13 jun 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. LXXIV

Capítulo LXXIV, La Boda

Después de haber pasado esa etapa, y haber entendido mas el sentido de mi sexualidad empecé a disfrutarla no nada mas en lo físico, si no en lo anímico al dejar atrás cualquier sentimiento de duda al respecto y mis encuentros con Jaime se siguieron dando, pero con mayor frecuencia.

Le llamaba dos o tres veces por semana hacia medio día y nos veíamos unas tres veces al mes. El siempre contestaba el teléfono pues le llamaba a la hora que su papá salía a comer por lo que nos daba tiempo y platicábamos unos minutos, siempre fue atento aunque a veces había clientes y no me podía dedicar mucho tiempo, pero cuando hablábamos se esmeraba en hacer la llamada agradable, esa fue otra de las buenas épocas de mi vida pues visité a Jaime en la trastienda varias veces, aunque no tantas como yo hubiera querido ante ese despertar de mi sexualidad ya sin ningún tipo de confusión. No podía ir a la tienda con la frecuencia que me hubiera gustado porque tenía que pedir permiso en el despacho para no volver en la tarde o para tomarme unas horas mas a la hora de la comida o para inventar visitas a clientes que si verificaban se darían cuenta de que en verdad no realizaba y Jaime no quería que nos viéramos en la nochecita pues al cerrar la tienda se regresaba a casa con su papá para ver a su novia un rato y los domingos se los dedicaba a ella todo el día. Yo me la pasaba en la casa, a veces salíamos mamá y yo a almorzar al mercado, pero el resto del día lo pasaba en casa viendo la tele. No tenía amigos pues no me interesaba pero eso me dejaba un sentimiento de soledad que a veces era una loza muy pesada de soportar.

Esto me hacía sentir como si yo fuera una especie de amante que el tuviera que mantener en segundo plano, pero comprendía que asi tenía que ser y lo aceptaba pues me resultaba claro que siendo mujer “especial” encontrar compañía como la de Jaime aunque fuera con esa limitante era mucho mas de lo que una chica como yo pueda tener de manera regular, a cambio, podía estar con el en las oportunidades que se presentaban, no era esta la única razón, pues aparte del deseo físico de estar con el llegué a desarrollar una especie de sentimiento de cariño por el, no estaba seguro exactamente cual era ese tipo de sentimiento pero sabía que me gustaba mucho su compañía, aunque esta se limitara al aspecto físico..

Siempre que fui a la tienda fue como Patricia, el ayudante de Jaime nunca sospechó que yo no fuera realmente mujer, creo que pensaba que era una amiguita que su patrón tenía y que iba a verlo para que “la atendiera”, al menos era esa la mirada que percibía de el cuando me veía llegar y amablemente, ya sin que Jaime o yo se lo pidiera, levantaba la puerta del mostrador para darme acceso al pasillo que conducía a la trastienda como si fuera sobreentendido de que siempre que pasaba era para estar un rato a solas con su jefe. No me afectaba, lo que pensara me tenía sin cuidado, iba, Jaime me lo daba y eso era mucho para mi, empecé a disfrutar mi sexualidad sin remordimientos y plenamente como mujer, no me daba ya ningún tipo de reserva conmigo misma, o con Claudia o incluso mi mamá. Fue un tiempo de cambio en el que finalmente acepté plenamente esa faceta de mi sexualidad.

No me volví a presentar nunca mas ante Jaime con ropa de niño y no dejé que nunca me viera ni me tocara mi soldadito. Pensaba que asi era mejor y no correr el riesgo de que regresara a lo mismo de que “yo no le hago”, o peor aún que no quisiera hacerlo mas.

En algunas de esas visitas Jaime me llegaba a pedir que le hiciera sexo oral pero aunque realmente lo deseaba yo todavía quería proyectarle esa supuesta inocencia de no querer hacérselo por recato, me sentía un poco mal de engañarlo de esa manera pero pensaba que era lo mejor para mantenerlo interesado en mi haciéndolo pensar en esa supuesta inexperiencia, pero quizá por eso mismo conforme pasaba e tiempo me lo pedía con mas frecuencia e insistencia.

Las visitas a la trastienda eran excitantes, siempre fui con falda pues hasta la fecha pienso que es la prenda mas femenina en el vestir de una mujer, sobretodo cuando se trata de mujeres especiales como yo. Era doblemente excitante que me inclinaba sobre las cajas y el arrollaba la falda por sobre la cintura para hacérmelo. Llegó a dármelo sin quitarme la tanguita, solo haciéndola a un lado como en una especie de variante que se convertía a la vez en un juego que a los dos nos gustaba. No siempre era asi, pero me gustaba que me hiciera el amor de esa manera.

