25 ene 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. V

V.- El Vestido de los Quince Años de mi Hermana.

Pasó el tiempo ya estaba yo por cumplir los doce y mi hermana sus quince años.

Mamá le dijo que no tenía para una fiesta en un salón pero que podía invitar a unos amigos a la casa para su cumpleaños. Fuimos al centro a que mamá le comprara un vestido para su fiesta. Caminamos y caminamos, nos metimos como a mil tiendas y mi hermana se probaba y se probaba vestidos. Recuerdo que sentí curiosidad y envidia, fue entonces que me empezó a gustar ver vestidos, había de todos tipos, algunos particularmente atractivos. Imaginaba lo que ella estaría pensando al probarse tanta ropa que la hacía ver ya no como niña, si no como señorita. Tenía ya el busto formándosele y había vestidos escotados que le hacían lucirlo.

Mamá le decía que comprara uno con escote amplio pero mi hermana no quiso. Finalmente le gustó un vestido tipo channel color verde agua, con un escote redondo discreto que la hacía verse muy bien. Me imaginé que yo pudiera ser mi hermana y probarme los vestidos que a mi me habían gustado

Le preguntó a mamá que como se veía y también me preguntó a mí. Yo no le dije nada, estaba pensando que como yo no había sido mujer no podía pedirle a mamá que me comprara también un vestido, estaba molesto. Mi hermana notó algo raro en mi. Cuando mamá estaba pagando me dijo ¿Qué te pasa?, ¿no te gustó mi vestido? Le dije que si, y me preguntó que entonces porqué estaba molesto y le respondí que no estaba molesto porque le hubieran comprado su vestido a ella si no que mamá no iba a comprar nada para mi, ella dijo:

- Bueno, pero la del cumpleaños soy yo, cuando tu cumplas años le pides un regalo a mamá, te puede comprar ropa o algo que quieras

- Si, pero no va a ser como yo quiera.

- ¿Cómo quieres?

- Asi, probarme cosas y ver como me quedan, si hubiera sido niña seguro que hoy también me hubiera comprado algo.

- Si, pero no eres niña asi que tendrás que esperar hasta tu cumpleaños y a lo mejor te compra cosas que te gusten.

- ¿Y si no me gustan las cosas que quiera comprarme?

- ¿Por qué no habrían de gustarte?

- No se, me gusta lo que te compró a ti.

- Bueno, ya no estés molesto después vemos como le hacemos, dijo y me pidió que no me enojara

- ¿Cómo?

- Ahí vemos

- ¿Cómo? Volví a preguntar

- No se, a lo mejor te dejo que veas algunas de mis cosas y puedas ver si alguna te gusta mas.

- ¿Para que?

- Pues solo para que veas si te hubiera gustado tener algo asi

- ¿Para que?, repetí.

- Para que no estés molesto imaginando que mamá no te quiera comprar las cosas que a ti te lleguen a gustar.

No fue suficiente, yo me quedé molesto. Mi mamá lo notó igualmente, me dijo que en la quincena me compraría ropa, pero yo no estaba contento.

Llegó el día de la fiesta, fue una fue una fiesta sencilla, fueron algunos de sus amigos de la escuela, mi hermana y sus amigas lucían muy atractivas y se notaba que lo hacían para atraer a los chicos de la fiesta. No era nada malicioso, apenas tenían quince años pero me percaté de su coquetería, era algo que antes no había notado ni en mi hermana ni en sus amigas.

El lunes siguiente cuando llegamos de la escuela ella tomó su vestido de sus quince años que estaba colgado y me dijo que la acompañara a dejarlo a la tintorería, le dije que si, pero antes de manera disimulada tomé los aretes que ella había usado la noche de la fiesta y me los puse, ella, como casi siempre lo hacía me dijo ¡pareces niñita! Pero lo decía mas bien en un tono de simulado regaño mas que de reproche real.

