24 sept 2010

MEMORIAS DE UNA AMIGA: NELLY 6

El novio.

Yo tenía un compañero en la oficina a quien siempre lo llamaba un amigo, que había estudiado en la Universidad con él. Como casi siempre yo contestaba el teléfono, nos fuimos conociendo de a poco. Por jugar, le pedí a mi compañero que me siguiera la corriente y que no cambiara nada de lo que yo le decía a su amigo por teléfono. Lo tenía convencido de que yo tenía casi cincuenta años (en ese tiempo tenía 30), que era bastante gordita (y juro que era muy flaca entonces). Muchas veces conversábamos un buen rato, antes de que yo transfiriera la llamada. Así estuvimos por un año, más o menos. Un día mi compañero necesitaba terminar un trabajo para titularse y me pidió que lo ayudara. Iríamos a la oficina de su amigo el día sábado y los tres trabajaríamos en el documento. Cuando mi compañero y yo aparecimos, su amigo casi enmudeció. Nos reímos mucho porque su cara era de completo asombro. Fue tal su impresión que en vez de ayudarle a mi compañero, sólo pude contestar a todas las preguntas que me hacía su amigo, el que me hablaba como si nadie más estuviera con nosotros. Mi compañero me contó el día lunes que nunca lo había visto así. Que le conocía muchas historias, pero él jamás había estado interesado en nadie en particular. Y comenzó a llamarme varias veces durante el día. Ya para el miércoles tenía el número de mi casa y me llamó en la noche. Comenzó a decirme que no podía pensar en otra cosa más que… en tenerme… Que por favor no me ofendiera, pero que tenía que confesarme que necesitaba sentirme, meterse dentro, gozarme entera (¡). Yo, obviamente, no estaba ofendida en lo más mínimo. Y aunque él no tenía nada de atractivo, me parecía un tipo caliente. Y eso sí me interesaba. A todo esto, él llevaba cinco años pololeando y pensaba casarse. Por supuesto, ése no era mi problema… La conversación telefónica pasó de intranquila a desesperada por parte de él. Me propuso vernos el día sábado… para poder tocarnos… Yo acepté. Y él estaba sorprendido y feliz. Llegué el sábado al lugar que acordamos. Entramos al motel. No alcancé a quitarme la cartera cuando ya lo tenía encima, besándome como si hubiera estado en el desierto por años y por fin pudiera tomar agua. Ya no aguanto, me decía. Me tienes loco. Yo estaba absolutamente contenta. Este tipo sí estaba muy caliente. Y me servía. Me miraba de arriba a abajo mientras yo me quitaba la ropa y él me ayudaba. Impaciente, pero a la vez tratando de no perderse detalle. Me besó mientras yo estaba aún de pie. Desde la boca, los pechos, la espalda, entre las piernas… y allí se quedó, mientras yo me apoyaba en la pared, él metía su lengua entre las nalgas y rozaba con sus dedos mi vulva. Acabé una vez, por lo menos, antes de caer sobre la cama, con él agarrándome los muslos y los pechos con una presión que parecía querer marcar dominio y lleno de deseo. Me encantaba. Cuando ya no aguantó más, penetró lento y luego con mucha fuerza. Yo gritaba feliz. Acabamos juntos. Luego de unos minutos, comencé a chuparlo. Ahora el que gritaba más fuerte era él. Lo hice que terminara entre mis pechos. Me dejó toda chorreada. Y me encantó. La tercera vez quiso culiarme. Y lo hizo tan bien con su boca primero y su pichula después. Gozamos harto, porque yo estaba ya muy caliente. La última vez se montó en mí mientras me agarraba las tetas y me repetía incoherencias, diciéndome que ni una puta era más buena para la cama. Que su novia no era así. Que a ella no le gustaba mucho el sexo. Y que teníamos que volver a vernos luego. El no podía creer que yo estuviera tan dispuesta a hacer cualquier cosa. Varias veces me contó que me imaginaba junto con él y otra mujer. Eres tan caliente, que estoy seguro que podrías hacer gozar a una mujer. Y después yo te lo metería. O me pajearía mientras ella te chupa tu zorra. Y yo te rociaría con el semen entre las tetas. O verte gozando y luego enterrarte el pico hasta el fondo, mientras tú chupas a otra mujer. Decía que yo era degenerada. Pero la verdad, no era ni tanto. Supongo que sus experiencias previas habían sido demasiado normales y tradicionales. Porque yo nunca hice nada extraordinario. Y aún así, él se calentaba sólo al escucharme. Desde entonces, nos vimos durante varios meses. Hasta que se casó. Después de tres meses de matrimonio, me estaba llamando. No acepté verlo sino hasta casi dos años más tarde. No había querido interferir y además, estaba yo estaba saliendo con alguien que me gustaba mucho. Los hombres son bastante tontos. Su matrimonio fracasó. Yo se lo había advertido. Ese fue uno de los hombres más calientes que conocí. Y jura que sólo recordar cómo lo complacía lo hace querer pajearse. Hasta me declaró que se había enamorado, pero a mí dejó de interesarme hace años. Y todavía no se convence. Pero yo no me acuesto con nadie sólo por los buenos recuerdos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario