30 abr 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. LIII

Capítulo LIII, La Universidad

Pienso que mis rasgos se hicieron un poco mas finos y aunque trataba de disimularlos, en la escuela evidenciaban que yo tenía una manera diferente de ser, puedo decir que definitivamente era desigual al resto de los chicos pero procuraba guardar un balance en que no se notara descaradamente mi gusto femenino asi que dejé crecer un poquito mis cejas aunque las mantuve delineadas, no demasiado obvias pero si que se me vieran cuidadas, y la versión oficial de que las traía muy delgadas era que en alguna ocasión un calentador de gas en la casa me había dado un flamazo y que de ahí en adelante ya no me habían vuelto a salir completas, había quienes lo dudaban pero me permitía mantener una posición aceptable ante mis compañeros y evitaba con ello comentarios molestos.

No usaba ropa de mujer para ir a la escuela, ni siquiera lo que yo llamaba pantalones unisex que eran los de mezclilla de Claudia, pero se puede decir que en mi mente, iba en sentido femenino. Mis pensamientos, mis anhelos eran dentro de un marco de sensibilidad parecida a la que cualquiera de mis compañeras pudiera experimentar pero no lo decía ni compartía con nadie.

Iba a la escuela con ropa normal. Los muchachos no se acercaban mucho a mi pero tampoco me molestaban. Con las mujeres tenía poco contacto pues ellas se juntaban en grupos y ni modo de acercármeles y las que no estaban en grupitos era porque tenían novio sin embargo llegué a hacer algunos amigos y amigas, pero al principio eran solo de manera superficial.

Las muchachas me veían un poco extraño, los chicos no me decían nada ni se metían conmigo y me aceptaban bien pues como hombre nunca he sido afeminado, llegué inclusive a tener novia, no tanto por el que dirán, si no por el hecho de que realmente me gustaban las mujeres, me gustaban de una manera especial, me encantaba poder acariciarlas y saber lo que ellas sentían. Mi sexualidad tenía un doble anhelo, el tener una relación sexual con una mujer y poder imaginar lo que ella sintiera y después trasladar ese sentimiento a mis propias experiencias. Se puede decir que era una especie de bisexualidad mental pues nunca había ejercido mi sexualidad plena como hombre, ni como hombre con pensamientos femeninos, es decir, a esa edad, que estaba a punto de cumplir los 19 años aún era virgen tanto como hombre como en papel de mujer pues desde el episodio en que Jaime no pudo concretar la penetración aquella noche en que nos quedamos solos en la tienda hacía ya casi un año no se había presentado la ocasión y yo no quería buscar algo con nadie de la escuela que era el único círculo en el que me desenvolvía pues no quería pasar los siguientes cinco años entre chismes.

En la tienda mis acercamientos con Jaime se siguieron dando y eran completas calenturas pero no pudimos repetir o concluir lo que había quedado pendiente aquel sábado.

Yo le tocaba el pene con frecuencia y de vez en vez el alcanzaba a eyacular, pero eso me dejaba a mi temblando de la excitación, entonces al salir de la tienda llegaba a casa y me cambiaba y a veces salía a caminar por las unidades y regresaba y me bañaba y me hacía yo solo, por delante y con el mango del cepillo de bañarse, por detrás. No era total la satisfacción pero se mitigaban mis ganas y me permitían resistir hasta que unos días después se me presentaba de nuevo la oportunidad de hacerle con la mano a Jaime y se repetía el ciclo.

En la escuela, ya para el segundo semestre los horarios se traslapaban con los de mi trabajo en la tienda asi que tuve que dejarlo. Traté de conservarlo yendo al menos los sábados para no dejar de ver a Jaime pero don Melquíades necesitaba una persona que fuera todos los días al menos un par de horas para que le diera tiempo de ir a comer a su casa, asi que no pude continuar.

Hablé con Jaime y le propuse que nos viéramos uno que otro domingo pero el dijo que los domingos estaba con su novia pero que quizá un día entre semana a lo mejor podíamos pero no fue asi.

Ya sin mi sueldo de la tienda mi mamá me daba dinero para ir a la escuela, pero era poco pues también eran pocos los ingresos que habían en la casa, Claudia, aunque había pasado ya la mitad de la carrera no tenía oportunidad de trabajar pues como estaba estudiando medicina los horarios eran incompatibles con algún trabajo así que también a ella le daba dinero mi mamá y entonces lo que me daba a mi apenas me ajustaba para mis camiones. A mi tampoco me resultaba fácil el poder trabajar para tener mas ingresos pues había días que tenía clases en las mañanas y en las tardes asi que los horarios no facilitaban en un principio el que pudiera hacerlo.