Le dije que la acompañaría a la tintorería pero que me dejara un momento usar los artes y el collar y las pulseras y los anillos que ella había usado la noche de su fiesta, solo para verme como ella se había visto esa noche.

Ella dijo que estaba bien, pero que lo hiciera rápido para después ir a dejar su vestido a lavar.

Ella misma me ofreció sus cosas, me las puse y me miré al espejo. Me veía como ella, me sentía bien pero estaba aún molesto porque a ella le había regalado mi mamá su vestido y a mi no me había comprado nada y asi se lo dije y ella comentó:

- Ni modo que te hubiera comprado un vestido si no eres niña y ya no tuvimos tiempo de pasar a ninguna tienda de niños

- No, pero de todos modos, solo te compro a ti

Yo aún sentía mucha envidia, traía puestos el collar y los aretes que ella había usado la noche de su fiesta, incluso una pulserita de piedritas color verde agua que su madrina le había comprado para hacer juego con su vestido.

Estaba enojado, pero le pregunté que como me veía. Me dijo que todo eso era cosa de niñas, nada mas te falta el vestido para estar igual que yo estuve el sábado, me dijo.

Sentí como un rayo en el estómago. Muchas veces había pensado en como me vería usando sus cosas de accesorios pero también algo de su ropa.. En aquel entonces y a la edad que yo tenía esos no eran pensamientos claros pues lo veía como imposible que pasara, pero ella fue la que lo dijo “nada mas te falta el vestido para estar igual que yo estuve el sábado”

La miré, no me atrevía a decirlo, pero sentí una sensación de mariposas volar vertiginosamente dentro de mi estómago y sentí que la cabeza me daba vueltas.

“Nada mas te falta el vestido para estar igual que yo estuve el sábado” Habían pasado solo dos segundos desde que lo dijo pero a mi ese momento me pareció eterno. No sabía que hacer o que decir. Tomé el vestido del respaldo de la silla de la recámara que es donde ella lo había dejado para llevarlo a lavar y lo extendí, lo tome con las dos manos y me pare frente al espejo. Lo puse sobre mi ropa, solo presentando como se vería. Ella me dijo

- Estas loco, ni se te ocurra

- Solo estoy viendo como te veías tu el sábado

- Ya dámelo porque lo vamos a llevar a la tintorería

Ella quería que lo dejara pero lo que yo estaba sintiendo era mucho mayor. No sabía entonces que era, pero esa sensación tenía un poder muy grande en mí.

Aventuré:

- Déjame me lo pongo rápido solo para sentir como te sentías

- No, me lo vas a echar a perder

Pensé que no le importaba tanto que lo usara como la posibilidad de que se lo echara a perder

- Déjame rápido, solo un minuto, solo para sentir como te sentías el sábado

- Ándale, ¿siiii?

- No

- Ándale, déjame sentir lo que sentías, sentir que te den muchos regalos y te den cosas para que te veas bonita

- No te tienes que poner mi vestido para sentirlo

- Si porque es el regalo que te dio mamá, quiero ver que se siente. Quiero ver que sentiste

- Bueno, dijo ella, pero muy rápido

Las mariposas triplicaron su aleteo, me sentía como si me fuera a desmayar de la emoción. Me quité la camisa, los zapatos y los pantalones delante de ella, quedé en trusa y camiseta, me puse el vestido, por primera vez en mi vida, y apenas habiendo cumplido los doce años estaba vestida como la niña que desde pequeña, sin tenerlo muy claro, había querido ser.

Sentía la tela suave en contacto con la piel de mis piernas pero la parte de arriba se veía mal porque tenía aun puesta la camiseta de niño.

Le dije a mi hermana que me la iba a quitar y ella dijo que no, que mejor ya me quitara el vestido pero no le hice caso, me quite la camiseta y me volví a subir las mangas del vestido, pero algo pasaba que no me veía bien y era porque el vestido me quedaba muy flojo.

