25 abr 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. L

Capítulo L, Toqueteos

Patvé, nombre que había seleccionado para mis fantasías sexuales no tenía muchas ocasiones de manifestarse.

Definitivamente fue Jaime el que me despertó a una sexualidad semi ejercida., Yo seguía trabajando en la tienda pero entré a la universidad. Jaime de vez en vez, como si tuviera el derecho de hacerlo, pasaba detrás de mi en el mostrador o la trastienda y me ponía la mano en las pompis, a veces apretaba la mano o a veces accionaba su dedo sobre mi pantalón haciéndome sentir una agradable sensación sobre mi agujerito dejando evidencia del dominio que el sentía que tenía en mi.

A mi me gustaba y cuando lo hacía no me movía, había veces que inclusive me ponía delante de el y hacía mi cadera hacia atrás simulando que me le ofrecía, ese juego me gustaba, si el podía tocarme cuando le venía en gana ¿Por qué yo no podía ponerme delante de el cuando a mi me lo pareciera? Lo hacía y daba un paso para atrás de manera de sentir su pene en mi colita, quedaba su pantalón y mi pantalón de por medio pues era más bien un juego pero a los dos nos gustaba hacerlo, además yo también de vez en vez le ponía la mano en su pene, a el le daba pena que se lo tocara “desinflado” y yo le decía cosas como ¿no que eras muy bueno? le daba un apretoncito, el se quitaba pero no me importaba pues era como juego y me encantaba pensar que en ese momento su cosita era mía y que lo podía tocar sin mas que el solo deseo de hacerlo, claro, cuando en la tienda no había clientes y yo ya había acabado de acomodar la mercancía en sus anaqueles.

Mis acercamientos con Jaime siguieron, yo usaba ya de manera regular los pantalones de mi hermana pero camisas de botones para disimular el busto, particularmente con las de color oscuro lo ocultaba mejor, en ese tiempo me sentía muy bien..

En casa, ni mi mamá ni mi hermana notaron ese paso que ya estaba dando en mi vida, aunque me gustaba tener pensamientos de tipo femenino no me comportaba afeminado. Me moría de ganas de poder compartir con mi hermana la emoción de esos acercamientos, no sabía si entre hermanas se platicaban ese tipo de cosas pero en el caso de Claudia sabía que ella no lo iba a soportar asi que en ese sentido me sentía reprimido, pero se compensaba por el hecho de que prácticamente, tenía a diario con Jaime la oportunidad de ejercer aunque fuera de manera parcial esa parte de mi feminidad.

Pasaron semanas de esa manera pero no se dio nuevamente la oportunidad de una noche igual a la de aquel sábado que don Melquíades nos dejo solos en la tienda pues nunca volvió a ausentarse un sábado completo y en las tardes entre semana que yo iba para substituirlo a la hora de la comida no había oportunidad a una acción completa asi que nos limitábamos a que Jaime me tocaba cuando se le antojaba como si mi trasero fuera de su propiedad pero igualmente yo de repente le tocaba su pájaro como si este me perteneciera. Llegamos algunas veces a meternos a la trastienda y el se sacaba “su ave” y yo se la tocaba en vivo viendo su reacción inmediata lo cual me gustaba mucho por saberme capaz de poder lograr la erección en el miembro de un chico.

Los acercamientos con Jaime me dejaban muy excitado, no es que se presentaran todos los días, lo hacíamos solo a veces en esas pasadas a la trastienda que aunque no se daban con mucha frecuencia, cuando se presentaban era con gran intensidad aunque en tiempos muy cortos, quizá por eso nos abríamos o descarábamos tanto pues sabíamos que solo podía ser cosa de unos cuantos segundos hasta que llegara el siguiente cliente que generalmente tocaba con una moneda en el mostrador para llamar a que se le atendiera.

Había veces que el se metía y me llamaba, pienso que era en ocasiones en que el estaba particularmente excitado y cuando yo entraba el tenía su águila de fuera, erguida y majestuosa, invitándome a que la tocara. Entonces lo hacía tomándola en uno de mis puños y la acariciaba de arriba hacia abajo con ritmo y rapidez como tratando de que tuviera un orgasmo. A veces se calentaba tanto que me decía que me desabrochara el pantalón y me ponía su soldadito en mi agujerito empujándolo pero sin realmente buscar una penetración, solo para que yo lo sintiera, entonces el se echaba para atrás y se acomodaba el pantalón y con suerte, salía a la tienda antes de que llegara algún cliente. No se como no nos volvimos locos, eran unas fiebres desbordantes.

