20 abr 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. XLVII

Capítulo XLVII, Problemas.

Cuando estaba en la casa, tenía cuidado de no usar camisetas o playeras. Solo en mi cuarto me quitaba la camisa y me quedaba nada más en camiseta para verme en el espejo. Me encantaba ver la discreta protuberancia de mi busto que alcanzaba a formar la figura de unos senos juveniles que apenas estaban naciendo a la vida y eso me hacía sentir muy especial. Ya entrada la noche cuando me iba a dormir o si iba a salir de mi recamara me ponía el saco de la pijama para evitar que mamá o Claudia se dieran cuenta de mi busto.

A veces Claudia iba a mi cuarto por algo o preguntarme o decirme cualquier cosa, siempre tocaba antes de entrar y me daba oportunidad de ponerme ya fuera la camisa o el saco de la pijama, ella lo notó y se le hizo extraño.

Un día en la noche, ya que mamá se había dormido entró a mi cuarto, cerró la puerta y me dijo en voz baja pero imperativa que me quitara el saco de la pijama y me levantara la playera.

Temblé, yo creo que me puse blanco. Le dije:

- ¿Queee? ¿para que?

- No te hagas chistoso, sabes bien para que. Desabróchate la pijama.

- No, le objeté

- Nada de que no, desabróchate.

Yo no tenía mucho para donde hacerme y pensé que no tenía salida, sabía que me había pillado pero no sabía que haría ni como iba a reaccionar asi que me quedé estático sin decirle nada. Por un momento pensé que era una oportunidad para sincerarme con ella pero inmediatamente pensé que era algo que seguramente la escandalizaría. Ella insistió.

- Que te desabroches, te dije, exclamó con una voz firme que anticipaba que no aceptaría una negativa. Continuó: si no lo haces ahorita mismo despierto a mi mamá.

Pensé en el impacto si eso sucedía, lo medité unos segundos, la miré a la cara y me desabroché poco a poco cada botón pero me dejé el saco cerrado sujetándolo con ambas manos para cubrir mi pecho, en una actitud un poco femenina que me salió de manera inconsciente, al percatarme me sentí mal por esa postura, me acomodé en la cama recargando mi espalda en la cabecera pero sin dejar que se separaran las orillas del saco de la pijama.

- Quítate el saco, me ordenó.

- No te va a gustar que me lo quite

- Lo sé, por eso quiero que te lo quites

Lentamente con mucho miedo a su reacción me quité el saco, cuando hice los brazos para atrás para quitarme las mangas sin quererlo proyecté el pecho hacia delante lo que hizo evidente la presencia de los senos que la playera estirada por el movimiento de mis brazos hacia atrás revelaba, eran pequeños pero se percibían de manera clara y delineada. Para colmo, los nervios hicieron que se endurecieran los pezones dándoles un volumen adicional de manera inesperada.

- ¡Mira nada más!, exclamó con una voz que pensé que iba a despertar a mamá. ¿Qué te hiciste?

- Nada, mentí

- ¿Cómo que nada? Dime ¿Qué te hiciste?, ¿Te pusiste implantes?

- No me puse nada

- ¿Cómo es que te crecieron las chichis asi?

No era una palabra obscena, pero se me hizo algo corriente que le estuviera llamando “chichis” a mis senos.

- No sé, volví a mentir.

- Si sabes y me vas a decir

No tenía salida asi que le conté lo de las pastillas de mamá.

- No sea bruto, te habría podido pasar algo y volvió a preguntar ¿Por qué lo hiciste?

- Tu sabes que desde chiquito me gustaba pensar en haber sido niña

- Si, pero hablamos muchas veces que eso no era posible.

- Precisamente por eso me tomé las pastillas

- ¿Cómo?

- Si, para sentir un poquito como niña

- Las niñas no sienten nada, solo cuando se hacen grandes y se convierten en mujeres.

- Por eso

- ¿Quieres convertirte en mujer?

- No, no seas mensa, solo quería sentir un poquito lo que se siente.

- ¿Eres gay?

Era una pregunta fuerte, directa y no estaba preparado para una respuesta abierta. Me habían gustado los contactos con Jaime, pero aún seguía pensando en las sensaciones cuando le acariciaba el busto a Marla. Confundido contesté

- No, ¿Cómo crees?

- Entonces ¿porque tomaste las pastillas?

- Ya te dije, quería sentir un poquito lo que siente una chica por ejemplo cuando le tocan los senos.

