26 may 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. LXVII

Capítulo LXVII, Necesidad

No me di cuenta de lo mucho que tenía con Raquel hasta que nos dejamos de ver. La extrañaba como persona y como amiga, pero también habíamos generado una especie de ayuda mutua a nuestra sexualidad., tuvimos relaciones con relativa frecuencia por mas de dos años, yo siempre que le hice el amor lo hice vestido de niña lo cual me excitaba a mi y a ella. A veces eyaculaba en ella, otras veces ella me satisfacía con el consolador que habíamos comprado y entonces mis eyaculaciones eran fuera de ella, como resultado del estímulo del pene de hule y su mano manipulando mi pene. Yo tenía orgasmos con la frecuencia necesaria para no sentir que precisaba de una relación diferente con alguien mas, particularmente, el deseo de tocar y tener un pene verdadero, se disminuía mucho por el efecto de las veces que estuve con ella y que de una u otra manera satisfacían mi necesidad sexual.

Al dejar de visitar a Raquel yo me autosatisfacía en ocasiones usando el consolador que conservé, pero no me resultaba suficiente desde el punto de vista emocional, es decir que me sentía como si me estuviera engañando a mi mismo pues el consolador no era en realidad el pene de un chico y por eso empecé a pensar en tener una relación con un verdadero hombre, anhelaba volver a tocar un pene real para después ser penetrado por el. Quería tener un pene verdadero dentro de mi, que me lo diera un hombre que me abrazara y acariciara mientras me lo daba.

Pasaron muchos días y no encontraba la manera de conocer a alguien con quien pudiera estar. Había alternativas, estaban los servicios de sexo servidores travestís o no, pero me daba miedo tener algún problema con alguien totalmente desconocido. Otras alternativa era el poder ir a bares o lugares donde asistieran este tipo de gente y tratar de conocer a alguno con el cual poder tener una relación pero igualmente se me figuraba que era demasiado riesgoso.

La situación se fue haciendo cada vez mas apremiante para mi, no era que no pudiera controlarlo, pero lo deseaba cada vez mas.

Claudia, mi hermana, había terminado su carrera y estaba haciendo su internado en otra ciudad del país y mi mamá seguía trabajando todo el día. Yo, estaba a punto de terminar la carrera y las gestiones de cobranza que hacía ya no eran a personas físicas, si no a personas morales como empresas o instituciones. Tuve la oportunidad de tener mejores ingresos y pensaba que podía conseguir con dinero a algún hombre real que por primera vez me hiciera el amor como mujer.

Pasaban los días y mi deseo de sentir por primera vez a un chico aumentaba pero no encontraba la solución.

Una noche que regresaba del trabajo pasé frente a la tienda de don Melquíades, donde había laborado hacía mas de dos años y en done fue que conocí a Jaime. Recordé la vez que pasé vestido de niña frente a la tienda y que el no me reconoció y entonces se me ocurrió que podía intentar acercarme a el de nuevo y quizá con el lograr terminar lo que en aquella ocasión no pudimos. Me pareció una idea muy buena, era alguien seguro a quien conocía y sobre todo, que el ya sabía de lo mío, me decidí a que fuera con el con quien iba a estar, me dije a mi mismo que tenía que hacer lo necesario para lograrlo.

No pasé a la tienda, ni siquiera de lejos para saludar o que la menos me viera, solo pensé en la manera en que podría acercármele nuevamente, aunque eso no era garantía de nada ya que faltaba que el lo quisiera.

Al día siguiente pasé temprano por la tienda antes de que abrieran y anoté el teléfono para hablar mas tarde, esperando la hora en que don Melquíades, papá de Jaime, salía a comer.

Marqué esa tarde desde la oficina, era la hora en que también la mayoría de mis compañeros salían a tomar sus alimentos.

Jaime contestó el teléfono, cuando me reconoció, de inmediato cambió su estado de ánimo y comentó entusiasmado que le daba mucho gusto oírme.

Platicamos un poco el de su negocio y yo del trabajo y de la escuela.

Pasados los primeros minutos de efusividad me preguntó

- ¿Y tu, qué onda?, ¿Sigues con tus cosas?

Yo sabía bien a lo que se refería y el hecho de que el hubiera tocado el tema me facilitaba abordarlo, ya que aunque en una época habíamos llegado a intimar casi a punto de tener una relación física, ya pasado cierto tiempo no me atrevía a platicar del acercamiento tan íntimo al que habíamos llegado en el que aunque no se logró la penetración cuando lo intentó, si nos agarrábamos, el mi colita y yo su pene en muchas ocasiones que entrábamos a la trastienda.

Le contesté:

- Mas menos

- ¿Cómo que mas menos? ¿sigues usando ropa de tu hermana?

- Si, ahora es mas fácil pues esta fuera de la ciudad haciendo su internado de medicina.

- ¿O sea que te sigue gustando ponerte cositas de niña?.

- Si, me gusta y ahora lo hago mas seguido, la ropa interior por ejemplo desde hace mucho uso solo de mujer, me gusta, ¿lo recuerdas?

- ¡Claro!, me acuerdo que al principio no lo podía creer, pero después que traías los pantalones bien pegaditos y a veces unas blusas que según tu eran unisex, era evidente que te gustaban esas cosas., Agregó: bueno, y otras que te gustaba hacer, continuó: ¿y todavía te pones de ese tipo de ropa?.

- Si, a veces, incluso cosas mas obvias

- ¿Cómo?, si eso que te ponías a leguas se notaba que era de mujer aunque tu dijeras que era unisex y lo sabías.

- Si, pero ahora ya no uso ropa unisex.

- ¿Cómo?, volvió a preguntar ¿y ahora que usas?

- Hay veces que uso ropa totalmente de mujer

- ¿Cómo?