Una vez, ante la extrema calentura que nos provocaba ese tipo de acercamientos el se bajó la trusa a medio muslo y me pidió que le hiciera con la mano. No sabía cuanto tiempo estaría la tienda sin que llegaran clientes asi que lo hice muy rápido. El nivel de nuestra excitación ayudo, me puse junto a el y le tomé el pene con la mano haciéndole rápidamente su pellejito para arriba y para abajo lo suficiente para que el lograra una eyaculación. Me emocionó mucho pues significaba que yo era capaz de excitar a un chico hasta ese grado y me sentí feliz de habérselo conseguido. Su semen saltó una y otra vez al suelo quedando una parte en mi mano. No tardó mas que un minuto en recuperar la respiración y después se metió al baño para lavarse mientras yo me quedé parado, conteniendo su semen para que no se escapara por entre mis dedos, mirando esa masa blanca viscosa entre una especie de sentimiento de rechazo y deseo.

Cuando el salió del baño para pasar a la tienda yo entré, estaba extremadamente excitado pues no había llegado a tener mi propio orgasmo asi que mantuve su semen por varios segundos viéndolo fascinado, entonces con la mano que tenía libre me desabroché el pantalón y me lo bajé también a medio muslo, y apliqué en mi agujerito con el dedo el semen de Jaime que me había quedado en la mano, Por un segundo me sentí mal de estar haciendo eso, pero fue solo un instante pues la excitación que tenía en ese momento era el timón de mis acciones.

Me metí mi propio dedo a mi colita empujando hacia el fondo el semen de Jaime, lo hacía en movimientos de afuera hacia adentro que se convirtieron en una estimulación muy suave pues el semen de Jaime hacía las veces de lubricante permitiendo que el dedo entrara y saliera sin ninguna dificultad haciéndome sentir una sensación muy especial que hasta entonces no había experimentado. Los movimientos se hicieron repetitivos como en una penetración mientras con la mano libre me estimulaba mi propio pene hasta lograr una eyaculación que me dejó temblando de las piernas y profundamente complacido. La excitación que me provocó ese solo hecho y el sentir mi propio dedo estimulando mi colita, penetrándola con parte del líquido viscoso que había conservado fue una experiencia que era nueva para mi, sabiendo que mi placer venía de una penetración ficticia, pero en parte real por el semen que tenía ahora en mi. No era mucho, pero el significado de que fuera el semen de un hombre al que yo mismo le había provocado un orgasmo me hacía sentir extremadamente contento.

Tardé solo un par de minutos en salir del baño, no comenté nada con Jaime ni el tocó el tema. Don Melquíades regresó a la hora acostumbrada y yo me retiré manteniendo en mi colita el semen que me había aplicado yo mismo y que me llevé en mi hasta que llegué a casa y me bañé, entonces me volví a autoestimular de la misma manera una vez mas, por adelante con una mano y penetrando con un dedo mi agujerito de atrás. Era muy satisfactorio y me imaginé que podría aplicarme algo mas grande que mi dedo, entonces usé el mango del cepillo con el que nos tallábamos la espalda para penetrarme lo cual me fue doblemente placentero. Asi fue que aprendí a incitar mi colita como parte integral de una auto estimulación manual a mi propio pene. Esa primera y segunda vez en el mismo día serían el preámbulo de decenas de veces mas de manera similar.

Esto se repitió con Jaime algunas varias veces mas. El notaba que yo esperaba a que el saliera del baño para entrar y veía que trataba de conservar su semen en la mano en lugar de tirarlo al piso. Un día me preguntó que para que lo hacía y le conté.

- Bueno, le dije, ya que tu no quieres hacerlo pues lo hago yo de esta manera

- Jajaja, rió, ¿asi que tu solito “te das”?

- ¿Y que querías si tu no lo haces

- Bueno, pero no es que no quiera, un día que volvamos a tener tiempo vas a ver que si..

Por las noches en la casa ya acostado me imaginaba yo de espaldas a el, con los pantalones bajados a medio muslo y sentía de nuevo la puntita de su pene tocando firmemente mi agujerito e imaginaba que entraba… solo un poquito.

Fue una buena época, yo ya le tocaba su pene sin ningún remordimiento, al contrario, me gustaba hacerlo y me sentía bien y a veces el llegaba a eyacular lo cual me fascinaba.

Pensaba a veces en Claudia y mi mamá y me daba un poco de remordimiento, me preguntaba que pasaría si lo supieran. Pensaba que si a mi gustaba no tenía nada de malo, solo evitar que lo supieran aunque me moría de ganas de compartir esas emociones con mi hermana, pero sabía que nunca podría llegar a hacerlo.

Para entonces Claudia estaba por cumplir los 23 años y ya había pasado la mitad de la carrera de medicina, pero por mas madura que ya era no consideraba que fueran cosas que pudiera llegar a platicar ni en sueños con ella.

Los días pasaban y yo me sentía feliz ejerciendo mi sexualidad aunque al hacerlo de esa manera un tanto limitada empezaba a despertar en mí el deseo de una relación sexual plena, recibiendo completamente el pene de un chico, de Jaime.

Seguía tomando las pastillas de las hormonas, no sabía si era eso o que ya estaba alcanzando por mi mismo la definición de mi gusto pero fantaseaba de una manera que llegó a ser casi obsesión por tener quien me hiciera el amor

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