27 ago 2012

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. LXXX


Capítulo LXXXI, Veracruz
Relato Final

En el trabajo empecé a atender clientes foráneos y a veces salía de viaje para atenderlos, cubría clientes en la región Puebla, Jalapa, y el puerto, me iba en carro, de la empresa que tenía asignado. En Veracruz veía dos clientes y a veces pasaba dos o tres noches en el Puerto. Me hospedaba en un hotel cerca del centro no era de lujo pero si muy funcional. Yo generalmente llevaba “mis cosas” pero por ejemplo en Puebla o Jalapa las usaba pero no salía de mi cuarto pues en esas ciudades la gente es mas conservadora, en cambio en Veracruz pensé en poder aprovechar uno de mis viajes y permitir que Patvé, no Patricia dejara salir algo de la fogosidad que le quemaba pues tenía tiempo sin ver a Jaime, por razones obvias yo no le hablaba si el no me buscaba y hacía tiempo que no nos veíamos asi que mi libido estaba en un punto efervescente por lo que decidí dejar salir a Patvé y que viviera su sexualidad tan intensamente como quisiera y se pudiera, me propuse que en mi siguiente viaje asi lo haría.

Para esa ocasión decidí ser un poco temeraria, Patvé era ya una realidad en mi y había aprendido a ser y manifestarse como tal cada vez con mayor apertura, reconociendo sus necesidades físicas de mujer aunque sin salir realmente del closet social pues nadie en mi trabajo o los pocos amigos o compañeros que tenía lo sabía, solo mi familia, Patvé que no Patricia era solo del conocimiento de mi mamá, de mi hermana Claudia, de Jaime y de la madrina Ernestina, sin embargo todavía no era una chica real que fuera conocida como tal por la gente de mi entorno social o laboral y no esperaba que nunca lo fuera. Había encontrado un balance entre Alberto y Patricia, el primero que ocupaba ya solo el espacio necesario para provee los ingresos que Patricia necesitaba, No podía ser de otra manera asi que Alberto nunca ha dejado de existir por completo aunque solo vive como tal entre semana, en los días laborables pues los fines de semana era Patricia quien discretamente con ropa cada vez menos “unisex” se manifestaba mas abiertamente en casa, pero como siempre, con el respeto a mamá por no usar vestidos ni faldas en casa.


Pero dentro de Patricia estaba el espíritu de Patvé que anhelaba tener el ejercicio de su sexualidad tan frecuente como fuera posible. Tenía una especie de triple vida pues en entre semana me comportaba como niño, en la casa, casi siempre como Patricia, es decir, como chica pero no alocada y mi deseo de vivir una aventura como Patvé estaba latente por la falta de relaciones con Jaime.

No quería ser promiscua, pero deseaba mucho ejercer mi sexualidad por lo que buscaba las oportunidades que se presentaran para “hacerlo” en una abierta entrega a la satisfacción de ese apetito por gozar la vida que durante tanto tiempo solita me reprimí de hacerlo.

Por eso era importante esta visita a Veracruz estaba decidida a dejar a Patvé expresarse en una sexualidad de aventura, libre como cualquier mujer lista para hacerlo de una manera mas abierta.

Pensaba en poder vivir un episodio diferente o al menos, intentarlo la siguiente vez que estuviera en el puerto, no sería complicado, sabía arreglarme bien solo que nunca había estado sola en público como Patricia, mucho menos, dando entrada a Patvé.

Llegué al hotel después de trabajar, ya caía la tarde y subí directamente a mi habitación, había llevado dos maletas, saqué de una de ellas la ropa y accesorios de Patvé. De solo verlas me sentí relajada y a la vez un poco excitada, de hecho eran muchas mas las cosas que llevaba para Patvé que las que usé en ese viaje en mi faceta de niño.

Extendí las cosas en una de las dos camas matrimoniales que tenía el cuarto y vi la variedad de lo que llevaba pues no sabía que me gustaría o mas bien que se me antojaría usar.

