4 oct 2010

MEMORIAS DE UNA AMIGA: NELLY 11

Hace ya algún tiempo que no te he referido detalles de alguno de mis paseos por la city. En realidad, este ocurrió en los alrededores. Pero da lo mismo. Cierto día tuve que comunicarme con un programa radial para solicitar más información sobre un tema. Me contestó (en forma muy amable) un hombre que parecía joven. Me limité a pedirle los datos que necesitaba y noté que él comenzó a preguntarme cosas más personales que no tenían nada que ver con el tema en cuestión. Fue bastante simpático y ya iba a terminar la conversación, pero insistía en que siguiera preguntándole “cualquier otra cosa que pudiera servir”. En realidad, ya tenía suficiente con lo que me había contado. Pero seguimos hablando unos minutos más. A todo esto, me pidió que lo llamara en cualquier momento que quisiera, para saber sobre ese u otro asunto (¡). A mí ya me estaba pareciendo un coqueteo telefónico. Pero el tipo no me caía mal. Finalmente, cuando ya iba a colgar, me pidió mi teléfono (“porque creo que tengo algo más por ahí”). Dudé un segundo, pero se lo di. Antes de media hora, ya me estaba llamando. “Es que....la verdad, pareces una persona culta, no sé, interesante...etc.” (ahora ya me tuteaba). Supongo que sería época de autoestima a nivel de alfombra, porque en vez de molestarme, me gustó su discurso medio nervioso (¿y un tanto alterado?). No era seguro, pero hablamos un rato más. Ahora ya me contaba sobre él, sus horarios de trabajo, sus aficiones (aunque algo me decía que omitía algo importante). Como no tenía mucho tiempo, le pedí que habláramos en otro momento. Insistió en llamarme después. Ya en la noche, sonó el teléfono, y supe que sería él. Ahora sí hablamos durante una hora y media. El seguía en la radio a esa hora, pero estaba solo en una sala (“editando”). La conversación giró hacia donde suponía: sexo. Me contó una experiencia que había tenido con una ex polola y una amiga. El había jugado harto con ellas y entre ellas también había habido algunos juegos divertidos. Yo estaba calentándome al oír que se excitaba hablándome bajo, un poco entrecortado, esperando saber mis gustos. Le dije que yo era bastante normal. No me creyó y lanzó una carcajada (del tipo nerviosa, diría). A ver...pero ¿cuántos hombres has tenido? No tantos como han surgido. ¿En serio? ¿Por qué? Yo vacilé un poco, pero le dije: “porque me aburren pronto y no me tincan para estar en la cama con ellos”. ¿Eres muy caliente?....(no contesté)....¡Apuesto a que eres caliente y exigente!....Imagino que sería un antojo suyo...Yo me limité a decirle que no me gustaban los prejuicios, ni los que eyaculaban a los cinco minutos, ni los muy formales...entre otras cositas. ¿Y te importa mucho el físico? No, para nada. He estado con hombres que no tienen un tipo determinado. En lo único que coinciden es en que se calientan mucho y no se controlan.

A todo esto, ya el nivel de la conversación me tenía mojándome. En ningún momento le pregunté cómo era, ni su edad. Pero creía que no era mayor de 30 años. El me confesó entonces que mi voz lo tenía excitado hacía horas (¡!). Que quería verme (¿sólo verme?) Pero si ni siquiera sabes cómo soy. Podría ser muy viejita para ti, chocante, horrible, etc. "No creo". Insistió hasta que nos pusimos de acuerdo para juntarnos.

Nos vimos a la semana siguiente. Era tan joven como pensaba. Bastante atractivo. Hablamos durante unos minutos y nos mirábamos ansiosos. Me preguntó si prefería ir a un lugar concurrido o a otro más tranquilo. Uno tranquilo (obvio). Pero este era tranquilo entre comillas. Había a dos cuadras de allí un motel. Agradable. Entramos a la habitación. Yo quise ducharme primero. Salí cubierta con la toalla. El se demoró tres minutos o algo así. Salió pilucho. Su cuerpo era muy rico. Me puso las manos en las nalgas y me acercó muy bruscamente. Eso me hizo jadear de inmediato. Se cayó la toalla, él puso una mano en mis tetas, empezó a chupármelas, mientras me apoyaba en la pared, todavía de pie. Estaba muy descontrolado y eso me encantaba. Se agachó y me puso una pierna sobre su hombro, mientras me decía que me iba a abrir para meterme la lengua. Bueno, metió la lengua, me rozaba muy rico con los dedos mientras me mojaba, después me agarró bien las nalgas y llegó hasta el culo, dejándome llena de saliva por todos lados. Yo ya estaba a punto de acabar cuando me tomó y me puso en la cama, recostada y de lado, “para chuparte más rico”. Su manos se metían por todas partes y me abrían más el culo para mojarme (“a algunas mujeres no les gusta que las chupen allí”...a algunas otras no, pero a mí sí, pensaba.) Acabé rico cuando empezó a mover la lengua más rápido. Entonces me miró y nos sonreímos. “Yo sabía que eras así....” Se te notaba en la voz....Ahora sí te lo voy a meter....Su pico no era muy grande, pero estaba muy tieso y mojado. Le pedí que esperara porque quería chuparlo. Primero nos besamos mientras me agarraba las tetas, manoséandolas bien. Estábamos hincados en la cama. Con una mano le acariciaba la pichula y con la otra le tocaba el culo. “Eso también me gusta, mujer”. Después de unos minutos de tocarnos así, lo recosté para chuparlo bien. Le pedí que me dijera lo que quería, dónde quería que lo tocara. Chúpame entero. Me metí el pico en la boca y después le rocé el culo con el dedo mojado. Empezó a gritar. No duró mucho, porque me tomó y me puso de espaldas y me metió de golpe su pichula en la chora. Ahí gritamos los dos. ¡Ay qué rico te mueves! (eso decía él y lo mismo pensaba yo). Ahora sí acabó (“es que ya no aguantaba”, se disculpó). A mí me había encantado. Después se fue a bañar y yo hice lo mismo. Los dos estábamos muy transpirados.

En el intermedio me comentó que no tenía mucho tiempo, porque lo esperaban más tarde en la radio. ¿Quieres más? La respuesta mía fue comenzar a tocarlo otra vez....La verdad, no nos demoramos mucho en calentarnos. Ahora me subí y jugué con su pichula adentro mientras él ponía los dedos en mi boca y en “la zorra caliente que tienes”. De repente me hizo bajarme y se puso detrás de mí. Necesito culiarte. Meterme justo al medio. Me frotaba la pichula varias veces por encima y eso me calentaba más. ¿Te gusta follar? ¿Te gusta verme caliente? Y claro que me gustaba. Me metió el dedo en la zorra y después colocó su pichula lista para entrar. Su lengua me mojaba el cuello...yo ya no aguantaba. Así, de a poquito. Levanté un poco el culo y se metió muy rico. Cuando ya estaba seguro que me gustaba, me lo enterró hasta el fondo. Acabó casi de inmediato.

No sé si era porque yo no había tenido sexo hacía mucho tiempo, si él fue muy vital (caliente), si ambos estábamos muy ansiosos, o lo que fuera. Pero la llamada telefónica por un tema cualquiera se convirtió en una cacha muy rica con un “perfecto desconocido”.

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