Le dije, que me lo abrochara y dijo que no, que ya me lo quitara, pero le rogué y accedió.

- Sólo un minuto, dijo

- Si, solo un minuto suspire sabiendo que no iba ser así.

Estaba en la gloria, me sentía extremadamente bien.

El vestido se abrochaba por la espalda. Tenía varios botones que mi hermana fue abrochando uno a uno mientras yo me miraba al espejo sintiendo el efecto que cada botón hacia en el talle del vestido haciendo que poco a poco se me fuera viendo mas y mas bien, alineado a mi cuerpo, ajustado y formando la figura que yo había visto en mi hermana el día de su fiesta. Ella abrochó el último botón y de manera inconciente me acomodó las mangas. Me hizo que me volteara hacia ella, alisó el escote para compensar mi falta de busto y me dijo que me veía bien.

No lo podía creer, ella me decía que me veía bien usando su vestido. Me sentí como en las nubes, me sentía como una reina. Me paré frente al espejo y me miré, ella dijo que me parecía mucho a ella, lo cual era cierto, pero mas bien, quería decir que me parecía a ella de cómo se había visto en su fiesta.

- Si, me veo como tu, solo me faltaría el maquillaje

- Ah no, dijo eso si ya no, imagínate como te vas a ver maquillado. No, definitivamente no.

- Ándale si??

- No, dije que no y no es no.

- Solo los labios, un poquitito, ¿siii?

- ¡que no! Y ya no me digas

No insistí mas, estaba sintiendo mucho como para desperdiciar el tiempo discutiendo. Me miré al espejo y modelé para sentir como ella. El vestido era channel debajo de la rodilla. Caminé unos pasos dentro de la recamara y pude sentir en mi pantorrilla la suavidad de la tela del vestido rozándome a cada paso que daba. Salí de la recamara hacia la sala, ella me dijo que me regresara inmediatamente, le dije solo un minuto.

- Asi dijiste hace rato

- Espérame solo voy a la sala y regreso

Salí de la recamara, caminé por la sala, me miré en el espejo en el que mi hermana se miraba para verse cuando la madrina le llevaba algo, me sentí muy emocionada, después fui hasta la cocina. Regresé a la sala y me senté, junte las rodillas como veía que mamá y ella lo hacían, definitivamente me sentía como ellas.

Regresé a la recamara, me volví a ver al espejo y vi que me parecía muchísimo a mi hermana. Le volví a decir del maquillaje y me volvió a decir que no.

Le pregunte: ¿un día…?

¡Nunca! Dijo ella

Yo ya no supliqué, en ese momento tenía todo lo que quería volví a salir a la sala para verme en el espejo y caminar y sentir el vestido tocando mis pantorrillas, me exalté al ver que me parecía mucho a Claudia, y sin saber que era lo que me pasaba sentí por primera vez en mi vida el inicio de una erección que mi hermana percibió. Yo traté de ocultarlo agachándome un poco pero ella lo notó y me dijo. ¿ya ves lo que te pasa por andar pensando en estas cosas?, mira como se te puso “ahí”.

Sentí pena pero a la vez sentí que estaba en el paraíso, estaba sintiendo muy rico, la sensación era formidable.

Mi hermana me dijo que ya me quitara el vestido y por mas que le supliqué que me lo dejara un rato mas, me dijo que ya no, que tenía que llevarlo a la tintorería.

Pensé, ah, es por la tintorería, o sea que si no fuera por eso, me lo dejaría usar mas tiempo, se lo dije y ella dijo que con tintorería o sin ella ya me lo quitara. Yo estaba feliz. Me salí de la recamara y caminé hacia la cocina para sentir una última vez el movimiento de la tela del vestido alrededor de mis piernas, era increíble.

