17 abr 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. XLV

Capítulo XLV, Maduración de mi Sexualidad

Esa tarde regresé a la casa con una especie de remordimiento, pensaba que lo que había hecho estaba mal pues aunque lo había disfrutado era algo que no podía compartir ni siquiera con mi hermana.

Venía a mi mente el calificativo que Jaime había hecho sobre mi cuando aquella primera vez me llamó de la manera que no me había gustado (putito), me preocupaba imaginar que yo pudiera ser eso que el dijo y me preguntaba a mi mismo si acaso el tendría razón.

Esa noche me fui a la cama aún con la sensación de las caricias de Jaime en mis nalguitas y ese dedo que me había penetrado como si fuera el instrumento viril que cualquier hombre usa para hacer suya a una mujer. Medité por horas lo que había pasado y trataba de imaginar lo que sería de mi sexualidad en el futuro. Tenía una gran confusión, no sabía si iba a ser siempre asi, o volvería a que me gustara estar con una mujer como cuando estaba con Marla. Me inquietaba pensar que mi preferencia sexual se inclinara en el sentido de que me gustara lo que Jaime me había hecho, pero a la vez me gustaba, sin embargo, me confundía acerca de lo que serían mis deseos en el futuro.

Meditaba acerca de si mi hermana ya habría tenido “su primera vez” y hasta imaginé cómo habría sido la de mi mamá con mi papá. Creo que esa noche no dormí, pasaba de un pensamiento a otro, mantuve una erección que duró por horas, pero no me quería tocar por tener esos pensamientos encontrados entre el placer que había sentido en lo físico y mi liberación anímica contra el hecho de pensar que siendo hombre quizá eso no estaba del todo bien, finalmente ya entrada la madrugada esa erección y el recuerdo de lo que había pasado, reproduciendo en mi mente toda la secuencia de los sucesos de ese día y las acciones previas que habían derivado en ellos tuvo como culminación que por primera vez en mi vida tuviera una eyaculación sin siquiera haberme tocado mi propio pene.

A mi me gustaba esa época de mi vida y aunque me preocupaba y me confundían las diferencias de mis pensamientos, la disfruté mucho, porque aunque tenía ese tipo de ansiedades, por fin estaba definiendo mi sexualidad, me encantó haber despertado iniciándome en ella de esa manera. Las mujeres me gustaban en cierta forma, pero mas por pensar en lo que ellas hacían con su propia sexualidad, y simular tener las sensaciones sexuales de ellas era algo que me producía gran placer.

Me daba pena ante mi mismo que me había gustado que un chico me hubiera acariciado las pompas e inclusive que llegara hasta donde llegó al acariciar mi agujerito con su dedo y mas aun, penetrarlo, tenía una especie de crisis existencial al pensar que yo le hubiera tocado el pene y que se lo había acariciado con la clara intensión de producirle placer y que eso a mi me hubiera gustado a tal grado de recordarlo y tenerlo presente como fuente de inspiración cuando yo mismo me satisfacía. Me preocupaba mi deseo de quererlo tocar nuevamente pero me atraía la idea de pensar en eso, me sentía sexualmente bien pero a la vez me daba pena conmigo mismo de pensar asi y tener ese tipo de deseos que satisfacía fantaseando siempre en plan pasivo imaginándome estar con Jaime y que me tocara de la manera que lo había hecho.

No sabía el porque de mis pensamientos, si era por el despertar de mi sexualidad o por las hormonas que había estado tomando pero definitivamente me sentía bien de tener ese tipo de fantasías pero me preocupaba que mi mamá y mi hermana se llegaran a enterar, no tenían manera de saberlo a menos que yo se los contara pero me inquietaba lo que dirían o pensarían si lo supieran pues considerar que ellas supieran que yo tuviera este tipo de pensamientos y que ahora se empezaban a convertir en realidad me hacía sentir como si les estuviera fallando, pero por otra parte me encantaba sentir y pensar de esa manera.

Una cosa era que vieran o supieran que me había vestido de mujer algunas veces y otra era que fantaseara pensando que alguien me pudiera tratar sexualmente como mujer y lograr mi deseo recurrente de ser acariciada en el busto y poder tocar el pene del chico que me estuviera acariciando, en aquel entonces era todo lo que fantaseaba, no imaginaba aún la posibilidad de una penetración real.

Llevaba ya mas de un año tomado las hormonas, el busto no me había crecido ni me habían cambiado las facciones pero las seguía tomando porque la feminidad de mis inclinaciones había derivado en realidades que me gustaban., mis pensamientos sexuales asociados a la feminidad, por recurrentes, principiaron a ser normales o al menos a que yo los percibiera como normales. No sabía si era por las hormonas o porque siempre había tenido ese deseo, pero los pensamientos y fantasías de ser acariciada poco a poco fueron dejando de presentarse como un tabú y los comencé a disfrutar en erecciones resultantes de ellos y eyaculaciones que disfrutaba de una manera muy especial.

A veces me sentía confundido pues lograba erecciones muy placenteras pero derivadas de fantasías en comportamiento femenino, son cosas que hasta la fecha me parecen paradójicas.

Los acercamientos con Jaime se mantuvieron casi de la misma forma, no siempre, pero a veces de manera coqueta le decía que el pantalón que yo traía ese día era de los de botón atrás. Si las circunstancias lo permitían y el estaba de humor, se metía a la trastienda y me llamaba, me acariciaba y de vez en cuando me regalaba su dedito, cosa que yo disfrutaba de una manera muy especial y trataba de corresponderle acariciándole su pene, ya sin penas ni reservas, disfrutando del placer de hacerlo aunque siempre por sobre su pantalón pues mis tabúes no me dejaban siquiera imaginar de tocárselo en “vivo”.

