3 jun 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. LXIX

Capítulo LXIX, Finalmente

Me acerqué hacia el que me ciñó de la cintura reduciendo asi el espacio entre los dos y sin mas me tocó cada una de mis bubis, era la primera vez desde hacía años cuando me habían crecido que un hombre verdadero me tocaba, sentí un placer inmenso, quizá mas de índole emocional que sexual.

Después del primer contacto y una vez que se dio cuenta que no traía rellenos me empezó a acariciar ambos pechos lo cual hizo por unos minutos llenándome de pasión, experimentando el a su vez una excitación que me fascinaba poder provocarle, siguieron asi las caricias con mucha fogosidad, entonces pasó su mano izquierda atrás de mi cintura y me atrajo hacia el para hacerme sentir la erección que esto le provocaba y de esa manera también el grado de excitación que había alcanzado

- ¿Esto es lo que estabas buscando?

- Si, le contesté arrimándome mas hacia el, presionando con mi pelvis su pene erecto.

- ¡Eres una putita!

- No, solo una chica normal, esto es natural entre las parejas

- Si, pero tu no eres mujer y además no somos pareja

- Si lo soy, al menos ahorita, y aunque no seamos pareja estamos juntos en este momento, asi que ¿qué importa?, mira, agregué al momento que le agarraba el pene apoyado en la confianza que me daba el pasado en el que tantas veces lo había hecho. Le pregunté: ¿no te gusta lo que te estoy haciendo?

- Me encanta

- ¿Y te gusta esto?, le pregunté al tiempo que con mi otra mano tomé la suya para llevarla de nuevo a una de mis bubis de donde la había quitado. Le fijé la mano en ella apretándola para que me sintiera.

- Me gusta, no pensé que te hubiera crecido natural.

- Bueno, lo ayudé un poco con hormonas.

- Pues hay que darle las gracias a las hormonas.

Diciendo esto me levantó la blusa arrollándola arriba de mi busto, se hizo un paso para atrás para apreciar mejor lo que veía.

Recordé la imagen que tantas veces había mirado de mi mismo ante el espejo de mi cuarto en donde proyectaba mi figura en la manera que tánto me gustaba vistiendo falda y solo brasier, recordaba lo bien que se veían las copas llenas por el busto no muy grande pero si bien formado. Lo recordé y supe que esa misma imágen era lo que el estaba viendo en ese momento y me estremecí de la emoción. El lo notó pero creyó que era por el momento que estábamos viviendo.

Eso lo hizo reaccionar y se acercó de nuevo a mi, separó de mi cuerpo suavemente con ambas manos las copas del brasier haciéndolas para arriba dejando asi mis senos al descubierto. Los miró por unos segundos con aspecto de asombro e incredulidad. Pasada la sorpresa me empezó a chupar los pezones que de manera inmediata se pusieron duros, cosa que le gustó manifestándolo con pellizquito que les dio a cada uno de manera gentil.

Yo estaba recibiendo sus caricias y sus besos en mis chichitas de una manera especial, era la primera vez que un hombre me acariciaba y me sentía un poco turbada, Jaime estaba ya muy caliente, se notaba en la dureza de su pene. Yo quería tocarlo en vivo asi que le desabroché el botón del pantalón y le bajé el cierre.

La trusa que estaba usando era tipo bikini, sin bragueta, le hice el resorte de la cintura hacia abajo liberando de esa manera su arma lista para el combate.

Lo percibí mas grande de lo que lo recordaba, lo así con una de mis manos mientras con la otra lo abracé de la cintura haciéndolo hacia mi mientras el me besaba trasladando sus labios de mis senos a mi cuello y a mis oídos, en donde metía la lengua a manera de una fingida penetración., ¡era fascinante!

Yo lo tenía agarrado del pene y le subía y bajaba el pellejo a manera de masturbación que en realidad eran caricias que me estaba encantando darle. El metió una mano por debajo de la falda y me tocó sobre la tanguita mi agujerito en una supuesta penetración que realizaba con su dedo.

