9 ene 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. III - IV

III Los principios

Una tarde, después de comer, al guardar mi uniforme para el día siguiente vi en el tocador los aretes “de plata” que había recibido mi hermana de su madrina. Ella dormía y yo recordé la tarde en que ella los recibió y se los probó. Recordé que yo había pensado ese día que también tenía el cuello largo y que seguramente me harían verme de la misma manera que mi hermana. Tomé uno de los aretes y volteé a ver si mi hermana seguía dormida y me lo puse. Sentí unas cosquillitas muy ricas en el estómago. Tenía apenas como 10 años asi que estoy seguro que esa sensación no estaba asociada a una sensación física, mas bien fue emocional. Me mire en el espejo y me sentí muy bien. Volví a mirar a ver si mi hermana seguía dormida y me puse el otro arete. Me miré en el espejo y me sentí mejor. Empecé a imaginar si yo hubiera sido niña y hacía gestos como de niña ante el espejo. Movía la cara inclinándola de lado como recordaba que mi hermana había hecho cuando los recibió. Luego mandaba un beso a la imagen que veía y la inclinaba hacia el lado opuesto. Percibí la sensación de los aretes que con los movimientos que hacía golpeaban suavemente mi cuello. Entonces moví la cabeza girándola y vi como los aretes se movían por el impulso del movimiento. Inclinaba la cara de un lado a otro, mandaba besitos a la imagen que veía en el espejo y después giraba la cabeza para ver el movimiento de los aretes. Estaba sintiendo cosas que nunca había sentido, me sentía muy bien. No sabía que era, pero la sensación era fantástica…

“¿Qué haces?”

Era la voz de mi hermana. Había despertado y no se desde hacía cuanto tiempo estaba mirando los movimientos y los gestos que yo estaba haciendo. Me quedé sin habla.

¿Qué haces?

No pude hablar, me quité rápidamente los aretes y los puse sobre el tocador mientras ella se incorporaba en la cama.

¿Qué, eres niñita?, preguntó.

Le dije que no y me preguntó que porque lo había hecho. Le comenté que me daba coraje que a ella le regalaban cosas y que a mi no, que su madrina la quería mucho y a cada rato le llevaba regalitos y que a mi nadie me daba nada.

Me dijo que eso no era importante, que mientras tuviera el cariño de ella y de mamá lo tenía todo.

- Mira, no vuelvas a agarrar mis cosas, no esta bien que las uses, no eres niña.

- No, pero es una manera de compartir lo que te regalan, le dije.

- Eso de compartir esta bien, pero no las cosas que son de niña.

- Bueno, si, son de niña, pero hay hombres que usan cadenas o collares o pulseras, asi que ¿Por qué yo no puedo?

- Si, pero no usan aretes

- Si hay muchachos que usan aretes, le dije, asi que no tiene nada de malo, ¿no?

- No, pero son cosas tipo unisex, no usan cosas de niña

- Y los artes, ¿no son de niña?

- Lo pensó un poco y luego dijo: Mira, nada más para que no te sientas mal de que no te regalan nada puedes agarrar las cosas que te gusten de lo que mi madrina o mi mamá me vayan dando, solo que escoge cosas que no se vean que son de niña, trata de escoger cosas que puedan parecer unisex.

Era una especie de autorización de que podía usar parte de sus cosas, al menos asi lo entendí.

- Puedes coger mis cosas pero solo para probártelas, no quiero que andes por la casa con ellas y cuídalas para que duren, además, escoge las cosas que sean mas bien unisex, no te quiero de niña, ratifico asi lo que me quería decir..

Asi fue, sin malicia y sin pensarlo, de ahí en adelante cuando ella se ponía a revisar sus cosas y a probárselas con diferentes cambios de ropa la acompañaba y me probaba lo que ella se probaba y trataba de hacerlo después de que ella iba dejando las cosas que se ponía pues de esa manera sentía que yo era un poquito ella.

IV La costumbre

Quizá eso nos hizo ser mas unidos, mi hermana me dejaba agarrar sus cosas, yo me las probaba y le preguntaba que como me veía.

