome a que la tocara. Entonces lo hacía tomándola en uno de mis puños y la acariciaba de arriba hacia abajo con ritmo y rapidez como tratando de que tuviera un orgasmo. A veces se calentaba tanto que me decía que me desabrochara el pantalón y me ponía su soldadito en mi agujerito empujándolo pero sin realmente buscar una penetración, solo para que yo lo sintiera, entonces el se echaba para atrás y se acomodaba el pantalón y con suerte, salía a la tienda antes de que llegara algún cliente. No se como no nos volvimos locos, eran unas fiebres desbordantes.

Una vez, ante la extrema calentura que nos provocaba ese tipo de acercamientos el se bajó la trusa a medio muslo y me pidió que le hiciera con la mano. No sabía cuanto tiempo estaría la tienda sin que llegaran clientes asi que lo hice muy rápido. El nivel de nuestra excitación ayudo, me puse junto a el y le tomé el pene con la mano haciéndole rápidamente su pellejito para arriba y para abajo lo suficiente para que el lograra una eyaculación. Me emocionó mucho pues significaba que yo era capaz de excitar a un chico hasta ese grado y me sentí feliz de habérselo conseguido. Su semen saltó una y otra vez al suelo quedando una parte en mi mano. No tardó mas que un minuto en recuperar la respiración y después se metió al baño para lavarse mientras yo me quedé parado, conteniendo su semen para que no se escapara por entre mis dedos, mirando esa masa blanca viscosa entre una especie de sentimiento de rechazo y deseo.

Cuando el salió del baño para pasar a la tienda yo entré, estaba extremadamente excitado pues no había llegado a tener mi propio orgasmo asi que mantuve su semen por varios segundos viéndolo fascinado, entonces con la mano que tenía libre me desabroché el pantalón y me lo bajé también a medio muslo, y apliqué en mi agujerito con el dedo el semen de Jaime que me había quedado en la mano, Por un segundo me sentí mal de estar haciendo eso, pero fue solo un instante pues la excitación que tenía en ese momento era el timón de mis acciones.

Me metí mi propio dedo a mi colita empujando hacia el fondo el semen de Jaime, lo hacía en movimientos de afuera hacia adentro que se convirtieron en una estimulación muy suave pues el semen de Jaime hacía las veces de lubricante permitiendo que el dedo entrara y saliera sin ninguna dificultad haciéndome sentir una sensación muy especial que hasta entonces no había experimentado. Los movimientos se hicieron repetitivos como en una penetración mientras con la mano libre me estimulaba mi propio pene hasta lograr una eyaculación que me dejó temblando de las piernas y profundamente complacido. La excitación que me provocó ese solo hecho y el sentir mi propio dedo estimulando mi colita, penetrándola con parte del líquido viscoso que había conservado fue una experiencia que era nueva para mi, sabiendo que mi placer venía de una penetración ficticia, pero en parte real por el semen que tenía ahora en mi. No era mucho, pero el significado de que fuera el semen de un hombre al que yo mismo le había provocado un orgasmo me hacía sentir extremadamente contento.

Tardé solo un par de minutos en salir del baño, no comenté nada con Jaime ni el tocó el tema. Don Melquíades regresó a la hora acostumbrada y yo me retiré manteniendo en mi colita el semen que me había aplicado yo mismo y que me llevé en mi hasta que llegué a casa y me bañé, entonces me volví a autoestimular de la misma manera una vez mas, por adelante con una mano y penetrando con un dedo mi agujerito de atrás. Era muy satisfactorio y me imaginé que podría aplicarme algo mas grande que mi dedo, entonces usé el mango del cepillo con el que nos tallábamos la espalda para penetrarme lo cual me fue doblemente placentero. Asi fue que aprendí a incitar mi colita como parte integral de una auto estimulación manual a mi propio pene. Esa primera y segunda vez en el mismo día serían el preámbulo de decenas de veces mas de manera similar.

Esto se repitió con Jaime algunas varias veces mas. El notaba que yo esperaba a que el saliera del baño para entrar y veía que trataba de conservar su semen en la mano en lugar de tirarlo al piso. Un día me preguntó que para que lo hacía y le conté.

- Bueno, le dije, ya que tu no quieres hacerlo pues lo hago yo de esta manera

- Jajaja, rió, ¿asi que tu solito “te das”?

- ¿Y que querías si tu no lo haces

- Bueno, pero no es que no quiera, un día que volvamos a tener tiempo vas a ver que si..

Por las noches en la casa ya acostado me imaginaba yo de espaldas a el, con los pantalones bajados a medio muslo y sentía de nuevo la puntita de su pene tocando firmemente mi agujerito e imaginaba que entraba… solo un poquito.

Fue una buena época, yo ya le tocaba su pene sin ningún remordimiento, al contrario, me gustaba hacerlo y me sentía bien y a veces el llegaba a eyacular lo cual me fascinaba.

Pensaba a veces en Claudia y mi mamá y me daba un poco de remordimiento, me preguntaba que pasaría si lo supieran. Pensaba que si a mi gustaba no tenía nada de malo, solo evitar que lo supieran aunque me moría de ganas de compartir esas emociones con mi hermana, pero sabía que nunca podría llegar a hacerlo.

Para entonces Claudia estaba por cumplir los 23 años y ya había pasado la mitad de la carrera de medicina, pero por mas madura que ya era no consideraba que fueran cosas que pudiera llegar a platicar ni en sueños con ella.

Los días pasaban y yo me sentía feliz ejerciendo mi sexualidad aunque al hacerlo de esa manera un tanto limitada empezaba a despertar en mí el deseo de una relación sexual plena, recibiendo completamente el pene de un chico, de Jaime.

Seguía tomando las pastillas de las hormonas, no sabía si era eso o que ya estaba alcanzando por mi mismo la definición de mi gusto pero fantaseaba de una manera que llegó a ser casi obsesión por tener quien me hiciera el amor