Me quité el vestido y los accesorios. Me puse mi ropa de niño y la acompañé a dejar el vestido a lavar. Al regresar y entrar en la casa, ella guardó los accesorios que me había puesto y me dijo

- No le digas nada de esto a mamá. No le va a gustar

- Como digas hermanita.

Sin quererlo inició un entendimiento de complicidad entre los dos, yo tenía los 12 pasados y ella acababa de cumplir los quince.

9 ene 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. III - IV

III Los principios

Una tarde, después de comer, al guardar mi uniforme para el día siguiente vi en el tocador los aretes “de plata” que había recibido mi hermana de su madrina. Ella dormía y yo recordé la tarde en que ella los recibió y se los probó. Recordé que yo había pensado ese día que también tenía el cuello largo y que seguramente me harían verme de la misma manera que mi hermana. Tomé uno de los aretes y volteé a ver si mi hermana seguía dormida y me lo puse. Sentí unas cosquillitas muy ricas en el estómago. Tenía apenas como 10 años asi que estoy seguro que esa sensación no estaba asociada a una sensación física, mas bien fue emocional. Me mire en el espejo y me sentí muy bien. Volví a mirar a ver si mi hermana seguía dormida y me puse el otro arete. Me miré en el espejo y me sentí mejor. Empecé a imaginar si yo hubiera sido niña y hacía gestos como de niña ante el espejo. Movía la cara inclinándola de lado como recordaba que mi hermana había hecho cuando los recibió. Luego mandaba un beso a la imagen que veía y la inclinaba hacia el lado opuesto. Percibí la sensación de los aretes que con los movimientos que hacía golpeaban suavemente mi cuello. Entonces moví la cabeza girándola y vi como los aretes se movían por el impulso del movimiento. Inclinaba la cara de un lado a otro, mandaba besitos a la imagen que veía en el espejo y después giraba la cabeza para ver el movimiento de los aretes. Estaba sintiendo cosas que nunca había sentido, me sentía muy bien. No sabía que era, pero la sensación era fantástica…

“¿Qué haces?”

Era la voz de mi hermana. Había despertado y no se desde hacía cuanto tiempo estaba mirando los movimientos y los gestos que yo estaba haciendo. Me quedé sin habla.

¿Qué haces?

No pude hablar, me quité rápidamente los aretes y los puse sobre el tocador mientras ella se incorporaba en la cama.

¿Qué, eres niñita?, preguntó.

Le dije que no y me preguntó que porque lo había hecho. Le comenté que me daba coraje que a ella le regalaban cosas y que a mi no, que su madrina la quería mucho y a cada rato le llevaba regalitos y que a mi nadie me daba nada.

Me dijo que eso no era importante, que mientras tuviera el cariño de ella y de mamá lo tenía todo.

- Mira, no vuelvas a agarrar mis cosas, no esta bien que las uses, no eres niña.

- No, pero es una manera de compartir lo que te regalan, le dije.

- Eso de compartir esta bien, pero no las cosas que son de niña.

- Bueno, si, son de niña, pero hay hombres que usan cadenas o collares o pulseras, asi que ¿Por qué yo no puedo?

- Si, pero no usan aretes

- Si hay muchachos que usan aretes, le dije, asi que no tiene nada de malo, ¿no?

- No, pero son cosas tipo unisex, no usan cosas de niña

- Y los artes, ¿no son de niña?

- Lo pensó un poco y luego dijo: Mira, nada más para que no te sientas mal de que no te regalan nada puedes agarrar las cosas que te gusten de lo que mi madrina o mi mamá me vayan dando, solo que escoge cosas que no se vean que son de niña, trata de escoger cosas que puedan parecer unisex.

Era una especie de autorización de que podía usar parte de sus cosas, al menos asi lo entendí.

- Puedes coger mis cosas pero solo para probártelas, no quiero que andes por la casa con ellas y cuídalas para que duren, además, escoge las cosas que sean mas bien unisex, no te quiero de niña, ratifico asi lo que me quería decir..

