22 sept 2010

MEMORIAS DE UNA AMIGA: NELLY 4

Estábamos frente a la sede de la organización católica para obreros y campesinos. Ibamos de campamento. A mí no me interesaba en lo más mínimo salir. Mucho menos con gente a la que no conocía y a un lugar que nunca me había gustado: El Quisco. Pero no quedaba más que resignarse. Por si las moscas, me había puesto una blusa con mangas anchas, blanca, tejida en hilo, que mostraba entre el diseño todo lo que hubiera debajo (pero con cuello subido, claro...). Usaba un sostén blanco y unos jeans. Me quedé esperando en la esquina que dieran la señal para salir. No vi a nadie interesante. Llegamos y después de almorzar y ordenar las ropas, fuimos en grupo a la playa. Ahí me fijé que había un tipo que me miraba sin despegarme de su vista. Estaba con su mujer y con una niñita. Me sonreía, casi como a todo el mundo. Pero su mirada no era igual para todos... tenía antojo. Yo usaba un bikini harto tradicional. Pero se metía un poco entre las nalgas... casualmente. Me dediqué a pasearme por la playa. Al poco rato, vi un tipo muy mayor que me hacía señas. Me detuve y miré bien: pasaba su lengua por la boca, leeeeentamente... y hubiera jurado que babeaba... ¡imbécil! Siempre había ejemplares de ésos: esperando lanzarse sobre... ¿sobre qué parte específicamente? Lo tomaba como indicio... pero no me interesaba nada tan fácil.

Esa noche hubo fogata, canciones y chistes en el campamento. El “marido del año” me seguía con la mirada (nada descarado si estaba con su mujercita)... pero absolutamente caliente si se encontraba solo. En un momento, fui sola a la cabaña (como que iba a buscar algo... cualquier cosa). Al salir, me fijé que él estaba en la suya, con la puerta abierta... y me llamó. No me acuerdo qué me preguntó, aparte de mi nombre, pero me miró de arriba a abajo, de lado a lado y se paseó a mi alrededor. Ahora sé que era un afán exhibicionista... quería calentarlo... que supiera lo que tenía... casi al alcance... El respiraba con excitación evidente. Yo deseaba que me tocara... que me besara... que metiera su lengua en mi boca... que acercara mis manos a su pico tieso... por mi culpa. “Mañana, cuando vayamos al centro... podemos encontrarnos en alguna parte”. Dijo con voz ronca... Acordamos el lugar. Y salí... porque suponía que teníamos mucho rato allí y alguien podía encontrarnos. El quiso tomarme de la blusa... pero se encontró con mi trasero... ¡¡aaahhh!!! ¡qué rico lo tienes!... Y me fui.

Al día siguiente, lo vi en el lugar acordado. No teníamos mucho tiempo. Nos escondimos detrás de una casa. Me besó de inmediato. Puso sus manos sobre mis nalgas... masajeando y luego apretando entre mis piernas. Yo jadeaba de puro gusto. Después agarró una, las dos tetas... que nadie más había tocado. Entonces gemí... mientras lo buscaban mis manos... entre su pantalón... estaba caliente, mojado, duro, rico para mí. Me besó de una manera completamente degenerada. Como atrapando todo mi cuerpo con su lengua y con sus labios. Nunca me habían besado así. Quería más, quería tenerlo adentro, moverme con él, agarrarlo entero. Pero había que irse. El muy descarado andaba con su mujer y la había dejado comprando cerca. Hubo una sola ocasión más para sentir cuánto me calentaba sentir un hombre así. Pero fue más breve, en su cabaña. “Cuando vuelva a Santiago te voy a volver a ver”... me dijo, mientras abría el cierre de mi pantalón para tocar... “esta zorrita necesita que la alimenten”... (pero él no sabía cuánto... ni que jamás me habían invadido así...).

Un mes más tarde escuché voces en el departamento, mientras me daba una ducha. Al terminar, reconocí su voz y... la de su mujer... Iba a colocarme el sostén y lo pensé mejor: si pudo venir hasta aquí... veamos qué tan antojado sigue... y sólo me puse el suéter, delgadísimo... que no ocultaba los pezones fríos... erectos.

Salí... como distraída... saludé a ambos, fingiendo sorpresa. Noté de inmediato que su mirada estaba en mis pezones, que sus pupilas se dilataban, que su respiración cambiaba... Para disimular, puse música y hablamos de lo que estaban haciendo en el centro (allí vivía yo) y de cómo estaba el embarazo de ella, que ya se notaba más avanzado. Estuvieron poco rato. Al salir ella con mi hermana, yo me quedé al final con él. Tras de la puerta, mientras ellas conversaban en la escalera, él tomó uno de los pechos y lo apretó con fuerza. Yo sonreí. ¡Pienso en ti todo el día... y toda la noche!... Bueno, yo también lo recordaba. No volví a verlo, aunque me dejó un teléfono. Pero no llamé. El nunca supo que había tenido al alcance... a una chica... virgen... de sólo 15 años... lista para que se lo metiera...

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