21 mar 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. XXXVII

Capítulo XXXVII, Feminidad

Por aquel entonces yo ya usaba de manera regular ropa interior de mujer, de hecho cuando Claudia se comparaba ropa interior, de vez en vez sacaba de su cajón algunas cosas que metía en una bolsa y decía:

- Voy a tirar esto, a lo mejor hay algo que quieras.

Yo aceptaba, había algo especial que sentía de usar ropa que ella ya hubiera usado, me hacía sentir que se refrendaba el hecho de que hubiera sido ropa de mujer “probada”, eso me gustaba de manera especial..

Cuando llegaba a la casa y que no estaban ni Claudia ni mi mamá me arreglaba de manera plena, a veces con pantalones o a veces faldas o vestidos, pero siempre usando brasier, usaba de diferentes tipos que rellenaba con bolas de estambre para dar la apariencia y la suavidad de senos naturales y lograba un magnífico efecto sin embargo anhelaba tener senos verdaderos, desde hacía años fantaseaba con tener busto y que un chico me lo acariciara de manera especial. Eran pensamientos encontrados, como desde hacía tiempo los tenía. Anhelaba que un chico me tocara el busto, pero al mismo tiempo sentía una especie de pena conmigo mismo de que asi fuera.

Mi hermana no sabía de estos pensamientos, sabía que me vestía usando todo esto, pero pensaba que era ocasional, platicábamos poco por las diferencias en nuestros horarios.

Una noche ya que mamá se había ido a dormir volvimos a platicar de todo esto, me preguntó si me seguía arreglando y le dije que si, y me preguntó que por que lo hacía y le dije como siempre, que era porque me gustaba imaginar que podía haber sido mujer y resultarle atractiva, como niña a los chicos y que un día alguien me ligara y pudiera entonces recibir caricias en el busto, que era una de las cosas que mas anhelaba cuando me vestía con sus cosas. Ella decía que me acostumbrara a que eso no podría ser nunca, pues como hombre nunca iba a poder tener busto.

- Por eso son las fantasías, le contesté

- Pero nunca podrán ser realidad.

- Por eso son fantasías, repetí.

En esas semanas mamá empezó a sentirse un poco mal, le dolía todo y siempre estaba cansada, sudaba y tenía bochornos y siempre andaba echándose aire con un abanico de mano. La oí mencionar que era la menopausia y fue al doctor que le recetó unas pastillas que tomaba a diario y que la mejoraron.

Un día que platicaban mi hermana y ella oí que esas pastillas eran hormonas que complementaban las que ella por ese estado de su edad iba perdiendo, disimulando interés le pregunté que era “eso” que tomaba y me contestó:

- Son hormonas que me recetó el doctor

- ¿Para que?, le pregunté

- Son hormonas que mi cuerpo esta dejando de producir y que al tomarlas hacen que nuevamente el nivel de hormonas que tengo en el cuerpo se recupere.

- Si, pero ¿de que son esas hormonas?, ¿para que sirven?

- Son hormonas femeninas que la mujer deja de producir cuando llega a una edad como la mía, entonces te las recetan para hacer que tengas el nivel que normalmente debes de tener.

- ¿A los hombres les pasa igual?

- Si, pero no les afecta igual. Los hombres también pierden hormonas cuando llegan a cierta edad pero no tienen los síntomas que las mujeres tienen cuando les faltan a ellas, por eso las mujeres las deben de tomar, para recuperar el nivel que deben de tener normalmente.

Estuve pensando en eso durante muchos días, o sea que las pastillas eran hormonas femeninas. Muchas noches pasé imaginando cosas, pensaba que si a lo mejor me tomaba algunas me pudiera crecer el busto un poquito. No sabía cuantas pero pensaba que solo algunas.

Llegaba de la escuela y entraba al cuarto de mi mamá y veía el frasquito con las “pastillas mágicas”. Asi pensaba que eran pues imaginaba que podrían hacer que me creciera un poco el busto, no mucho, solo para tenerlo como el de una niña de unos trece o catorce años, al principio de su formación. Veía el frasquito con las pastillas en la mesita de noche de mi mamá. Cuando llegaba de la escuela lo abría y las miraba y me preguntaba que pasaría si yo las tomara, no tanto como mamá, pero si una o dos.

Pensaba y me decía que si mamá las tenía que tomar diario para poder recuperar su nivel de hormonas no pasaría nada si yo tomaba una o dos a la semana. Quizá hasta tres y asi las hormonas me hicieran crecer un poquito el busto.

Decidí que tomaría unas cuantas, me esperé a que comprara un nuevo frasco y ese día al regresar de la prepa me tomé una pastilla. Sabía que el efecto no iba a ser inmediato sin embargo, de manera anímica por el solo hecho de habérmela tomado me empecé a influenciar pensando cuándo se me empezaría a notar que me estuviera creciendo el busto y que mientras me llegaba a crecer pudiera tener pensamientos de mujer. No quería el busto muy grande, no quería problemas ni con mamá ni con Claudia, solo tener la sensibilidad de una niña de unos catorce años.

Me tomaba las pastillas dos veces a la semana pero el busto no me crecía nada, mas sin embargo noté que mis fantasías sexuales se hacían mas pronunciadas y por primera vez comenzaba a imaginar que además de que me acariciaban el busto yo le tocaba el pene al chico que me acariciaba. No se si era efecto de las hormonas, o el despertar de mi sexualidad por la edad pero esas fantasías eran extremadamente agradables para mi. Me daba pena conmigo mismo el imaginar poder tocar el pene de un chico tal como había visto hacía algunos años que Claudia se lo tocaba a Alfonso cuando el le acarició el busto, me daba pena imaginarlo, pero disfrutaba de hacerlo.

Estas fantasías eran cada vez mas recurrentes. Sentía una especie de pena conmigo mismo, pero me provocaban erecciones muy placenteras y en la intimidad ese tipo de pensamientos me hacía tener unas eyaculaciones que disfrutaba mucho.

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