Asi fue, sin malicia y sin pensarlo, de ahí en adelante cuando ella se ponía a revisar sus cosas y a probárselas con diferentes cambios de ropa la acompañaba y me probaba lo que ella se probaba y trataba de hacerlo después de que ella iba dejando las cosas que se ponía pues de esa manera sentía que yo era un poquito ella.

IV La costumbre

Quizá eso nos hizo ser mas unidos, mi hermana me dejaba agarrar sus cosas, yo me las probaba y le preguntaba que como me veía.

Ella contestaba siempre en plan de broma: “¡Pareces niña!” y era una especie de juego, siempre que me ponía algo le preguntaba lo mismo y siempre era la misma respuesta “pareces niña”, ella lo decía entre broma, como si estuviera enojada pero no pasaba de ahí.

Tenía unos aretes de tipo botón, había dos iguales, unos color rosa nacarado y otros color azul nacarados también. Una tarde me dejé deliberadamente los aretes color rosa y me fui a ver la tele con ellos. Mi hermana me dijo que no me hiciera el chistocito y que no usara las cosas fuera de la recamara. Le dije que me iba a buscar unos unisex de color azul pues el azul es el color de niño y dijo que de todos modos eran aretes, que me los quitara.

- ¿Y si me pongo los azules?, insistí, el color azul es de niño

- Si, es de niño, pero los artes son de niña,

- Ándale ¿si?,

- Solo un ratito, cedió..

Seleccioné unos aretes que casi me ponía a diario al llegar de la escuela. Eran solo como un botón de color azul. Definitivamente eran de niña pues como decía mi hermana: aretes son aretes y son para niña sin importar el color. Me los puse y regresé a la sala en donde estaba la tele. Ella me miró haciendo un gesto como si estuviera enojada pero no me dijo nada. Me paré frente al espejo a un lado de ella y me miré como me quedaban los artes y le pregunté que como me veía.

¡Como niña! Dijo entre enojada y bromeando. Yo no dije nada, me volví a mirar en el espejo y sí, realmente me veía como niña, pero mas que verme como niña, empezaba a sentirme como niña. No le dije nada y me senté en el sillón frente a ella, por primera vez en mi vida me senté juntando las rodillas de manera deliberada. Definitivamente me sentía en ese momento como si fuera una niña.

Asi fue durante algún tiempo, llegaba de la escuela, hacía mis cosas y después me ponía aretes y algún collar y salía de la recamara a ver la tele. Mi hermana me veía, pero no me decía nada, solo de repente me decía como fingiendo enojo: ¡niña! Pero no me molestaba, me imaginaba que yo hubiera podido ser ella.

A mi hermana no le gustaba que yo me pusiera sus cosas pues decía que eran de niña pero yo le decía que eran unisex, ella me decía: tu sabes que no, pero bueno, no vayas a maltratar mis cosas.

Sentía un especial placer en probarme exactamente las cosas que ella ya se había probado, me imaginaba que era una manera de certificar que realmente eran cosas de niña. Yo estaba por cumplir los once años y mi hermana ya tenía catorce.

Pasó el tiempo, seguíamos el juego que ya se había convertido en una especie de aventura. Yo sentía cada vez mas satisfacción al probarme sus cosas, siempre, los accesorios, asi que en ocasiones me hacía disimulado y me quedaba usando un collar o unos aretes, ella me decía que no me hiciera el chistoso pero yo le contestaba que era solo por un rato, pero me quedaba asi toda la tarde, hasta poco antes que llegara mamá.

Fueron épocas muy lindas. Era una especie de comunión entre hermanos. Se empezó a hacer algo asi como una complicidad pues ya cerca de la hora en que mamá iba a llegar me decía que me quitara sus cosas y que no le contara a mamá para que no se fuera a enojar.