La noche era calida y húmeda como siempre lo son en Veracruz, entre las cosas que llevé había unos pantalones color rosa de lino tipo pescador, también dos faldas, una tipo channel floreada en tonos amarillos que me llegaba a media pantorrilla y otra muy corta de mezclilla, línea "A" que me llegaba a medio muslo y que al sentarme apenas cubría el triangulito de mi entrepierna.

Esta falda me gustaba mucho, la había comprado para usarla en ese viaje. En ese clima de puerto es normal que las chicas vistan cosas asi. Van por la calle con faldas minúsculas, quizá no tanto como la que llevo pero visten asi y usan blusas muy ligeras, es Veracruz, el clima lo permite.

Hay una zona turística y otra portuaria, en la zona turística estaría segura si usaba esa falda, pero en la portuaria me podrían confundir con una zorrita buscando marineros. Este pensamiento hizo que se me pusiera la carne de gallina y fue por ello que decidí ponerme la falda de mezclilla, la diminuta falda que permitía que se viera la blancura de mis piernas, cosa que esperaba le pudiera resultar atractiva a los muchachos o señores con quien me llegara a encontrar, pensé.

Me arreglé y maquillé, aunque hacía calor, decidí usar una peluca de cabello color castaño peinado de estilo corto, pero con el pelo rizado, pensé que me sentiría mas segura si usaba la peluca a que si me peinaba con mi cabello natural por el tipo de ropa que me iba a poner, además, estando lejos de casa, hospedada en una habitación de hotel podía cambiar un poco mi imagen. Pensé en la madrina, imaginé lo que me diría si me veía asi de diferente. Un día… me dije.

Pensaba en el sexo como un objetivo a ser cubierto esa noche. No me daba ya pena conmigo misma ya que me dije que el apetito sexual es algo natural y sentirlo como Patvé y ser satisfecha como Patvé, era uno de mis objetivos principales de esa noche. No sabía si lo iba a poder hacer ero estaba decidida a intentarlo.

Me pinté las uñas de las manos y también las de los pies, el color de esmalte que seleccioné era coral oscuro, nacarado lo que dio por resultado que me sentí exquisitamente femenina. El pintarme las uñas de los pies no lo hacía con frecuencia pues el clima de la ciudad de México en las tardes o noches no invita al uso de zapatillas descubiertas, y en las mañanas cuando hace calor y se pudieran usar yo trabajaba y no quería hacerlo los sábados o domingos que mamá estaba en casa. Miré como quedé, me sentí extremadamente femenina, todo eso me excitó de una manera suave pero progresiva que me hizo pensar en miles de fantasías para esa noche.

Me puse una tanguita minúscula, un brasier de copas "B" que llenaba moderadamente bien, me vi en el espejo y me gustó mi imagen, me puse la peluca y terminé de maquillarme asi, en braguitas y brasier, pero con la peluca que hace que aunque hay algo entre mis piernas que me dice que no soy completamente mujer, me permite la fantasía de ver mi imagen diciendo que si lo soy.

Seleccioné una blusa color hueso de algodón de tipo gasa que transparentaba ligeramente la blancura del encaje del brasier. Era corte imperio con resorte exactamente debajo del busto y de abajo amplia, suelta que me cubría apenas debajo de la cadera. Cuando la compré, lo hice pensando en lograr ese efecto. Me puse la falda de mezclilla, noté que me quedaba un poco mas corta de lo que imaginaba (no me la probé cuando la compré apenas el día anterior), quedé frente al espejo en falda y brasier. Me gustó como me veía, aunque sentía que la falda estaba muy corta pero me la dejé sin saber aun si me iba a decidir a salir con ella de mi habitación al loby del hotel y quizá hasta la calle o al menos al restaurante o el bar.. Me gustó lo que vi. Me puse la blusa y el efecto que buscaba estaba logrado. La semi traslucidez de la blusa dejaba trasparentar el encaje del brasier, es un efecto que me gusta y que no siempre puedo disfrutar. Me veía no de manera vulgar sino de manera muy sensual y femenina. Me puse unas zapatillas blancas abiertas para permitir que las uñas de los dedos de los pies lucieran el esmalte que les había aplicado.

