3 mar 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. XIX - XX

Capítulo XIX, Continuación

Terminó diciembre y el 7 de enero volvimos a la escuela. Mi mamá a las dos en las que trabajaba, Claudia a la prepa y yo a la secundaria.

Volví a ver a Marla, había estado hablando con ella casi todos los días desde que salimos de vacaciones. De hecho la había invitado a la posada de mi edificio pero no la habían dejado ir.

Salimos de la escuela y yo esperaba que iríamos a sentarnos a nuestro escalón en el edificio a la vuelta de la escuela, pero su mamá fue por ella, asi que me fui a la casa temprano.

Llegue y como tenía mas de tres semanas de no usar ni siquiera las panties saqué algunas cosas para arreglarme. Como tenía varios días de no hacerlo me quería arreglar completo por lo que pensé en ponerme una de las faldas que tenía, no la mini pues el tiempo estaba frío pero quería usar una falda pero no sabía si Alfonso acompañaría a Claudia a la casa, asi que para no contrariarla me puse un pantalón de los que me había dado y una blusa de botones al frente y con mangas tres cuartos. Llegaron Claudia y Alfonso, yo lo veía y a veces imagina como era que había logrado tanta intimidad con mi hermana, le veía las manos y trataba de imaginar lo que Claudia sentía cuando el, con esas manos, la acariciaba y en un exceso de atrevimiento imaginaba lo que ella sentía de acariciarlo a el, pensaba en esto, me sentía mal de pensarlo pero a la vez me daban unas cosquillitas en el estomago de figurármelo.

Cuando se fue Alfonso Claudia me recordó que ya era enero y que el acuerdo era que a partir de ese mes yo ya no me vestiría con sus cosas.

Le contesté que si, que ese era el acuerdo pero que quería seguir unas semanas. Quería seguir imaginando como es que las mujeres gozan con ciertas cosas

- Como qué, preguntó.

- Pues como seleccionar ropa y hacer combinaciones., también de cómo se arreglan y a veces veo como te maquillas y buscas los accesorios que te hagan juego con la ropa. Todo eso me encanta.

- ¿Quieres maquillarte? Preguntó un tanto escandalizada.

- No especialmente, aunque un día me gustaría ver como me veo pues somos muy parecidos, además, al vestirme quiero usar los brasieres que me regalaste y que casi no he tenido oportunidad de usar. Sigo pensando en la sensación que las mujeres tienen cuando les acarician las bubis, es algo que quiero imaginar y no puedo.

- Porque no eres mujer, complementó.

- Si, por eso quiero usar los brasieres unas cuantas veces, solo para imaginarlo, al menos por un tiempo y sentirlos y pensar que el roce de la tela son caricias, es algo que me gustaría mucho

- ¿Te gustaría que te tocaran los senos?

- No, me gustaría si hubiera sido mujer, o serlo por un instante y sentir lo que se siente.

- Es lo mismo.

- No, asi como hombre no, yo se que no soy mujer, pero a veces pienso que si hubiera llegado a serlo sería natural, ¿no?, asi como dices tu con Alfonso.

- Bueno, pero no eres.

- Si, pero cuando me visto con tu ropa puedo imaginármelo.

- ¿Y eso te gusta?

- Si.

- Pero, ¿entonces te gustan los hombres?

Era una pregunta muy seria, no pensé que mi hermana pudiera llegar a pensar eso de mi. Reflexioné.

- No, te digo que no me gustan, solo que me hubiera gustado ser mujer para ver que es lo que sienten al vestirse, al salir a pasear y que las vean los chicos, lo que sienten cuando las acarician.

- Pero ¿te gustan o no los hombres?

- Que no, solo me gustaría sentir lo que siente una mujer cuando le tocan las bubis, imaginar lo que se siente que te acaricien los senos

- Ten cuidado pues para que te acaricien los senos los tiene que acariciar un hombre.

