18 abr 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. XLVI

Capítulo XLVI Bubis

Pasaron varios meses con esa tónica, Jaime haciéndome caricias y penetrándome a veces con su dedito, a veces, con suerte, si no llegaban clientes por unos minutos, pasábamos a las trastienda y el me hacía sentir la dureza de su pene, pero siempre sobre la tela protectora de mi tanguita y bajo la tela oprimente de su pantalón, pero el solo saber que era su pene lo que en esos momentos yo sentía me hacía volar de placer.

Por otro lado, cuando tenía tiempo y calentura, continuaba con las salidas que hacia fuera del edificio y de la unidad. Esto y las emociones vertidas en eyaculaciones interminables creo que detonaron los cambios físicos que era lógico que llegaran.

Una mañana, en la escuela cuando ya iba en tercero de prepa me empezó a arder la punta del pezón izquierdo, sintiendo como cuando se tiene una cortada en alguna parte sensible del cuerpo. El ardor era muy molesto fui a la enfermería de la escuela y pedí un curita y me lo puse y al evitar el roce con la tela de la camiseta se me quitó la molestia pero permaneció el ardor. Pocos días después me pasó lo mismo en el pezón derecho, no lo sabía en ese momento pero fueron los primeros indicadores del crecimiento de mis senos. Nunca supe si fue por el despertar de mi sexualidad o por un efecto acumulado y retardado de las hormonas que para entonces ya llevaba mas de dos años tomando, pero de repente cual niña adolescente empezaron a crecer.

Creo que los acercamientos con Jaime detonaron el proceso de la liberación de mis propias hormonas o hicieron que la reserva acumulada de las hormonas femeninas que había estado tomando de las pastillas de mi mamá se manifestara de una vez.

Pasaron unos días y las molestias volvieron pero con menos intensidad ahora parejo en los dos pezones, me puse crema y me di un masaje suave para calmar el ardor y noté que la masa corporal en ese lugar estaba un poco más crecida de lo normal. Por primera vez pensé en la posibilidad de que me estuvieran creciendo los senos. Yo todavía estaba tomando las hormonas que tomaba mi mamá para el climaterio, yo las seguía tomando pues pensaba que eran una parte importante de las fantasías que tanto disfrutaba.

Después de unos días yo no sabía si era influencia de mi pensamiento o era el efecto de las emociones por mis constante devaneos sexuales con Jaime en la trastienda pero notaba ya de manera clara que la carne alrededor de los pezones iba tomando una forma redondeada, llenándose de una espesura suave y tierna al tacto.

La piel me empezó a doler como si la estiraran. Poco a poco se fue haciendo evidente que me estaban creciendo los senos, los pezones empezaron a acrecentar el tamaño de su aureola dejando su antigua dimensión de apenas el equivalente de un pequeño botón de una camisa a un tamaño similar al de una moneda de 10 pesos, no se notaba mucho aun, pero yo lo sentía perfectamente, era una especie de emociones encontradas, no sabía que podría decirle a mi mamá y a mi hermana si me lo notaban pero por otro lado era el cumplimiento a mi anhelo de tener senos y que era por lo que inicialmente comencé a tomar las pastillas “mágicas”, como yo les llamaba a las pastillas de complemento hormonal que tomaba mi mamá.

Cuando me resultó evidente que los senos me estaban creciendo me espanté y decidí dejar de tomar las pastillas de mi mamá pues no sabía cuanto me iban a crecer y no sabía hasta cuanto iban a seguir creciendo por el efecto aun después de haber dejado de tomar las pastillas. Dejé de usar camisetas y las playeras que tenía de mi hermana y las mías que eran unisex y a partir de entonces usé solo camisas de botones al frente para disimular la protuberancia que se me estaba formando que aunque aún muy leve, se empezaba a notar si usaba solo las playeritas tipo unisex que acostumbraba..

Al principio no me crecieron mucho, después, quizá por dejar de tomar las pastillas llegaron solo a un tamaño equivalente al de una niña de unos trece o catorce años que deja la pubertad para incursionar de lleno en la adolescencia. Mis bubis alcanzaron un tamaño que se percibía claramente si me ponía las camisetas pegadas de mi hermana pero que se disimulaba si usaba camisas holgadas con botones al frente.