Yo no quería contarle pues no quería que le dijera a mi hermana que no me dejara hacerlo. Fueron meses que pasamos de esa manera, dos o tres veces por semana ella se ponía diferentes accesorios, aretes, collares o pulseras y anillos y me dejaba que me los probara. Cuando llegaba la madrina y a veces le llevaba un regalito, ella, al verlo y ponérselo delante de la madrina volteaba a verme sonriendo como diciéndome en un acto de complicidad que esperara a que estuviéramos solos para que me lo probara.

Después, inmediatamente al inicio de la semana, al llegar de la escuela ella sacaba sus cosas y se ponía de nuevo el collar o los artes o la pulsera que la madrina le había regalado. Yo estaba junto a ella, esperando a que los dejara para entonces ponérmelos, mi hermana entonces me veía y a veces se reía y me decía como jugando - ¡pareces niña!

Yo le decía que no era niña aunque pensaba en serlo pues para entonces ya disfrutaba de usar aretes y collares o pulseras prácticamente todas las tardes.

7 ene 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. I - II

INTRODUCCIÓN

Patvé es al igual que muchas de nosotras una hembrita de corazón, a veces lo es y a veces es niño en una dualidad que le costó mucho trabajo identificar primero y entender después, pero que ahora mantiene bajo el control de sus emociones que balancea en una vida de niño obligada por las circunstancias o limitada por su indeterminación de convertirse en niña al 100%

Patvé creció en el seno de una familia normal hasta que a sus ocho años de edad empezaron a cambiar las cosas ante la separación de la familia por parte de su padre.

Esta historia es una recopilación de sucesos y recuerdos y en ocasiones deseos de ver las cosas de manera mas natural lo cual es la intención primaria de este libro que consta de varios capítulos los cuales se irán liberando de manera semanal, cada lunes.

Si en algún momento te sientes incomoda o ya no quieres seguir recibiendo esta historia solamente dímelo para que te borre de la lista de los recipientes.

A todas y todos les mando mis mejores deseos.

Patricia.

Capítulo I, La Familia

Papá y mamá se llevaban bien entre ellos, al menos eso era lo que yo creía, la familia la completábamos mi hermana Claudia que me llevaba tres años y yo que era el más chico de los dos únicos hijos de mis papás.

Papá trabajaba todo el día pero mamá solo en las mañanas. Era maestra y trabajaba como subdirectora en la escuela en la que íbamos mi hermana y yo.

Cuando tenía como ocho años de repente me enteré que papá se separaba de nosotros, digo de nosotros pues en casa nos quedamos solo mi mamá, mi hermana Claudia y yo. No supe entonces el porqué papá se fue, así, nada mas un día de repente mamá nos dijo que papá ya no iba a llegar a dormir, el sábado le empacó sus cosas que dejó en cajas y el siguiente domingo nos salimos temprano y cuando volvimos las cosas ya no estaban. A partir de entonces hubieron cambios importantes en nuestra vida, mamá tuvo que conseguir un trabajo en las tardes y dejamos la casa en que vivíamos y nos mudamos a un departamento en un edificio que mamá localizó en una unidad habitacional cerca de la escuela en la que todos íbamos en la mañana.

De una u otra manera nos adaptamos a nuestra nueva vida, todo era casi igual con la excepción de que mamá ya no estaba con nosotros por las tardes, entonces, mi hermanita se hizo cargo de cuidarme pues para entonces yo estaba por cumplir los nueve años pero ella ya había cumplido los doce..

A mamá no le gustaba que estuviéramos solos en la casa pero no teníamos opción asi que la instrucción era que saliendo de la escuela nos fuéramos directamente a la casa y no podíamos salir para nada hasta que ella volviera y asi lo hacíamos.

Recuerdo bien a papá pero con la imagen de aquel entonces pues cuando nos dejó yo estaba muy chico y no lo volví a ver si no hasta muchos años después.