- Eso es desear que te toquen y si lo deseas te los tendría que tocar un chico, preguntó: ¿Y sigues tomando las pastillas?

- No, me dio miedo cuando me empezaron a crecer.

- ¿Te siguen creciendo?

- No, ya no, creo que ya se quedaron asi.

- Pues para que querías mas, si asi se te notan ya claramente

- Si, le dije, asi con la camiseta puesta, pero con camisa no se me notan.

- Eres un bruto, exclamó. ¿Y ahora que vas a hacer?

- No sé ya hace unas semanas que se me quedaron asi, de este tamaño. Con las camisas de botones no se me notan asi que no hay problema.

- No habrá problema cuando salgas de la casa pero aquí, mamá tarde que temprano se va a dar cuenta.

- No pienso decirle.

- Se va a dar cuenta, es evidente que antes andabas en la casa con las playeras que según tu eran unisex y que tanto te gustaba usar y ahora ya no lo haces.

- Tu ¿Cómo te diste cuenta? Hice la pregunta tratando de encontrar en que había fallado para no repetirlo con mamá.

- No se te notan con la camisa pero se me hizo extraño que ahora solo usaras camisas y ya no las playeras, además, cuando vengo a tu cuarto inmediatamente te tapas como queriendo esconder algo. Igual pasa con mamá, no tarda en darse cuenta.

Guardó silencio un momento, no dijo nada pero se veía que estaba reflexionando, continuó.

- ¿Qué vas a hacer con el busto si te crece mas?, No vas a poder salir a la calle ni ir a la escuela.

- Ya no me ha crecido más, pero si llegara a crecer de nuevo me voy a poner camisetas apretadas para que me lo opriman y no se note y me voy a comprar camisas mas grandes para disimularlos.

- De todos modos, mamá si lo va a notar, ni modo que andes siempre en la casa solo con camisas o suéteres holgados.

Ella volvió a guardar silencio, pensaba y enfocó su mirada en mi busto que estaba a su vista solo protegido por la tela de la camiseta. Bajé mi propia mirada y me vi a mi mismo, la imagen que veía de mi propio busto en otras circunstancias me hubiera excitado, me percaté que esa misma imagen estaba viendo mi hermana, los senos pequeños pero perfectamente delineados, coronados por la dureza de los pezones era una imagen altamente erótica si se hubiera tratado de otra persona, pero era mi hermana la que los estaba mirando. Me sentí profundamente apenado.

Ella fijo su mirada en cada una de mis bubis lo cual me hizo sentir incomodo por lo que me cubrí cruzando los brazos como para que no me viera.

- Ay si, dijo, ahora si muy modosito, ¿no? Quita los brazos, déjame verte. Levántate la playera, concluyó.

- ¿Qué? ¡estas loca!, a ver, enséñame tu las tuyas.

- No es lo mismo, yo soy mujer y es natural

- Pues de todos modos no te las voy a enseñar.

- Déjame ver como quedaste, si no, despierto a mamá.

- No seas mala, me da pena.

- Eso hubieras pensado antes de hacerlo. Levántate la playera

Me moría de vergüenza, le supliqué:

- No seas así, no me hagas esto.

- Te lo hiciste tu, pero esta bien, si no quieres que te vea no te veo, solo déjame tocarlas.

- No, ¿Cómo crees?, le repliqué aterrorizado porque eso pudiera asar.

- Quiero estar segura que no son implantes

- No lo son, deveras

- Déjame tocarlas, insistió.

Yo estaba profundamente apenado, no imaginaba a mi hermana estirando la mano y tocándome los senos, me sentía muy mal, se lo comenté

- Bueno, no te toco, solo déjame verte

- No, ya te dije, no insistas, me estás haciendo sentir muy mal.

- Pues tu lo ocasionaste, solo dime porque lo hiciste.

- Ya te dije, fue solo por imaginar.

- Imaginar ¿Qué?

- Que alguien me pudiera acariciar.

- ¿Sigues imaginando que alguien te las pueda acariciar?

- Si, a veces fantaseo.

- Pero no es correcto, dijo ella, eso es solo si eres mujer, los hombres no piensan en que los acaricien ahí.

- Si, ya se, pero es que aquella vez que vi que Alfonso te acariciaba a ti y que eso te hizo perder la cabeza de tal manera que terminaste agarrándole su cosa (lo dije de esa manera pues la palabra “pene” ante mi hermana se me figuraba demasiado fuerte), proseguí; supuse cómo habrías sentido de rico para perder la cabeza asi y desde entonces he tenido ese pensamiento.