Pienso que era una especie de talla 34 A, o sea bubis no muy grandes pero del tamaño exacto suficiente para disfrutar de una sensibilidad que no conocía. El pezón si creció de manera evidente, pero la masa corporal de la bubi quedó de un tamaño muy discreto y manejable, quizá no una copa A, tal vez una copa “B”, como niña despertando a su ubertad..

Este crecimiento no fue un obstáculo para poder ir a la escuela, ya que con camisas con botones al frente no se notaba, Dentro de la casa era diferente, me ponía camisetas de mi hermana Claudia que me hacían sentir la leve presión de la tela sobre mi pecho amoldándose a cada seno de manera que era evidente que me habían crecido. No quería que Claudia o mamá lo notaran, pero era una delicia sentir la tela de la camiseta rozando los pezones y dando leve forma al busto, constantemente me paraba frente al espejo para ver mis bubis, no eran grandes, apenas incipientes pero eran mías y su tamaño, al hacer que rozaran con la playerita provocaba una sensación muy especial en los pezones. Fueron días y semanas que disfruté mucho teniendo en todo momento presente esa emoción.

Me gustaba como sentía pero estaba espantado imaginando el tamaño colosal que podría alcanzar cada una de mis bubis, pero al dejar de tomar las pastillas su tamaño quedó muy discreto, quizá en una talla de copa no muy grande, pero que se alcanzaba a formar y a dar una sensibilidad que nunca había imaginado.

Empecé a escondidas de mi hermana y mi mamá a disfrutar de esa presencia parándome frente al espejo de la sala y viendo mi perfil, sacando el pecho para que se notara mas.

Al bañarme me acariciaba yo mismo y me paraba frente al espejo del botiquín viendo mis pezones que entonces me resultaban extraños por su tamaño y en la regadera al pasar el jabón por el busto tenía sensaciones que hasta entonces no había conocido.

Salía del trabajo en la tienda y llegaba a la casa a veces con el tiempo suficiente para arreglarme completo, otras veces no alcanzaba y entonces solía probarme uno y otro y otro brasier tanto de los que me había regalado Claudia como de los de ella misma, veía la manera en que los llenaba parcialmente, pero ya con mi propio busto y si me alcanzaba el tiempo me arreglaba de niña. Era una delicia usar los brasieres que tanto tiempo había tenido que rellenar y que ahora se llenaban de manera natural no totalmente pero ya el busto hacía una discreta presencia en las copas, quizá no las llenaba por completo pero definitivamente hacían del sostén una prenda altamente erótica que me permitía acrecentar el nivel de mis fantasías.

Me miraba en el espejo y aunque la imagen no daba una idea de voluptuosidad porque el tamaño de mis bubis era discreto, si era lo suficientemente sensual, mostrando senos pequeños, pero reales, lo que me hacía sentir inmensamente complacida.

Las sensaciones derivadas de la toma de las hormonas que generaban sentimientos y pensamientos de mujer en mi, aunado al discreto crecimiento de mis senos fue algo maravilloso fue de las cosas mas bellas que he vivido, recuerdo ahora aquella sensación mágica de tener una especie de senos ambivalentes que me permitían sentir la sensación que imaginaba percibían las mujeres y al mismo tiempo un tamaño discreto que me permitía ocultarlos con la ropa adecuada estando vestido de niño.

Pasaron unas semanas y como ya no estaba tomando las pastillas los senos ya no me siguieron creciendo mas por lo que no se me dificultaba ocultarlos cuando salía a la calle o iba a la escuela pues bastaba que me pusiera camisas de botones al frente en lugar de camisetas y eso era suficiente para disimularlos, pero en la casa si me representaba un problema especialmente ante mamá y Claudia a quienes les llamaba la atención que ahora usara solo camisas y ya no las camisetas tipo unisex que acostumbraba.

Rememoraba y me imaginaba que mis senos ya tenían el tamaño de los de Marla cuando se los empecé a tocar, es decir, eran como los de una niña – señorita de unos trece o catorce años y definitivamente ya tenían el tamaño suficiente para desarrollar la sensibilidad que tanto ansiaba.

Me ponía brasier casi todos los días al llegar de la tienda, fueron días de un enorme placer pues aunque no me vistiera completa, el solo hecho de llenar las copas del brasier aunque fuera parcialmente pero con mis propias bubis me hacía sentir fantástica.

1 comentario:

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