Me compré faldas primordialmente para usarlas en esas visitas, me hice de varias de diversos modelos, texturas y colores que combinaba con blusas de botones al frente, ya no playeras pues las blusas permitían que me desabrochara uno o dos botones y entonces podía meter la mano libremente para acariciar mis senos lo cual era algo que complementado con el acto del amor que me daba me hacían sentir realmente en las nubes. El lo notaba y le gustaba tener ese poder en mi, lo cual también me gustaba pues me hacía sentir en el plan pasivo que las mujeres adoptan para satisfacer anímicamente a sus parejas.

Cambiaba de ropa, sin repetir nunca la misma tratando de agradarle y sorprenderlo cada vez que iba a verlo. No es que tuviera muchas prendas, lo que pasa es que no tenía tantas visitas como hubiera querido. El notó que yo me esmeraba en no repetir la misma ropa y yo también lo notaba en mi presupuesto pero me sentía muy bien de ir a comprar ropa sabiendo de que manera la iba a estrenar. Me gustaba mucho pensar en ello.

Mi guardarropa creció y con el la dificultad para mantener las cosas de Patricia que tenía en mi ropero con llave pues el espacio que ocupaban empezaba a crecer mas allá del que tenía disponible. Recordé lo que Claudia me había dicho acerca de que mi mamá sabía lo del tipo de ropa que guardaba en mi ropero, bajo llave y como ya no había espacio empecé a colgar algo en el closet. Mi mamá seguramente lo notó pero había decidido desde hacía tiempo no tocar el tema, yo aproveché ese silencio para dar un poco de libertad a la guarda de mi ropa “especial” la cual poco a poco fue tomando lugares fuera del ropero con llave y la empecé a acomodar en el closet que no tenía llave, por lo que mamá seguramente llegaba a revisar, sin embargo nunca me dijo nada.

Esa variedad de ropa que usaba me hacía sentir muy bien en las visitas que hacía a la tienda donde siempre la pasé muy bien.

De todas las ocasiones que estuve con yo nunca eyaculé en el momento en que me lo hacía, me restringía a veces con mucho esfuerzo pues pensaba que si lo hacía, el, al percibirlo, podría perder el encanto de amar a Patricia y de esa manera perderlo para siempre asi que lo hacía después en mi casa y eso me tenía un poco frustrada.

Llegamos a hacerlo en tiempos muy reducidos, aprendí a llevar panti protectores para evitar los escurrimientos, me lo ponía inmediatamente que el entraba al baño para que no lo notara y de esa manera regresaba mas segura a mi casa.

Al dejar la tienda y llegar a mi departamento me auto atendía con el consolador, a veces si la hora me hacía suponer que su papá no había vuelto e llamaba a Jaime y le contaba lo que estaba haciendo, el me decía cosas como “zorrita” o “puta”, pero lo decía a manera de broma o mas bien para excitarme, entonces eyaculaba con el estímulo de su voz en mi oído a través del teléfono complementado por el consolador en mi colita con su efecto vibrador ayudando con mi mano al proceso de entrada y salida, como solo hacía unos minutos me lo había hecho Jaime. El escuchaba y notaba como la voz se me quebraba al momento de alcanzar mi orgasmo, no era siempre, pero cuando se daba este hecho el emitía como una especie de aullido desde el otro lado de la línea, como si fuera un jugador que hubiera metido un gol. Creo que le agradaba poder hacerme venir a distancia por medio de las cosas que me decía.

Fue así de esa manera que las cosas se dieron por poco mas de un año, hasta que un día en una de las llamadas telefónicas que nos hacíamos Jaime me comentó que se iba a casar.

Me quedé completamente sin habla, mil cosas pasaron por mi mente, pensé en que era el final y me dio un miedo que no conocía, el de la posibilidad de perderlo.

Le pregunté con la mayor serenidad fingida que pude expresar:

- ¿Ya no te voy a ver?

- Yo creo que por un tiempo no, pero ya vez lo que dicen que la mujer es de un solo hombre, pero que un hombre no puede serlo de una sola mujer, primero tengo que ver como me va con Cristina, pero seguro que aunque sea mas espaciado nos vamos a poder ver.

Yo no podía exigir nada especial, sabía perfectamente la problemática que rodeaba todo eso pero tenía presente como un mar que se me venía encima. La posibilidad de perderlo para siempre. Alcance a preguntarle sin deseos de realmente hacerlo:

- ¿Cuándo te vas a casar?

- En abril (estábamos en noviembre).

- ¿Podemos vernos una vez a la semana de aquí hasta que te cases?

Realmente no era lo que quería decir, pero no se me ocurrió nada como para conservarlo. Me sentía como que me quería desmayar, estaba muy afectado por la impresión.