Mis días pasaban tranquilamente, mamá ya no estaba con nosotros en las tardes pero nos acomodábamos sin ella pues en compañía de mi hermana, con los quehaceres de la casa, las tareas de la escuela y la televisión no nos sentíamos tan solos.

Los cuidados de mi hermana y de mi madre me hicieron crecer sintiéndome bien en un ambiente protegido donde tenía las cosas que necesitaba y el cuidado que mi hermana me daba, asumiendo el papel de mamá que entendía como una manera de colaborar a resolver los problemas que teníamos en la casa por la ausencia de mi papá.

Me gustaba estar con mi hermana, me gustaba jugar con ella. Por las tardes, después de hacer las cosas de la casa y la tarea veíamos la televisión, a ella le gustaba ver las tele novelas y aunque no era algo que me atrajera particularmente, yo las veía también, Había veces que ella decía que le gustaría ser la protagonista, sobre todo cuando las cosas iban bien en la novela y asi pasábamos la tardes entre semana pues los sábados íbamos con mamá al mercado a comprar las cosas para la semana. A veces, la madrina de mi hermana, que era amiga de mi mamá venía a la casa los sábados en la tarde y nos la pasábamos viendo películas o platicando. Los domingos nos levantábamos tarde hacíamos limpieza general en la casa y a veces por la tarde mamá nos invitaba al cine que seleccionábamos mas que por la película que pasaba, por su ubicación pues a mamá le gustaba ir al centro y saliendo del cine nos invitaba a cenar en el Sanborn’s de Los Azulejos o a los churros del Moro.

Después caminábamos un rato por Bellas Artes rumbo a la entrada al Metro para llegar a casa y preparar los uniformes y los útiles de la escuela para salir temprano el día siguiente.

Eso era una rutina que duró muchos años y que forma parte de mis buenos recuerdos de la infancia la cual pienso que viví muy feliz.

Capítulo II, Los Primeros Pensamientos.

Eran épocas difíciles para mamá pero yo no lo entendía. Me gustaba estar con mi hermana por las tardes pero creo que la desesperaba pues le pedía cosas o que jugara conmigo pero ella no tenía tiempo pues tenía tareas y ver que las cosas fueran bien en la casa. Ella era la que lavaba la ropa, lo hacía en la lavadora y eso le tomaba tiempo. Me pedía que la ayudara a tenderla para que se secara y yo lo hacía pero de mala gana y eso no le gustaba. Yo la admiraba y no la veía como hermana, más bien como amiga, como una amiga que se preocupaba de todo sobre mí. Fue en aquel entonces que por primera vez tuve un tipo especial de pensamientos, a veces imaginaba que si yo hubiera sido niña nos llevaríamos mejor. Me gustaba mucho agradarle y que ella me demostrara su cariño cuidándome, no eran pensamientos que vinieran con frecuencia a mi mente, pero recuerdo que de vez en vez asi lo imaginaba.

No es que estuviera incomodo habiendo sido niño, me gustaba ser niño, pero me atraía mucho el que tal vez, solo tal vez pudiera haber sido niña y asi ser mejor amiga de mi hermana. Estas ideas nunca antes habían cursado por mi mente y entonces que las tenía me hacían sentir inquieto pues no sabía si estaba bien o no que las tuviera.

En aquel entonces nunca platiqué con mi mamá de esto, nunca le dije nada, ni siquiera a mi hermanita con la que tenía mucha confianza, pero era un pensamiento que me asaltaba de vez en vez y que me hacía sentir como si no estuviera bien que yo pensara asi.

Poco a poco al paso del tiempo estos pensamientos se afirmaban mas pues la madrina de mi hermana cuando venía a vernos le traía siempre un regalito, nos visitaba una o dos veces al mes y siempre le llevaba algo a mi hermana, en cambio, mi padrino había sido un amigo del trabajo de mi papá según me comentaba mi mamá, el casi no nos visitaba ni siquiera cuando papá vivía con nosotros y cuando papá se fue de la casa ya no lo volví a ver.