Miré mi figura en el espejo, pensé en que me veía quizá “demasiado” bien, sabía que estaba apenas en el límite de lo aceptable, quizá un poco pasadita pero como estaba en un hotel decente supuse que no me podrían confundir con zorrita, quizá a lo mas pudieran pensar que era una chica "deseosa" de encontrar compañía, pero no como zorra, sino mas bien como una huésped del hotel buscando una aventura. Me gustó esa idea.

Lo pensé por nos minutos, me probé la otra falda, la tipo channel pero me sentí demasiado cubierta para el tipo de clima. Me volví a poner la falda de mezclilla y me miré de nuevo ante el espejo y finalmente tomé la decisión de bajar al bar del hotel vestida asi. La verdad, no me sentía cómoda, se me hacía que la falda era demasiado pequeña pero la calentura era mucha. Me sentí un poco excedida en la manera que estaba vestida, no quería ser obvia pero era la vestimenta correcta que me pudiera ayudar a vivir algo diferente aquella noche. Me dije a mi misma que estaba en el límite de lo aceptable, ese pensamiento hizo que la adrenalina de la excitación fuera un elixir que avivaba todas esas sensaciones previas a mi viaje.

Me vi una vez mas ante el espejo, por un momento, la imagen de mujer muy atractiva por lo breve de la falda y lo transparente de la blusa me hizo pensar en mejor cambiarme por algo menos extremo, pero una parte de mi me decía que aprovechara esa oportunidad, no era fácil que se me hubiera presentado y aunque viajaba con cierta frecuencia a veracruz, no sabía cuando las circunstancias se podrían volver a presentar de igual manera.

Recordé que estaba en un hotel, que ahí estaría segura para poder bajar vestida como estaba, asi que tomé mi bolso en el cual metí la llave del cuarto, dinero, mi teléfono y unos pañuelos desechables. Me vi en el espejo una vez mas y de manera repentina, como si me tomara descuidada a mi misma decidí salir de mi habitación cerrando la puerta tras de mi suavemente pero con decisión como en acto simbólico de que una vez fuera de mi habitación ya no habría regreso. Una vez en el pasillo ya afuera de mi habitación me dije: “se que me veo bien, justo en el umbral de lo decente y como podría verse una zorrita, asi me quería ver. Caminé hacia el ascensor y lo llamé para bajar al loby. Los nervios me hacían temblar las piernas pero era una sensación indescriptible que me llenaba de gozo, alegría y excitación que viví con intensidad los pocos segundos que tardó en llegar el elevador.

La puerta se abrió dejando ver a una pareja y un señor solo. Vi como la mujer de la pareja me vio fijándose especialmente en lo corto de la falda, me miró a los ojos como reprobándolo pero no dijo nada. Su pareja, el muchacho me vio, miró mis piernas y desvió la mirada como para evitar que la mujer con la que iba lo recriminara. El otro señor que iba solo se quedó viendo mis piernas, de manera discreta, pero constante. Me incomodó, como mujer decente pero me excitó mucho como Patvé, no sabía bien a bien que estaba sintiendo, era algo raro que me encantó y que antes no había experimentado.

Salí del elevador y me dirigí al loby y después a “recepción” para dejar mi llave. Sentí la mirada del portero y de algunas de las personas que estaban ahí, hombres y mujeres, algunos de ellos volteando a verme, unos para mirar mis piernas y las otras, seguramente para criticarme.

Me fijé en la vestimenta de las mujeres que estaban en ese momento ahí. Las había con vestidos cortos de verano o faldas, quizá un poco menos cortas de la que yo traía pero si, minifaldas o mini vestidos, el clima lo permitía.

Todavía no dejaba mi llave en recepción y vi como el portero, mirándome directamente hizo una seña a una persona de seguridad, era obvio pues no obstante el calor vestía con traje y corbata.