- Si ya sé, pero yo no imagino a un chico que me acaricie, solo imagino lo que se sentirá que te acaricien las bubies, pero no imagino a nadie en especial haciéndolo

Ella comentó que eso de imaginar nadie lo podía evitar, pero que ella pensaba que ya no debía seguir usando las cosas de mujer que me ponía pues esos pensamientos ya no eran un juego.

Creo que ese fue un momento coyuntural pues tenía que definirle que en realidad lo hacía mas porque me gustaba a que fuera por pensar que era solo un juego. No estaba seguro de cómo reaccionaría pero me aventuré a decirle:

- Ya se que no, que a lo mejor no es un juego, añadí, me gusta usar a veces la ropa de niña porque me gusta imaginar lo que siente una niña. No me siento mal de usarla, en esos momentos me imagino que soy mujer y no me siento mal. Yo no lo siento como juego, lo siento como algo que me gusta imaginar.

Mi hermana se quedó pensativa unos cuantos segundos sin saber que decir, reflexionó en lo que yo le había dicho y expresó.

- Bueno, si no lo consideras un juego y realmente te gusta imaginar que cuando usas la ropa de niña puedes pensar en haber sido mujer, te vuelvo a preguntar ¿te gustan los hombres?

- ¡No!, ya te dije que solo me gusta imaginar haber sido mujer para ver que es lo que se siente de buscar y seleccionar ropa y accesorios, probarte la ropa frente al espejo para imaginar como te quede una vez que la traigas puesta.

- Si, pero también dices que te gustaría saber lo que se siente que te acaricien las bubies

- Si, pero eso no quiere decir que me gusten los chicos, es mas bien que quiero saber qué es lo que siente una chica cuando la acarician asi.

Mi hermana quedó callada unos momentos y finalizó

- Si quieres seguir usando las cosas es tu decisión aunque estarías faltando a nuestro acuerdo. Me pidió que recordara que Alfonso la llevaba varios días a la semana y que no quería que me exhibiera delante de el.

- ¿O sea que no puedo usar nada de nada delante de el?

- No, ese fue el trato ¿no?

- Si, pero si el ya sabe, ¿Qué tiene de malo?

- No es porque el sepa o no, es porque no esta bien.

- Pero si nada ha cambiado, te prometo que no usaría cosas exageradas, solo los pantalones como hasta ahora.

- Si y de ahí vas a querer pasar a las blusas y asi te vas a seguir.

- Te prometo que no cambiarán nada las cosas. No me pondré delante de Alfonso nada que no me haya puesto ya.

- Me preocupa ver que esto es demasiado importante para ti, deveras, me preocupa.

- Pero si ya ves, sigo con Marla y quiero seguir con ella, es solo ponerme algunas cosas cuando esté en la casa, ¿Me entiendes? Le dije

- No, no te entiendo, por mi, no te vuelvas a poner nada de estas cosas, creo que ya no es un juego.

- No, no lo es, pero a mi me gusta y no le hago mal a nadie.

- Te lo haces a ti.

- ¿Por qué, si me gusta?

- Por eso, yo no quiero que sigas poniéndote mis cosas.

- No me pondré tus cosas, si no las mías

- No te hagas chistoso. Haz lo que quieras, pero piensa en que yo no estoy de acuerdo.

- Gracias, no voy a exagerar

- No me des las gracias, ya te dije que no estoy de acuerdo.

- Bueno, ya sé, pero te prometo que seré discreto.

- De cualquier manera creo que no esta bien.

No era asi la manera en que yo quería poder continuar arreglándome, pero al menos no me impedía que pudiera hacerlo. Eso me tranquilizó un poco.