La tanga era muy angosta en la parte de atrás, era de las de tipo “hilo dental” que había seleccionado especialmente para ese momento, el me preguntó:

- ¿Lo quieres?

- Si, sí, dámelo

Me tomó de los codos y me hizo dar un paso hacia atrás, me sentó en una cajas de mercancía, tenía el pene de fuera y muy erecto y me dijo.

- Antes dale un besito

- ¿Qué? ¿quieres que te haga con la boca?

- Si, ¿Qué tiene de malo?

- Es que nunca lo he hecho, mentí para no verme mal ante el, agregué: y no quisiera que fuera asi la primera vez

- Si quieres que te lo dé dale antes unas chupaditas.

- No seas malo, chuparlo es demasiado fuerte para mi, no estoy preparada.

Realmente lo deseaba pero no quería mostrarme como alguien que ya hubiera hecho eso antes o que se descarara de ganas de hacerlo. Era importante para mi que el pensara que yo era virgen en todos los sentidos, no quería espantarlo.

Para manejar la situación tomé su pene entre mis manos, lo vi muy grande, estaba circuncindado asi que el glande se veía pleno, rojo, como si quisiera salirse de su sitio, lo acerqué a mis labios con la fingida intención de darle un beso pero lo retiré de mi boca simulando que no podía hacerlo, le hice sentir que era algo para lo cual no estaba preparada, quería que me viera inocente, el preguntó un poco molesto:

- ¿Qué pasa?

- Nada, no sé, lo que pasa es que nunca lo he hecho.

- Es lo mismo con todas las mujeres, primero muy calientes y luego a la mera hora se rajan.

- Comprende, nunca lo he hecho, te prometo que un día…

- No, ahorita

- Un día, ¿si?

- Esta bien, contestó cediendo pero conste que no te me vas a escapar de hacerlo

- Si, te lo prometo, deveras.

- Claro que un día me lo vas a hacer, ya veras.

El fanfarroneaba, eso me gustaba, lo quería dominante como lo es un muchacho con la chica a la que se lo va a hacer. Yo quería, lo deseaba pero era mas importante hacerle pensar que no podía, que no me atrevía, eso le dejaría la idea de que yo no era “una de esas”.

- Si, te lo prometo, ahorita no estoy preparada mentalmente para hacerlo, pero te prometo que un día lo vas a tener de mi.

Creo que esto surtió efecto pues le dio a el la confianza de que realmente nunca había pasado nada con nadie, de que yo era una muchacha decente. Pensé para mis adentros, que fácil era hacer pensar a un chico lo que una quiere que piense.

.

- Bueno, no hay problema, lo importante es que tarde o temprano lo vas a hacer, ¿ok?

- Si, te lo prometo

- Bueno, mientras veamos asi.

Tomó mis manos con las suyas y me jaló hacia el levantándome de las cajas en donde estaba sentada, me volvió a tomar de los codos y me volteó de tal manera que quedé dándole la espalda. Yo tenía aun la blusa enrollada hacia arriba y las copas del brasier dejando al aire mis chichitas, el tenía el pene de fuera, erecto, rojo y muy caliente. Me dijo que pusiera mis codos en las cajas en las que había estado sentada, al hacerlo sentí como mis senos tocaban el cartón en el que me estaba recargando.

Jaime metió las dos manos por debajo de mi falda que siendo tan corta, al agacharme sobre las cajas daba acceso casi directo a que me tocara el resorte de la tanga. Puso una mano en cada lado y la fue bajando poco a poco hasta que llegó al suelo en donde con un movimiento de mis pies me desprendí de ella.