- ¿Te refieres a que te gustaría agarrarle a un chico ahí? Dijo sin señalar ningún lugar en particular.

- No, falseé, me refiero que me gustaría sentir eso de tal manera que si fuera mujer lo hiciera, según dijiste tu misma una vez, sería natural ¿no?, pero no es asi (volví a mentir) solo deseo sentir la emoción de recibir ese tipo de caricias, no de darlas.

- No te creo, si quieres que te acaricien como mujer entonces es lógico que igualmente tengas pensamientos de mujer.

Mi hermana parecía conmocionada. Muchas veces me había visto usar ropa de mujer y no había pasado nada, pero ahora, mi imagen definitivamente la tenía alterada, quizá mas que alterada, chocada. Repitió la pregunta que me había hecho hacía solo un minuto:

- ¿Eres gay?

- Ya te dije que no, le volví a contestar percibiendo que ella no veía que en esa respuesta yo estuviera diciendo la verdad.

Claudia calló un momento haciendo espacio en su mente para digerir todo esto que estábamos hablando, procedió:

- Te voy a decir algo que ya te dije un día: para que te acaricien los senos tendría que ser un hombre el que lo hiciera y tu ser una mujer real. pero no lo eres, entonces ¿Cómo piensas que alguien te pueda acariciar los senos si no fuera un hombre quien lo hiciera?

- No pensaba asi antes, pero desde que he tomado las pastillas he llegado a imaginarlo asi, pero es solo imaginar y tener fantasías.

- Entonces ¿te gustan los hombres, en tus fantasías?

- ¡No! Replique de manera reactiva, pero ella sabía que no decía la verdad, continué; Ya te dije que son solo imaginaciones y fantasías.

- Si no te gustan los hombres ¿como imaginas que un día alguien te pudiera acariciar?

Me sentía acorralado, ella estaba orillando la conversación a que yo reconociera algo que ni ante mi mismo había hecho. Le dije sin estar completamente seguro de lo que decía:

- No, no me gustan, pero me gustaría que un día alguien me pudiera acariciar

- Eso no es posible, o te gustan o no, ¿Cómo te vas a imaginar que alguien te acaricie?, si no es un hombre tendría que ser un fantasma

- Compréndeme, le dije, yo veía como las chicas se emocionaban al ser acariciadas, me acuerdo de Marla, como me hacía sentir que le gustaba y me acuerdo de ti con Alfonso, eso me daba envidia pues yo no podía sentir asi.

- ¿Te exíta pensar en eso?

- A veces, pero no pienso asi.

- ¿Sigues tomando las pastillas?

- Que no, desde hace unas semanas.

- Pero las hormonas que ya traes en tu cuerpo te hacen pensar como mujer ¿no?

- No

- No mientas, ¿no tienes pensamientos femeninos?

La respuesta ella ya la conocía, solo era cuestión de que la escuchara de mis labios, traté de darle una respuesta un tanto ambigua.

- No sé

- ¿Cómo que “no se”? ¿Te gusta pensar asi?

- No sé, repetí.

La presión que me hacía me hostigaba, ella insistió

- Dímelo, ¿te gusta tener pensamientos femeninos?

Desesperado ante esa enorme presión que ella estaba ejerciendo en mi respondí con voz apenas audible:

- A veces.…

Al decirle esto ella se quedó como si le hubiera caído un balde de agua helada. Quizá el impacto fue demasiado grande pues seguramente no se esperaba ese tipo de respuesta, guardó silencio un momento fijando su mirada en mi busto como tratando de imaginar cuales podrían ser mis fantasías. Se puso seria y terminó diciendo de manera cortante:

- Asegúrate que mamá no se entere de esto. Por lo que a mi toca, no me cuentes nada de lo que hagas con tus cositas, no me gustaría saberlo.

Después en una forma fría, me volteó a ver por última vez los senos cubiertos parcialmente por mis brazos que tenía cruzados sobre ellos y haciendo una mueca de abierta desaprobación salió de mi cuarto cerrando la puerta tras de ella.

Yo no hubiera querido que terminara asi nuestra conversación, me quedé triste por la decepción que evidentemente le había causado a mi hermana pero a la vez tranquilo porque este episodio me había quitado mucho de la presión que se me había acumulado en las últimas semanas.

Después pensé que eso último que me dijo era una especie de aceptación implícita a lo que ya le era evidente, aunque no lo aprobara, esto hizo que no me sintiera tan mal pues la presión que me había quitado de encima lo compensaba.

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