- No sé, contestó, voy a tener que salir mucho con Cristina a arreglar las cosas de la boda, Tomás se va a quedar de tiempo completo ayudándole a mi papá en la tienda y yo voy a tomar unas tardes entre semana para ir viendo lo de la ceremonia y la fiesta pero nos hablamos y quizá nos podamos ver unas pocas veces mas antes de que me case, pero acercándose el día ya no se va a poder..

- Gracias, dije en una mezcla de tristeza y lamentación consciente de que no tenía alternativa. Bueno, si, pero era una tontería pensar en cualquier cosa que no fuera como el lo decía,

- No te preocupes.

- ¿Cómo no me voy a preocupar si ya no te voy a ver?

- Si nos vamos a ver, quizá no mucho al principio pero nos seguiremos viendo pero de despedida a ver si ahora ya se me hace

- ¿Qué?

- Ya sabes que te he pedido y que no has querido hacer

- ¿Qué?, pregunte sin saber bien a que se refería. El contesto de manera segura, casi imperativa:

- Sexo oral

- ¿Sexo oral? Repetí como si fuera algo que nadie nunca hubiera hecho, no tato porque me escandalizara, si no como válvula de escape de la sorpresa que me había dado con la noticia de que se iba a casar.

- Si

- Esta bien, le dije pensando que podía aprovechar la oportunidad para ofrecérselo sin que se viera experiencia de mi parte: Continué; te lo voy a dar de regalo de bodas además para que veas que tu noviecita nunca te lo va a querer hacer.

- Por eso te digo que asi sea, porque después quién sabe.

- Después, siempre, vas a tener en mi quien te lo haga, pero mas importante que eso, vas a tener conmigo no nada mas quien te lo haga si no quien te lo quiera hacer. Ya veras que ella no va a querer

- Quien sabe si tu también quieras, si nunca me lo has querido hacer.

- Ahora tengo alguien contra quien competir, reí

- ¡Puta!

- Mas que eso, vas a ver como te lo voy a hacer.

Me gustaba la confianza que había alcanzado con el, pensé para mis adentros que esa era una de las formas de realmente conservar al menos parcialmente esta relación, pensé nuevamente que encontrar chicos para mujeres especiales como yo, no era cosa fácil, asi que una vez que te encuentras alguien que te acepte es algo asi como un tesoro que hay que saber cuidar muy bien, además tenía miedo real de poder perderlo.

Le hice sentir que estaba lista mental y anímicamente para hacerle como el lo quería, que ese era el camino para conservar mi relación con el pues sabía que durante sus primeros meses de casado no haríamos gran cosa, ni siquiera podía adivinar si después volveríamos a vernos.

- ¿Qué, tienes experiencia? ¿No que nunca lo has hecho? Preguntó con cierto recelo

- No, ¿Cómo crees, lo importante es que quiero complacerte, ¿cuándo quieres que nos veamos? pero no en la tienda, si lo vamos a hacer que sea en un lugar íntimo, le dije tomando un poco la iniciativa.

- ¿No te molesta si nos vamos a un lugar privado?

- ¿Cómo?

- Si, alquilamos un cuarto en un motel

- ¡Oye!, asi si voy a parecer.. Me interrumpí dejando que adivinara el fin de la frase que le iba a decir.

- Esta bien. Podemos hacerlo mas románticamente. ¿Puedes no llegar a dormir un fin de semana a tu casa?

- Si, ¿te refieres de viernes a sábado o de sábado a domingo, o los dos días?

- No, de viernes a sábado

- Realmente solo es avisar en la casa que voy a una audiencia fuera de la ciudad, no le veo problema.

- Bueno, si sería ir fuera de la ciudad, dijo, pero en mi caso no es tan fácil, tengo que inventar algo que mis papás y Cristina se traguen.

- A tus papás diles que quieres estar fuera un fin de semana para reflexionar y pensar sobre la boda, se imaginarán que lo que quieres es irte “con las muchachas” y que esa es una forma de decírselos sin descararte y lo comprenderán

- ¿Pero y Cristina?

- Le dices lo mismo, ella va a pensar igual que tus papás, que te vas a ir de juerga pero hará como que te creerá lo que le digas, vas a ver.

- Creo que puede “pegar”. Agregó: que sea para de este al otro fin de semana, ¿Cómo ves?

- ¡Te lo voy a acabar a lengüeteadas!

- ¡Puta! Dijo finalizando la conversación.

Me gustaba que me llamara asi de vez en cuando, siempre era de manera cariñosa, lo tomaba como una aprobación de que aceptaba mi sexualidad “especial”, le contesté:

- Sólo para ti

- Eso espero

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