Ya sin la tanga sentí el contacto libre con el aire que acariciaba mi piel húmeda de sudor limpio ante ese encuentro. El tomó la orilla del vuelo de la falda y la hizo hacia arriba por sobre mi cintura hacia mi espalda dejando ante el totalmente al descubierto y a su alcance y decisión mi colita, con su agujerito al centro.

Metió una mano entre las cajas y mis senos los cuales acarició como si le pertenecieran. Yo pensé, bueno, en este momento soy completamente de el, asi que puede hacerme lo que quiera. Era una especie de pensamiento de sumisión, pero por eso mismo, lo disfrutaba.

Lo que estaba esperando de toda la vida llegó finalmente. Sentí su glande atacando mi agujerito, le pregunté si no tenía un condón y me dijo que no era necesario pues los dos estábamos “limpios” asi que no me preocupé.

El se empujó hacia mi haciendo un primer contacto de la cabeza de su pene con mi hoyito, fue solo un piquetito y se alejó de nuevo pero la sensación fue formidable, estaba plenamente consciente de lo que estaba haciendo y me gustaba, en ese momento era Patricia, la mujer que finalmente conocería su sexualidad y eso era lo que mas deseaba.

Se empujó nuevamente pero no pudo entrar. Su pene me volvió a causar el dolor aquel que impidió que me lo diera en la ocasión anterior pero esta vez estaba decidida a que no dejaría pasar la oportunidad aunque chillara de dolor, pensaba que la actividad que había tenido con Raquel y las veces que había usado por mi mismo mi consolador me habrían permitido dar flexibilidad a mi agujerito, pero aún asi, no entraba su pene.

El me acariciaba los senos, se volvía a empujar y me volvía loca mas no lograba la penetración. Se irguió, temí que hubiera desistido, pero me dijo que me quedara como estaba con mis nalguitas al aire dirigidas hacia el, yo no sentía pena, ese era el camino de mi sexualidad y aunque la posición en la que estaba no era muy estética era la que iba a permitir la consumación que tanto anhelaba.

Yo seguía inclinada sobre las cajas, mis codos y mis senos en contacto físico con ellas cuando de repente sentí un liquido tibio y espeso casi en la boca de mi agujerito, pensé que el muy hijo de p... se habría venido. Volví a sentir que caía mas de ese líquido. No era esperma pues el seguía empujándose y seguía erecto. Lo oí que dijo:

- Esta vez no te me vas a ir viva (¡me hablaba en femenino!), deja te hecho salivita para que entre mas fácil.

¡Saliva! ¿Por qué no se nos ocurrió dos años atrás? Hubiera disfrutado de mi sexualidad desde entonces.

Sentí como con la cabeza de su pene esparcía su saliva por mi hoyito a manera de lubricante, después como se retiraba un poco y jugando con la yema de su dedo índice hacía pequeños simulacros de penetración a manera de dilatar la entrada del placer que a ambos esperaba.

No lo metía mucho pero el saber que su dedo poseía mi colita y que yo estaba completamente a su disposición me enloquecía. El metía el dedo solo unos dos centímetros, no alcanzaba a sentirlo como una penetración, si no mas bien como una posesión anímica en la que me hacía ser plenamente de su voluntad. Me dijo.

- Ahora si ponte flojita porque ahí te va lo que tanto has estado buscando, ¿lo quieres?

- Si, le dije y recordando los juegos con Raquel, sin que el me pidiera que se lo dijera agregué, Si, dámelo por favor.

Cualquier mujer o chica “especial” como yo que haya recibido a un hombre podrá comprender lo que sentí en ese momento. Me imaginaba poseída por un gigante cuyo miembro fuera una especie de castigo para morir en esa penetración. Este sentimiento duró solo unos segundos pues la saliva que me había aplicado y la manera que con sus dedos dilató mi colita ayudaron a que esta, mi primera penetración fuera mas amable.