Recuerdo que veía entonces a mi hermana con las cosas que su madrina le llevaba, a veces eran dulces o chocolates pero conforme fue creciendo le llevaba otro tipo de regalos, como aretitos o anillos, collares o pulseritas, todo del tipo de fantasía. Recuerdo a mi hermana como se ponía de inmediato las cositas para que la madrina la viera como le quedaban. Me daba envidia entonces y deseaba que la madrina de mi hermana hubiera sido mi madrina en vez de ese tipo que decía mi papá que era mi padrino pero que nunca veía y que me llevara también regalitos, aunque fueran cosas de niña, Pero que yo también tuviera algo para recibir, y hasta para ponérmelo, creo que eso apoyaba mis pensamientos a veces concientes, a veces inconcientes de la conveniencia de que yo hubiera sido niña en vez de niño

Mamá llegaba tarde de trabajar y todavía cocinaba lo que íbamos a comer al día siguiente. Mi hermana y yo llegábamos de la escuela como a las dos de la tarde, inmediatamente nos quitábamos el uniforme y nos cambiábamos y comíamos lo que mamá había dejado preparado. Claudia lavaba los trastes y yo barría y trapeaba. Las camas habían quedado arregladas desde temprano. Después hacíamos la tarea y como a eso de las cuatro o cinco nos poníamos a ver la tele pues mamá no nos dejaba salir a la calle si ella no estaba.

Una vez, en un fin de semana la madrina de mi hermana le llevó unos aretes eran como siempre de tipo de clip pues a mi hermana no le habían perforado las orejas. Se los puso inmediatamente para lucirlos con la madrina. Eran unos aretes de plata (imitación) y eran largos. La madrina le dijo a mi hermana que se los había comprado asi pues ella tenía el cuello alargado y seguramente le quedarían muy bien y que los aretes de ese tipo le harían lucir su esbeltez. Mamá asintió y fue una plática de solo ellas tres.

Vi a mi hermana y la miré con envidia como se ponía los aretes del regalo y moviendo la cabeza de una lado a otro le mostraba a mamá y a su madrina como le quedaban. Sentí coraje y envidia y me metí al baño y me miré en el espejo y me dije que yo también tenía el cuello largo y me pregunté que si me pusiera esos aretes si igualmente se me verían bonitos. Eran mis primeros pensamientos en ese sentido.

A mi hermana yo la quería mucho, la respetaba y trataba siempre de obedecerla en lo que me pidiera pero le tenía envidia por haber sido la primera y por todo lo que recibía de mamá y especialmente de la madrina además porque era la que tenía el control de la casa en ausencia de mamá, porque veía que disfrutaba poniéndose y cambiándose de los accesorios que le regalaban y los combinaba con cambios de ropa haciéndolos que combinaran de manera que pareciera un arreglo especial. Veía como disfrutaba ella de todo esto y sentía envidia. Era entonces que pensaba que es lo que hubiera pasado si yo en lugar de niño hubiera sido niña, ella hubiera compartido sus cosas conmigo.

A veces, al terminar de comer y hacer nuestras tareas veíamos la tele, otras ella se acostaba a dormir un poco, otras sacaba algo de su ropa para ver si aun le quedaba y se la probaba, la mayoría de las veces la volvía a guardar. Yo la veía, sin ánimo especial, solo veía que ella disfrutaba probándose ropa que de sobra sabía que le quedaba, pero la combinaba entre si y decía que esa era una forma de hacer rendir su vestuario.

Yo la miraba y me gustaba pensar que es lo que ella sentía, ella me miraba que la estaba viendo y a veces me preguntaba que estaba pensando, pero no le decía.

Pasaron algunos meses y nos acostumbramos a que mamá llegara hasta pasadas las siete de la tarde. Nosotros al llegar de la escuela nos cambiábamos de ropa antes de comer.