De esta manera pasó el primer año de la carrera, se redujeron mis oportunidades de vestirme y arreglarme pues entre semana ya llegaba tarde a la casa casi todos los días y a veces ya estaba mi mamá, asi que mi feminismo se reducía a que los días que no iba a la escuela en la tarde a veces me arreglaba y pasaba asi la tarde, en ocasiones, cuando mi excitación era mucha salía a la calle, me gustaba pasar frente a los policías que cuidaban la entrada a las unidades de la cuadra. Salía de mi unidad, caminaba unos metros y entraba a la siguiente y asi hasta que visitaba las cuatro unidades de la cuadra. Lo disfrutaba mucho pues ya no usaba rellenos para el busto y aunque este se me veía pequeño, parecía verdaderamente el busto de una chica lo cual me complacía mucho.

La tienda estaba al otro lado de la calle saliendo de la cuarta unidad, me moría de ganas de que Jaime me viera arreglada. El no sabía que me vestía completa. Solo me había visto usando las camisetas y los pantalones unisex, pero nunca me había visto como niña ni sabía que yo me arreglaba asi de manera total. No quería ir porque me fuera a ver don Melquíades, tenía miedo de que me reconociera, pero ansiaba presentarme asi delante de Jaime y que me viera. Quería ver su cara de asombro cuando se diera cuenta que era yo. El cabello lo traía mas largo pues en la universidad lo podía usar asi ya sin restricciones, lo suficiente como para poder peinarlo adecuadamente cuando me llegaba arreglar con un peinado de mujer, esto por lo general era martes o jueves que no tenía clases en las tardes, pero no siempre que me arreglaba salía de casa.

Habían periodos relativamente largos en que deliberadamente no me daba autosatisfacción, encontré que entre mas espaciadas fueran mis eyaculaciones mas excitado me mantenía y de esa manera llegaban a mi mente miles de fantasías, asi que pasaba días sin tener orgasmos lo que hacía que los pensamientos eróticos se acrecentaran, eso me mantenía muy avivado y me provocaba a veces sueños que me complacían mucho.

Una tarde soleada, hacía calor y pensé que podría usar una falda corta, no demasiado pues no quería atraer la atención mas allá de lo razonable. Quería que me vieran los policías y los chicos que estaban a esa hora en los estacionamientos de las cuatro diferentes unidades.

Pasé por frente a la entrada de nuestra unidad, el policía estaba nada mas para dar acceso o negarlo a los carros que no eran de la unidad, pasé frente a el por la puerta peatonal, pero me esperé deliberadamente un poco al cruzar el acceso para autos, sin voltear a verlo, pero sabiendo que el me estaba mirando. Salí a la calle, sentía la mirada de los hombres que desde sus autos al disminuir un poco la velocidad volteaban a verme. No era mucha la distancia que había entre unidad y unidad asi que no caminaba mucho en la calle. Entré asi a las cuatro unidades, al ir hacia la salida de la última pensé en ir a la tienda, temía que don Melquíades me reconociera pero estaba muy excitado y quería que Jaime me viera por primera vez totalmente de niña.

Salí a la calle y crucé en la esquina, no llevaba dinero asi que pensé que no podía entrar asi nada mas, entonces me paré en la banqueta, cerca de la puerta de la tienda y actué como si estuviera esperando un taxi.

Jaime me vio pero no me reconoció. Los taxis disminuían su marcha y con señas me preguntaban si iba a abordarlos, no fue mucho tiempo, solo unos minutos pero fue fantástico.

Estaba muy nervioso, ya había arriesgado demasiado y decidí volver, para ello tenía que caminar en contrasentido toda la cuadra y cruzar las tres entradas de las unidades antes de la mía. Tenía la boca seca, pero caminé sin ningún contratiempo, al llegar a la puerta de mi unidad usé el acceso vehicular en lugar del peatonal para pasar mas cerca del vigilante que para darme paso tuvo que levantar parcialmente la pluma que regulaba el acceso de los autos, el se llevó la mano a la gorra en actitud de saludo y yo con voz muy baja lo salude diciéndole “buenas tardes”.

Llegando a la casa estaba extraordinariamente exaltado en mi erotismo, había pasado frente a los vigilantes y los chicos en las diferentes unidades, pero lo mejor de todo es que estuve parado a solo unos metros de Jaime y no me reconoció, eso me hizo ganar mucha seguridad.


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