Sentí como entró una parte de su pene, estaba de espaldas y no sabía cuanto había entrado pero le pedí que esperara un momento pues aun con la saliva como lubricante me estaba doliendo mucho, Sentía su pene mucho mas grueso de lo que lo había visto, el esperó solo unos segundos y se empujó de nuevo consiguiendo entrar un poco mas. Y tomó un respiro.

Pasados unos segundos continuó empujándose para continuar la penetración, pero esta no se daba tan fácil como pudiera haber parecido, entonces metió sus manos debajo de mi cintura que estaba apoyada en la orilla de las cajas en las que estaba recargada y me atrajo hacia el al tiempo que se empujaba haciendo un esfuerzo especial logrando con este movimiento la penetración completa lo cual supe al sentir sus testículos tibios tocando la base de mis nalguitas. Quise llorar de la felicidad que estaba sintiendo. Habían pasado muchos años pero finalmente sabía lo que era tener un hombre real en mi.

Jaime solo gimió pero no me soltó, me atraía hacia el como impidiendo que se pudiera salir su pene de su nuevo nido. Yo le tomé una de las manos que tenía en mi cintura y se la llevé a mis senos, los cuales estaban al aire por lo cual los pudo acariciar a su antojo, sin ningún problema.

El en ese momento, mi Jaime, se movió de manera rítmica metiendo y sacando su pene de mi agujerito, haciendo con ese movimiento una especie de caricia en las paredes de mi hoyito que se sentía pleno de el. La sensación era extraña, sentía una cosota que pensaba que me iba a partir por la mitad pero al tiempo, saberme poseída y estar entregada a el combinaba sensaciones que hasta entonces nunca había experimentado.

Entonces el se movió mas rápido provocando en mi un infinito placer. Yo sentía ahora mas encanto ya sin ese dolor agudo del principio, percibía con claridad y gozo como su pene salía parcialmente de mi para volverme a penetrar, repitiendo el movimiento una y otra vez provocando con cada salida y entrada un deleite que hasta entonces conocí recordándome en cada movimiento que en ese momento yo era completamente de el.

Finalmente, Jaime perdió el control de sus movimientos dejando que estos se manifestaran de manera casi salvaje, yo sabía lo que venía y estaba muy atenta a percibirlo cuando llegara. El se tensó súbitamente, puse mis cinco sentidos en percibir lo que llegaba, quería recordar por siempre ese momento en que finalmente me obsequió con el manantial mas grande que hubiera podido imaginar el cual sentí claramente dentro de mi como un torrente viscoso y caliente que disparó en una eyaculación que era la coronación de tan solo un primer espasmo.

Sentí como me apretó de la cintura haciéndome hacia el para lograr una segunda entrega manteniéndome inmóvil mientras que se arqueaba para darla, menos intensa que la primera pero la percibí de mejor manera por la sensibilidad que su primer chorro había provocado en lo mas profundo de mi colita.

Oía como hacía unos gemidos deliciosos, indicadores del placer que estaba sintiendo y que yo como mujer colmada, sabía que le estaba provocando.

Por un momento el sentimiento de feminidad se apartaba de lo sexual para resaltar ese poder que tienen las mujeres de dar ese tipo de satisfacción a quienes les hacen el amor.

Vino una tercera entrega, el espasmo en esta ocasión fue menor que los dos primeros, pero mas expresivo pues inmediatamente después de ese tercer chorro que ya no alcancé a sentir pero que el había dejado en mi, abandonó todo el peso de su cuerpo sobre mi espalda emitiendo una especie de suspiro que expresaba la magnitud de lo que acababa de sentir.

Así, descansando sobre mi me pidió que no me moviera, que dejara que su pene perdiera tamaño para que de esa manera se saliera por si mismo poco a poco conforme iba perdiendo su erección.

La sensación de ese pene achicándose lentamente después de haberse mostrado tan fiero era también algo nuevo en mi, me producía cosquillas y con ellas otro tipo de placer. Yo no había tenido orgasmo, sin embargo me sentía feliz.

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