- Si, me visto completito y me arreglo como niña.

Al decir esto hice una pausa para esperar su reacción

- No te creo

- Deveras, lo hago cuando puedo y tengo tiempo porque trabajo

- ¿Vas asi al trabajo?

- No hombre, como crees, me correrían, no, me arreglo en la casa, mi hermana esta en San Luis Potosí con lo de su internado y mi mamá vuelve a la casa hasta la noche, yo trabajo pero como mi trabajo es en la calle a veces cuando ando por el rumbo y me da tiempo lo hago.

- ¿En que trabajas?

- En un despacho que hace cobranzas extrajudiciales.

- ¿Ganas bien?

- No mucho pero lo suficiente como para ir comprando mis cositas, aunque a veces me pongo ropa de mi hermana, siento algo especial de ponerme ropa que ya ha sido usada por una mujer.

Jaime guardo silencio como para digerir lo que le había comentado, creo que le costaba trabajo pensar en mi haciendo eso pero finalmente pensaba que era lógico dado mi comportamiento con el cuando trabajaba en la tienda. Después de unos segundos me preguntó:

- ¿Te arreglas en tu casa?

- Si, cuando puedo

- ¿No te ha cachado tu mamá?

- No, ella llega ya en la noche y nunca me ha visto

- ¿No te aburres de vestirte y estar solo en tu departamento?

- No porque a veces salgo a caminar

- ¿Sales asi a la calle? Esta pregunta la hizo como si estuviera escuchando algo que le resultara imposible de poder creer, le respondí

- Si

- ¿Sales asi desde tu casa?

- Si, nadie sabe que en realidad soy yo. Puedo pasar por alguien que no soy yo, todo es salir del departamento y que nadie me vea cuando salga, ya estando afuera en el pasillo o la escalera puedo pasar por cualquier persona que viviera o estuviera visitando a alguien en la unidad.

- ¿Nunca te han dicho nada?

- No, a veces se me quedan viendo pero creo que puede imaginar que soy una visita de alguien. Hasta podrían pensar que soy una amiga de mi mismo jaja

- Creo que te aventuras demasiado

- Bueno, ahora salgo asi desde mi casa, pero hasta hace poco tenía una amiga que sabía de de mi onda y a veces me arreglaba en su casa

- No te creo, cuéntame

Le comenté lo de Raquel, estuvimos hablando mucho rato

- ¿Y porque la dejaste?

- No, no nos dejamos, se supone que seguimos siendo amigos pero es que ella conoció a otra persona, de hecho nunca fuimos mas que amigos aunque tuvimos relaciones.

Le conté asi el tipo de relaciones que tuve con ella., preguntó como para aclarar

- O sea que ella era machorra

- No, como crees

- Pues si dices que te lo hacía

- Pero eran solo fantasías, me complacía y ya

- ¿Asi nada mas?

- Bueno, yo la complacía a ella y eso le gustaba

- ¿La extrañas?

- Si, creo que me identifiqué con ella

- ¿Y ahora que haces, tienes novia o novio? Dijo riendo y disculpándose inmediatamente.

- No, pero por eso te hablo, me gustaría verte de nuevo, ¿Puede ser un día?

- Bueno, pero no se cuando, no tengo tiempo pues estoy todo el día en la tienda

- No importa, puedo ir un día a la hora de la comida que no esta tu papá.

- Bueno, si quieres pasa un día y platicamos.

Esa conversación, su voz, el recuerdo de las veces que le había tocado el pene y el me había tocado a mi la colita, pero sobre todo el recuerdo de que intentó dármelo pero que por el dolor que me causaba no se pudo me hicieron ser un tanto temerario en lo que le dije:

- No, no quiero platicar, te quiero ver a ti y terminar aquello que quedó pendiente.

- Tengo novia, contestó de manera defensiva.

- También tenías aquella vez que estuvimos a punto de hacerlo.

- Si, pero creo que ahora si ya me voy a casar.

- ¿Tienes relaciones con ella?

- Ja ja, exclamó, ¿estas loco? Si es bien puritana, es de las que dice que llegará virgen al altar.

- Entonces me imagino que estarás muy caliente.

- Un poco, hay veces que me voy con las chicas “malas - buenas”

- ¡Que desperdicio!, y tomando abiertamente la iniciativa agregué:: por eso, no te quiero para platicar.

- Ya te dije que no le hago.

- Si, ya se que “no le haces” pero “no le haces” con un chico, ¿Qué pasa si voy arreglado como niña?, ¿Te gustaría?, lo que verías sería una chica a la que le pudieras hacer las cositas que tu novia no te deja que le hagas. Esto lo dije a manera de lograr despertar en el la lascividad de sus deseos frustrados.

- No lo sé, es cuestión de verte pero es difícil, no lo creo, sabría que en realidad no eres niña

- Ya veras, cuando me visto como una niña soy en realidad una niña. Déjame lo intento, si se da, pues bien.

- No se. No estoy seguro

- Lo intento, repetí.

El me interrumpió diciendo que ya iba a regresar su papá, que le llamara después.

Le dije que lo haría y me despedí.

Me quedé pensando en lo que habíamos conversado y que el no había rechazado del todo el tema. Pensé que quizá finalmente resultaría lo que tanto había anhelado, además, Jaime me gustaba por su forma de ser, y por la fuerza de su cuerpo que a base de mover mercancía en la tienda era atractivamente musculoso, pero mas que eso, porque ya había sentido su pene en mis manos, su semen escurriendo entre mis dedos y lo mejor de todo, ya había sentido su virilidad en mi agujerito aunque en aquella ocasión no hubiera podido entrar. Todo eso lo convertía en algo altamente deseado para que fuera el primer hombre en mi vida.

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