28 mar 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. XL

Capítulo XL, Trabajo

Las hormonas y la sexualidad propia de la edad fueron elementos que evolucionaron mi libido. Cada vez disfrutaba mas el vestirme de manera que les resultara atractiva a los chicos, empecé a hablar de mi en femenino y no es que me gustaran los muchachos, eso aún con la ayuda de las hormonas no me era fácil de aceptar todavía, pero me gustaba que yo les pudiera gustar a ellos, era una especie de comprobación de que podía pasar como mujer.

Pasé a tercer año en la prepa y mi mamá insistía que debía de trabajar, no porque ella necesitara el dinero si no porque no era bueno que estuviera yo de vago, decía ella.

Yo me resistía pues dejaría de tener el tiempo libre para mi pasatiempo cuando llegaba de la escuela, pero pensé que trabajando podría juntar dinero para comprarme algunas cosas si quisiera.

Tendría que ser un trabajo de solo por las tardes y que estuviera cerca de la casa para tener tiempo de llegar de la escuela y salir no muy tarde para volver a casa a hacer la tarea. Busqué en los negocios de unas cuatro o cinco cuadras a la redonda para ver si requerían de algún tipo de ayudante pero sin resultados.

Un día que fui a la tienda a comprar un refresco para comer vi un anuncio que decía que se solicitaba ayudante de medio tiempo. Lo leí y al verme leyendo el dueño me preguntó si no quería trabajar. Le pregunté que en donde y me dijo que ahí, en la tienda, que el necesitaba de alguien que ayudara para que el pudiera empezar a ir a su casa a comer y que si podía trabajar de tres de la tarde a las cinco y media que el regresaría. No me quedaría solo, pues su hijo se quedaría a cargo, pero me ofrecía el trabajo para que siempre hubieran dos personas para poder atender bien a la clientela.

Bueno, estaba buscando trabajo con no muchas ganas de encontrarlo y de repente se me presentaba la oportunidad de un trabajo a una cuadra de mi casa, no toda la tarde si no dos o tres horas que me dejarían tiempo libre, si no para arreglarme si para poder hacer mi tarea, el problema era que los sábados era de las tres de la tarde hasta las nueve de la noche porque los sábados había mas gente y estaríamos los tres, el su hijo y yo.

Le pregunté que cuanto me pagaría si me quedaba con el trabajo, me contestó que el sueldo mínimo pero que me daría lo de cuatro horas aunque nada mas trabajaría dos horas y media y que el sábado me pagaría lo de ocho horas aunque nada más trabajara seis.

- ¿Cuál sería la cantidad del pago? Le pregunté.

El sacó una calculadora e hizo una estimación y me dijo la cantidad. Le comenté que tenía que verlo con mi mamá y que le decía al día siguiente.

- No hay prisa, es solo un pensamiento que tengo de poder ir a comer a la casa, no me urge pero si tu mamá te dice que si entonces empiezas para el lunes que viene, ¿te parece?

- Si, le contesté en una especie de entusiasmo e incredulidad de que se estuviera presentando esa oportunidad.

Esa noche le conté a mamá, ella se alegró de la oportunidad que se me presentaba, me dijo que el sueldo no era muy alto pero que se compensaba pues no tendría que pagar pasaje para ir a trabajar y que además el horario era muy conveniente para darme tiempo a poder hacer mis tareas de la escuela, solo había un “pero”, era lo de la comida, tendría que comer algo muy sencillo al llegar de la prepa para irme a tiempo y podría comer en forma a las cinco y media que regresara, todo lo demás le parecía muy bien.

Yo pensé para mis adentros que el horario me restringiría poder vestirme con mis cosas, pero que al menos podría ir a trabajar como lo hacía al ir a la escuela, es decir usando mi ropa interior de niña, hasta me podría dar tiempo de llegar a la casa y cambiarme los pantalones de niño por unos de niña, claro, no podría ser tan obvio pues estaría muy de cerca con el hijo del dueño que se quedaría a cargo de la tienda en tanto que su papá se iba a comer y no quería que fuera a notar abiertamente que los pantalones eran de mujer, pero si podría llevar pantalones de los que yo llamaba unisex, generalmente de mezclilla que aunque se veían que en realidad eran de niña por lo entallados, el tamaño de las bolsas, el tipo de dibujo o bordado que tenían y el tamaño pequeñito del cierre, no eran tan obvios como otros que a veces había usado para salir a esa misma tienda y que tenían el cierre de lado o incluso en la parte de atrás.

Al día siguiente, al llegar de la prepa me cambié, me puse un pantalón de mezclilla de mi hermana que estaba un poco apretado de las piernas y fui asi a decirle al dueño de la tienda que si podría trabajar con ellos, me dijo que le daba gusto, que el se llamaba don Melquíades y su hijo se llamaba Jaime.

- ¡Jaime!, llamó a su hijo que estaba en la trastienda.

El muchacho se presentó en el frente, yo lo había visto muchas veces cuando había ido a la tienda pero no me había fijado en el, digo, no tenía porque hacerlo hasta entonces.

Era un chico de unos veinte años, trabajaba con su padre todo el día por lo que se entendía que no estudiaba, era apenas un poco más alto que yo, pero no tanto como su papá. Estaba delgado, pero se veía fuerte, se asomó de la trastienda reportándose con su papá en muestra de obedecimiento.

- ¿Dime?

- Mira el es…

Volteó a verme y me preguntó que cual era mi nombre

- Alberto dije con inseguridad y voz apenas audible

- Bien, continuó, el es Alberto, es el chico que te dije que nos va a venir a ayudar para que yo pueda ir a comer a la casa, el va a la escuela asi que llegará mas o menos a las tres de la tarde y te ayudará hasta las cinco y media que yo regrese.

Continuó dirigiéndose a mí.

- A esa hora es poco el movimiento, hay clientes pero mas bien la ayuda que nos vas a dar es para que mientras Jaime atienda a los clientes tú resurtas los anaqueles reponiendo lo que se haya vendido por la mañana en que el movimiento es mas fuerte. No es una actividad muy pesada, las mercancías están en la bodeguita en la trastienda, es solo buscarlas y traerlas para acomodarlas en su sitio en los anaqueles, en los lugares que les toca.

También, agregó, si llegan a juntársele lo clientes a Jaime entonces dejas lo que estas haciendo y le ayudas, asi poco a poco irás aprendiendo donde están las cosas y Jaime te va a ir diciendo los precios que no encuentres, aunque toda la mercancía esta debidamente marcada, asi que no será difícil, ¿esta claro?

- Si señor, le contesté

- ¿Y tu Jaime, quieres preguntar algo?

- No, esta bien.

- Bueno, dijo don Melquíades, empiezas el lunes, ¿esta bien?

- Si señor.

- Te pagaré por semana los sábados.

- Gracias, repliqué. Me despedí y salí de ahí muy entusiasmado.

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