Capitulo XX, Salida

Alfonso seguía llevando a Claudia a la casa los tres días a la semana, yo seguí usando algunos de los pantalones que me había regalado mi hermana. Durante un tiempo no me vestí demasiado obvio o exagerado, traté de ser discreto y solo me ponía pantalones y blusas no demasiado femeninas los martes y jueves que Alfonso no la llevaba, asi fue por un tiempo. Mi hermana me veía a veces y me preguntaba que en que habíamos quedado. Yo le decía que eran pantalones discretos y ella me decía que en efecto, lo eran, pero que se veía que eran de mujer. Yo no le contestaba nada pero los seguía usando.

Cuando llegaba con Alfonso usaba los pantalones que ella misma me había dado meses atrás. Un día que Alfonso ya se había ido le comenté que parecía retrato usando solo esos tres pantalones, que era con lo único con lo que el me veía. Le pregunté si me podía dar mas ropita, quizá algunos pantalones u otras cosas pues solo tenía tres y siempre usaba los mismos.

Me recordó que ella no estaba de acuerdo en que yo siguiera usando ropa de niña y que además ya me había dado todo lo que me podía dar, que las demás cosas las utilizaba y que definitivamente no me iba a dejar que me pusiera algo y que me viera su novio y que después se lo viera a ella puesto, pero que de cualquier manera no me iba a dar nada mas.

- Bueno, si no quieres regalarme mas pantalones déjame usar un día algo de la ropa que tienes, no usaría faldas, solo alguno de los pantalones que ya no te pongas.

Me contestó que no, que si quería usar otra cosa pues que usara mi propia ropa de niño.

.

No es para tanto hermanita, le dije riendo.

¡Cínico!, me dijo fingiendo molestia.

Yo procuraba arreglarme muy bien los días que sabía que iba a ir Alfonso a llevar a mi hermana. Era algo especial el saber que ellos tenían relación física mas allá de lo que se veía. A veces imaginaba que el la acariciaba a ella y ella a el, era un pensamiento que no me podía quitar de la mente por un lado no me gustaba imaginármelos acariciándose, pero por el otro era algo que me hacía sentir cosquillitas en el estómago.

Yo no me arreglaba los días que Alfonso llevaba a Claudia a la casa pues tenía que ser reservado para que mi hermana no se molestara.

Un día le dije a ella:

- Clau, de todas las cosas que me diste ya no me he puesto nada los días que vienes con Alfonso y se me van a echar a perder, déjame usarlas ¿si?

- Ya quedamos que no, el tiempo era hasta diciembre.

- Si, pero ya viste, casi no tuve oportunidad.

- ¿No? Si las usabas casi a diario.

- Si, pero no contaba con las vacaciones, fueron dos semanas que me faltaron.

- Pretextos, puros pretextos

- ¿Si me dejas?

- Ya te dije que no

- Si Alfonso sabe, ¿Qué tiene de malo?

- No quiero que crea que eres joto (¡Gulp!) Me dolió que me dijera asi pero mi objetivo me hizo pasar por alto el comentario.

- No lo soy, tengo mi novia, es solo que me gusta a veces vestir como niña, pero no tiene nada de malo y no le hago mal a nadie.

- Eres imposible, ya te dije que yo no estoy de acuerdo.

- OK, pero si las uso ¿te enojas?

- No es que me enoje, es que no esta bien.

Esa fue una época difícil, Yo seguí usando la ropa que ella me había dado los días que no la iba a dejar Alfonso, la que aparentaba mas ser tipo unisex, pero no me sentía satisfecho asi que poco a poco comencé a usar nuevamente delante de el las cosas que ella me había dado. Para el no era algo raro, ya me había visto con ellas puestas pues las cosas que yo decía que eran unisex las había estado usando de agosto a diciembre asi que el ya sabía y las conocía.

Mi hermana ya no me decía nada, solo me pedía que no exagerara y que no me pusiera cosas que me hicieran ver demasiado obvio.

Le dije que estaba bien, pero que ya que no quería que Alfonso me viera con vestido o falda que me dejara vestir un día con algunas de las cosas que ella me había dado aunque no parecieran demasiado unisex.