El a veces me decía que le tocara el pene asi nada mas, sin que el me acariciara a mi, entonces si estábamos en la trastienda yo lo hacía. A el le gustaba decirme eso cuando lo tenía dormido y me preguntaba si quería pararlo. Yo le decía que si y el se pasaba a la trastienda y me esperaba. Yo pasaba y le acariciaba y sentía como de un estado blandito a base de caricias se le ponía tieso resaltando el bulto que se formaba arremetiendo como fiera atrapada contra la tela de su pantalón, cosa que me excitaba mucho, eso me complacía y se lo daba a conocer dejando que me acariciara y que metiera su dedito si la ausencia de clientes lo permitía y el estaba como para querer hacerlo y entonces veía que yo lo disfrutaba y me decía cosas de esas que me había dicho y que no me habían gustado, pero que ahora, al decírmelas en el momento que me tocaba, lejos de molestarme me gustaba que me las dijera, al oírlo, me excitaba, el se daba cuenta y mas me lo decía, creo que era un juego erótico que lejos de ofenderme, me gustaba.

Me encantaba lo que me hacía y la calentura y excitación que me provocaba fueron alejando de mi ese sentimiento de tabú que impedía que yo quisiera que me penetrara asi que poco a poco pero a raíz de mis fantasías empecé a desear que su pene hiciera contacto en mi agujerito. En un principio no lo imaginaba adentro, solo la puntita tocando mi hoyito, solo sentirlo de manera directa, pensaba en como mucha gente decía: “la puntita nada mas” sabiendo que una vez que eso fuera podrían darse cosas mas, lo pensaba, pero no creía que fuera a pasar mas de “la puntita nada mas” si llegaba la ocasión, no había tiempo para eso en los breves momentos en que pasábamos a la trastienda.

Pensé que ya no habría problema en esperar una reacción negativa de su parte si se lo pedía abiertamente pero también creía que no estaba bien que lo hiciera.

No sabía que hacer pues el no mostraba iniciativa para tocarme con su pene de manera directa en mi agujerito.

Me decidí a que la siguiente vez que tuviéramos un acercamiento procuraría que eso pasara. Ya había definido mis pensamientos y era algo que deseaba y que estaba dispuesto a que sucediera. Empecé a usar únicamente pantalones con el cierre atrás y en una de esas ocasiones cuando nos pasamos a la trastienda sin decir nada me desabroché el botón y bajé el cierre dejando mi tanguita a la vista. De manera abierta, ya con la confianza que habíamos desarrollado después de tantos toqueteos me puse de espaldas a el acercándomele hasta que en mis nalguitas sentí la protuberancia de su pene. Lo tomé descuidado pues estaba blandito pero me empujé hacia atrás y no me le despegué.

Fue una sensación que me llenó de gozo, sentí como en unos segundos se le paró el pene haciendo una presión en mi agujerito. Era la primera vez en mi vida que me tocaba el pene de un hombre. No era un contacto carne con carne, yo traía la tanguita y el tenía su cosa abajo del pantalón, pero el saber que eso que sentía era el pene de un chico y que yo abiertamente me le estaba recargando me llenó de excitación.

El me pasó los brazos por la cintura hacia el frente atrayéndome hacia si y empezó a hacerse rítmicamente hacia adelante y hacia atrás, como se hace en una penetración, simulando que me lo daba. Yo, al sentir ese movimiento de manera instintiva, pues nunca antes lo había hecho, me movía en sentido inverso, es decir mientras el se hacía para adelante yo me hacía para atrás, esto permitía que su pene presionara mi agujerito generando en los dos una sublime sensación.

Yo le dije que sacara su arma para sentirlo en “vivo” pero el no quiso, dijo que podría llegar alguien. Dejó de atraerme por la cintura, con sus manos me dio un apretón en ambos glúteos y regreso al mostrador.

Esas calenturas por los acercamientos con Jaime y los pensamientos sexualmente femeninos que me provocaban generaron los cambios que terminaron por presentarse en mi dejando actuar de repente a las hormonas que por tanto tiempo había estado tomando sin que, hasta entonces hubieran mostrado ningún tipo de manifestación en mi aspecto físico.

Me imaginaba como cualquier chica saliendo como niña con un chico que me cortejara. Mis pensamientos respecto a eso eran de tipo sexual y con enfoque a las caricias que deseaba recibir en el busto si lo tuviera y tocar el pene del chico que me hiciera esas caricias y al recordar el contacto del pene de Jaime sobre mi agujerito aún con ropa empezaba a fantasear con la posibilidad de una penetración real, ya no con el dedo.

Creía que este tipo de pensamientos se manifestaban en un erotismo femenino por las hormonas que acrecentaban mi sexualidad en su expresión de mujer y me gustaba. Poco a poco se me fue quitando la pena conmigo mismo por tener el deseo hasta entonces reprimido de poder un día recibir el pene de Jaime en mi y con esa licencia navegaba mundos que disfrutaba mucho en mis fantasías.

Yo tenía apenas unos cuantos meses de haber cumplido los 17 años pero cuando me llegaba a arreglar completo mi imagen se veía como el de una chica de unos 20 años y en esos momentos pensaba que un día, asi, podría tener a Jaime en mi, eran fantasías pero las vivía con gran excitación y venían de manera recurrente a llenar mis noches con un calor muy especial que deseaba se apagara teniendo a Jaime en mi.

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