7 feb 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. VIII

Capítulo VIII, Algunos Cambios de Ropa.

Mi hermana me vio. Expresó su asombro y solo dijo: “Qué bárbaro, si hubieras sido mujer hubieras estado bien guapa”

Yo disfruté de todo, del vestido, de la ropa interior, del maquillaje, de verme, de sentarme como señorita, todo era fabuloso.

Caminé de un lado al otro de la casa, me encantaba caminar y que mi hermana me viera y me decía que caminara mas despacio, incluso, me dijo que ese tipo de vestidos, asi con el vuelo medio suelto eran para lucirse moviendo la cadera y que de esa manera el vestido se movía al dar el paso. Me dijo que lo intentara pero la verdad no me salía muy bien.

Me dijo que me pusiera unas sandalias para ver si podía moverme un poco mas. Me quedaban justas pues aunque ella me llevaba tres años teníamos para entonces mas o menos la misma talla. Me puse las sandalias y me sentí completa. Ella me dijo que el peinado no ayudaba y me acomodó el cabello hacia abajo, tipo honguito. Fue un movimiento sencillo pero fue un gran cambio, ahora si, no cabía duda, podríamos haber sido dos lindas hermanas.

- Bueno, dijo, ya quítate las cosas.

- Espera otro rato, apenas estoy viendo como quedé., además es temprano, déjame otro ratito. Si?

- Bueno, me voy a meter a bañar, para cuando salga ya te cambiaste, ¿esta bien?

- Si, solo un ratito mas y me cambio.

Se metió a bañar, yo no quería cambiarme pero pensé que estaba bien no contrariarla para que hubiera otra oportunidad después.

Me quité el vestido y quedé en ropa interior de niña, bueno, mas bien de mujer pues traía puesto el brasier. Tomé un gancho y colgué el vestido y le puse su bolsa de plástico, todo manteniéndome con la ropa interior de mi hermana.

Al guardar el vestido en el closet vi una falda que me gustaba como se le veía a mi hermana y me la puse. Era una falda de mezclilla tipo mini. Mi hermana hacía tiempo que no se la ponía pues decía que le quedaba ya muy corta y si, cuando me la puse vi que me quedaba muy arriba, casi se me veía la base de la media, pero definitivamente me veía muy bien solo que el brasier se veía aplastado, asi que tomé mis calcetines y los usé a manera de relleno. Después tomé del cajón una blusa rosa tejida con cuello de tortuga y sin mangas y me la puse. Me volví a retocar el cabello y me miré en el espejo.

Fue inolvidable, no me reconocí. Pensé en mi hermana, y en Alicia en lo que sentirían cuando se arreglaban y sabían que habían quedado lindas. Asi me sentía yo.

Estaba pensando eso cuando mi hermana salió del baño. Dos toallas enrolladas, una en la cabeza para secarse el cabello y la otra, como yo la había usado, tapándole desde el busto hasta arriba de la rodilla.

Me miró asombrada y me preguntó que me pasaba, que habíamos quedado que ya iba a guardar las cosas.

- Si las guarde

- Si, pero sacaste otras que además no te había prestado, asi que quítate lo que traes puesto. Además esa es una minifalda, ni modo que te la pongas.

- Bueno, pues ya me la puse y me siento muy bien, me gusta como se me ven las piernas pero si quieres me la cambio

- No, no quiero que te la cambies, solo que te la quites.

- No seas malita, si ya estoy arreglada déjame probarme otras cositas, dame un ratito mas, ¿si? Lo que alcance a probarme en media hora y te prometo que te dejo todo bien arreglado

- No, no quiero que te pongas ya otra cosa

- ¿Otro día?, le pregunte.

- No sé, primero necesito estar segura que realmente te gustan las niñas.

- Por eso me gusta arreglarme, porque me gusta ver como sería de niña.

- No, no me refiero a eso, si no a que realmente esto sea un juego y que en verdad te gusten las niñas.

- Si es eso, ahí esta Alicia. Me gusta y mucho y tu lo sabes.

- Si, y entonces porque te gusta ponerte mi ropa.

- Ah, para imaginármela a ella como se va vistiendo poco a poco y lo que siente, es como si yo estuviere con ella. Bueno, ¿si me dejas probarme otra cosa?

Me miró el busto y me preguntó que me había puesto y le dije que unos calcetines para “hacer bulto”

Yo me miraba al espejo mientras le decía todo esto, tenía puesta la minifalda y el suéter me hacia ver como si tuviera busto, las medias me hacían ver las piernas muy bien torneadas, como niña, me veía linda. Le pregunté de nuevo:

- ¿Si puedo? Solo un ratito

- No, me dijo, ya es tarde, mejor otro día.

- Déjame media hora, solo media hora y te prometo que guardo todo.

- Esta bien, pero solo media hora porque tenemos que levantar todo antes de que llegue mamá.

Tenía permiso, al fin, mi hermana ya no se negaba a dejarme usar sus cosas, en ese momento estaba naciendo un nuevo guardarropa para mi.

Me probé otra falda y otras blusas, dos o tres veces le preguntaba a ella que como me veía y me contestaba como siempre: “pareces niña”, para mis adentros me decía que eso era precisamente lo que yo quería.

Me gustaba verme con la silueta de mujer, ya no de niña, si no de mujer pues a mas de estar maquillada el busto se me veía muy bien.

Esa tarde creo que me habré probado unas siete u ocho combinaciones. Le dije en un momento que si me dejaba poner un poco de rimel pero dijo que no, que costaba trabajo quitarlo.

Le dije un día que tengamos tiempo?, A lo mejor, contestó. Eso era todo, ya estaba mas receptiva.

Pasado un rato me dijo con voz firme que ya guardara todo. Me dio una crema y dijo – es para quitarte la pintura de los párpados y de los labios, ah y la panti guárdala en uno de tus cajones, yo ya no la voy a usar, guárdala bien para que no te la vaya a encontrar mamá.

Era mas de lo que podía esperar. Mi hermana me regalaba una panti, como ella le decía a la pequeña tanguita que me había dado, me pedía que la guardara bien para que no me la encontrara mi mamá, era unan especie de aceptación y complicidad.

Esa noche solo en mi cuarto, recordando todo lo que había pasado en la tarde me levanté cuando mi mamá y Claudia ya estaban dormidas, me puse la panti que me había dado mi hermana y que ahora ya era mía y me metí a la cama. El roce de la tela suave de la pantaleta con las sabanas de la cama fue otra sensación que jamás había tenido. Pensé en la dicha de las mujeres de poder sentir esa suavidad y disfrutarla de manera normal todos los días, Esa suavidad que separaba mi piel de las sabanas de la cama provocó en mi una erección que ahora si comprendí que era por eso que sentía. Pensé en todo lo que había pasado esa tarde, recordaba cada una de las prendas que me puse, vi mi figura nuevamente frente al espejo vestida con la minifalda de mezclilla y usando ese suéter rosa de cuello de tortuga y sin mangas y el busto que artificialmente había logrado con el relleno que le puse al brasier de mi hermana, sin pensarlo me empecé a estimular y sin saber como, tuve mi primera eyaculación, poco después de haber cumplido mis doce años.

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