Me dijo que estaba faltando al acuerdo que habíamos hecho y agregó un tanto molesta que si era tan importante para mi que hiciera lo que quisiera pero que recordara que ella ni estaba de acuerdo ni lo aprobaba.

Fue suficiente, no era un permiso, pero era una aceptación velada. No me gustó que fuera de esa forma pero mi deseo de arreglarme me hizo aceptarlo también de esa manera.

Después de esto, uno de los días que llegaron yo estaba particularmente vestido de manera especial. Quería que el notara el esfuerzo de mi arreglo.

Me puse un pantalón canela con pinzas al frente. Eso hacía que se entallara de manera especial en la cadera, que aunque no tenía mucha las pinzas hacían un efecto favorecedor. Tomé una blusa tejida color zanahoria, sin tirantes y me puse el brasier de tirantes transparentes y después la blusa.

Seleccioné unos aretes color naranja que hacían juego con la blusa y un collarcito del mismo color.

Busqué unas zapatillas de mi hermana, eran color café con vivos color naranja. El resultado era que me veía bien, muy bien y que asi lo sentía. Me peiné con fijador el cabello hacia abajo simulando un corte tipo francés Me paré frente al espejo y me sentí contento con mi imagen. Me senté en la sala y cruce la pierna como señorita y según yo empecé a estudiar para esperar a que llegaran mi hermana y Alfonso.

Cuando llegaron, abrieron la puerta y me vieron. Alfonso dijo ¡¡Waw!! Mi hermana me volteo a ver con una exclamación de evidente enojo. Alfonso dijo:

- A ver, párate para ver como te ves

- Déjalo, dijo Claudia, ¿Cómo se va a ver?, ¡pues como niña! Dijo mostrando su molestia.

Yo me paré y me di la vuelta sobre mi mismo.

- ¡Alberto! Dijo Claudia no te hagas, parece que estuvieras modelando.

- Déjalo refutó Alfonso riéndose pero no a manera de burla, si no mas bien como siguiendo una especie de broma y añadió dirigiéndose a mi. Te juro que si te encuentro en la calle no pensaría jamás que pudieras ser hombre.

- ¿De veras?

- Si, de veras, estoy seguro que si alguien te encontrara por la calle no se imaginaría que no eres mujer. Un día deberías salir asi arreglado como estas ahorita para que vieras que nadie lo notaría.

- Creo que nunca me atrevería.

- Si quieres un día te acompaño para que veas que nadie te nota que eres hombre.

- Ja, ja, y mas ¡ja! apuntó Claudia, ni loca que estuviera para dejarlo salir asi.

- Mira Cielo, le expresó el. Te juro que si me encuentro a tu hermanito en la calle y va vestido asi, no pienso ni por un momento que pudiera ser hombre. Déjalo salir para que vea que lo que te digo es cierto.

- No, no esta bien, es hombre y no tiene que andar en la calle vestido de mujer.

- Nadie lo va a saber comentó el.

- Yo si, dijo de manera terminante ella.

.

Ellos hablaban y yo los escuchaba. Alfonso le dijo:

- Nada mas para que el vea que nadie lo nota, un día salimos rápido a la tienda y regresamos. Es mas, vamos los tres para que también veas que nadie le va a notar que no es mujer.

- No, a mi no me importa que le noten o no. Lo que digo es que no va a salir a la calle vestido de mujer

Yo estaba entusiasmándome con la idea, nunca se me había ocurrido poder llegar a salir a la calle vestido de niña. La idea me pareció fantástica y me gustó pero mi hermana ya no quiso seguir con ese tema, sin embargo a mi me ocupó la mente de ahí en adelante como si se tratara de una obsesión. Pensaba si me atrevería, me respondía a mi mismo que si e inmediatamente decía para mis adentros que no. Eso me provocaba una especie de ansias que experimentaba continuamente, pero que me gustaba sentir.

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