Lo percibí claramente, me puse muy nerviosa pues sabía que se referían a mi. En ese momento me arrepentí de haberme decidido por la falda pequeña de mezclilla, supuse que resultaba demasiado obvia para un lugar asi, no obstante que en el loby había mujeres con vestidos o faldas igual de cortas, quizá un poco menos, pero la diferencia es que en todos lo casos ellas iban acompañadas y yo no.

El tipo de seguridad se me acercó y me preguntó:

-         ¿Me permite un momento?
-         Si, le dije tratando de modular al máximo la voz y recibiendo en mi cuerpo una descarga enorme de adrenalina que me nubló la vista.

Caminó un par de pasos al lado del mostrador de recepción como para lograr un poco de privacidad, dijo:

-         Disculpe la pregunta, ¿esta usted hospedada con nosotros?
-         Si, ¿Por qué?

No contestó a mi pregunta, yo seguía nerviosa pero al notar que el me trataba con la duda de si sería o no huésped vi que podía tener eso a mi favor, volvió a decir:

-         ¿En que habitación se hospeda?, ¿me puede mostrar su llave?

No respondí a su pregunta, solo le enseñé la llave de mi habitación la cual había decidido conservar en lugar de entregar en recepción. La vio como constatando que era una llave que pertenecía a las del hotel y me preguntó el número de mi cuarto el cual le dije con voz baja, casi inaudible. El consultó con la chica de recepción a que nombre estaba registrado el cuarto, ella contestó mencionando mi nombre el cual escuchamos claramente tanto el tipo de seguridad como yo que estábamos parados a un lado del mostrador de la recepción. El tipo volteó a mirarme y me preguntó haciendo alusión al nombre que acababa de escuchar:

-         ¿Viene usted con el caballero?

Me preguntaba si venía “con el caballero” o sea yo, en mi faceta de niño. Pensé que entonces no me habían detenido porque pareciera travestí si no por parecer mas bien una “zorrita” pero aceptaban mi condición de mujer. Me arrepentí de haberme puesto la falda tan corta pero a la vez pensé que “ese” había sido el problema y que si no me hubiera vestido tan demasiado obvia nada hubiera pasado.

De esa experiencia recuerdo el aprendizaje, si una se arregla bien como mujer normal nadie te va a molestar, ni aunque cercana o lejanamente pudiera una parecer travestido. Ni modo que estando sin molestar a nadie, bien vestida no obvia, se le acerque alguien a preguntar si es o no una travestí, Ningún empleado tomaría el riesgo a menos que se este vestida inadecuadamente o tratando de cazar chicos.

Pero no era el caso, yo estaba vestida con una falda realmente corta, me arrepentí en ese momento de haber optado por ella. Me use mas nerviosa.

Como no le contesté entonces le preguntó nuevamente a la recepcionista cuantas personas estaban registradas en esa habitación  La chica le dijo que “solo” una percibiendo la posibilidad de que yo fuera invitada o algo asi de la persona que se había hospedado, quizá por mi aspecto por un momento pudo haber pensado que era alguien que le iba a dar “servicio” a quien había tomado la habitación.

Las cosas se estaban complicando, no había mucho para donde hacerme. Decidí que tendría que enfrentar el hecho de que éramos la misma persona, medité acerca de lo que podía pasar, no me podían acusar de faltas a la moral pues no estaba escandalizando ni ligando ni nada por el estilo. Si querían remitirme a las autoridades tendría que ser bajo algún cargo y no había ninguno que me pudieran imputar. Tuve confianza que lo que fuera se podría arreglar dentro de los niveles de autoridad del mismo hotel. Me calmé un poco y le dije:

-         Mire, yo soy quien tomó la habitación
-         ¿Es usted el señor Alberto Vieira? Preguntó incrédulo. Al oír el tono y la pregunta, la chica de recepción me volteó a ver como para certificar que “el caballero” que había tomado la habitación y la chica que ahora veía eran la misma persona
-         Si, contesté

El tipo por unos instantes no supo que hacer, me pidió de nuevo la llave para asegurarse que estaba hospedado pero no se la di. Tomó su radio y llamó a alguien, acto seguido me dijo todavía con cortesía:

-                  ¿Me permite un momento?