Ella contestaba siempre en plan de broma: “¡Pareces niña!” y era una especie de juego, siempre que me ponía algo le preguntaba lo mismo y siempre era la misma respuesta “pareces niña”, ella lo decía entre broma, como si estuviera enojada pero no pasaba de ahí.

Tenía unos aretes de tipo botón, había dos iguales, unos color rosa nacarado y otros color azul nacarados también. Una tarde me dejé deliberadamente los aretes color rosa y me fui a ver la tele con ellos. Mi hermana me dijo que no me hiciera el chistocito y que no usara las cosas fuera de la recamara. Le dije que me iba a buscar unos unisex de color azul pues el azul es el color de niño y dijo que de todos modos eran aretes, que me los quitara.

- ¿Y si me pongo los azules?, insistí, el color azul es de niño

- Si, es de niño, pero los artes son de niña,

- Ándale ¿si?,

- Solo un ratito, cedió..

Seleccioné unos aretes que casi me ponía a diario al llegar de la escuela. Eran solo como un botón de color azul. Definitivamente eran de niña pues como decía mi hermana: aretes son aretes y son para niña sin importar el color. Me los puse y regresé a la sala en donde estaba la tele. Ella me miró haciendo un gesto como si estuviera enojada pero no me dijo nada. Me paré frente al espejo a un lado de ella y me miré como me quedaban los artes y le pregunté que como me veía.

¡Como niña! Dijo entre enojada y bromeando. Yo no dije nada, me volví a mirar en el espejo y sí, realmente me veía como niña, pero mas que verme como niña, empezaba a sentirme como niña. No le dije nada y me senté en el sillón frente a ella, por primera vez en mi vida me senté juntando las rodillas de manera deliberada. Definitivamente me sentía en ese momento como si fuera una niña.

Asi fue durante algún tiempo, llegaba de la escuela, hacía mis cosas y después me ponía aretes y algún collar y salía de la recamara a ver la tele. Mi hermana me veía, pero no me decía nada, solo de repente me decía como fingiendo enojo: ¡niña! Pero no me molestaba, me imaginaba que yo hubiera podido ser ella.

A mi hermana no le gustaba que yo me pusiera sus cosas pues decía que eran de niña pero yo le decía que eran unisex, ella me decía: tu sabes que no, pero bueno, no vayas a maltratar mis cosas.

Sentía un especial placer en probarme exactamente las cosas que ella ya se había probado, me imaginaba que era una manera de certificar que realmente eran cosas de niña. Yo estaba por cumplir los once años y mi hermana ya tenía catorce.

Pasó el tiempo, seguíamos el juego que ya se había convertido en una especie de aventura. Yo sentía cada vez mas satisfacción al probarme sus cosas, siempre, los accesorios, asi que en ocasiones me hacía disimulado y me quedaba usando un collar o unos aretes, ella me decía que no me hiciera el chistoso pero yo le contestaba que era solo por un rato, pero me quedaba asi toda la tarde, hasta poco antes que llegara mamá.

Fueron épocas muy lindas. Era una especie de comunión entre hermanos. Se empezó a hacer algo asi como una complicidad pues ya cerca de la hora en que mamá iba a llegar me decía que me quitara sus cosas y que no le contara a mamá para que no se fuera a enojar.

Yo no quería contarle pues no quería que le dijera a mi hermana que no me dejara hacerlo. Fueron meses que pasamos de esa manera, dos o tres veces por semana ella se ponía diferentes accesorios, aretes, collares o pulseras y anillos y me dejaba que me los probara. Cuando llegaba la madrina y a veces le llevaba un regalito, ella, al verlo y ponérselo delante de la madrina volteaba a verme sonriendo como diciéndome en un acto de complicidad que esperara a que estuviéramos solos para que me lo probara.

Después, inmediatamente al inicio de la semana, al llegar de la escuela ella sacaba sus cosas y se ponía de nuevo el collar o los artes o la pulsera que la madrina le había regalado. Yo estaba junto a ella, esperando a que los dejara para entonces ponérmelos, mi hermana entonces me veía y a veces se reía y me decía como jugando - ¡pareces niña!

Yo le decía que no era niña aunque pensaba en serlo pues para entonces ya disfrutaba de usar aretes y collares o pulseras prácticamente todas las tardes.

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