16 mar 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. XXXIII

Capítulo XXXIII De Blanco

Ese domingo y las dos noches siguientes me dormí después de mucho rato de estar acostado sin poder conciliar el sueño pensando en como me prepararía para vestirme el miércoles.

La noche del domingo me depilé uno o dos pelitos de las cejas de tal manera que no se notara de sopetón, lo mismo hice el lunes en la noche y el martes. Había sido paulatino asi que esta vez no hubo impacto pues complementé la depilación el miércoles antes de arreglarme. No se notaba mucho que había retirado esos pocos pelitos pues desde la vez que me había depilado las cejas por primera vez había tratado de ir quitando uno a uno, un poco cada dos o tres días los pelitos que veía que iban saliendo, asi que la ceja se mantenía definida como la había dejado la vez que me depilé.

Ese miércoles le volví a decir a Marla que me iba temprano porque tenía que ir a entregar unos papeles de mi mamá.

Llegué a la casa entré y pasé el cerrojo, fui a la recamara de mi mamá y de Claudia y sintiendo muchas cosquillitas muy ricas empecé a seleccionar lo que me iba a poner. Ya sabía que era lo que quería pero tenía que localizarlo primero asi que fui sacando las cosas una a una, todas, de lo que mi hermana me había dado.

La excepción fue la falda, encontré la falda campesina que me había puesto la vez de la depilada, pero junto a ella había una falda blanca, de mezclilla que Claudia había comprado recientemente. Decidí que me pondría esa falda en lugar de la del tipo campesino, sabía que mi hermana se iba a enojar pues no quería que me pusiera algo que Alfonso ya le hubiera visto a ella y ponérselo ella otra vez después de que yo lo hubiera usado y como esta falda era nueva, pues ya no se la iba a querer poner de nuevo.

Para mi era algo especial el sentir que pudiera usar algo que su novio ya le hubiera visto puesto a ella, era algo asi como refrendar que yo pudiera usar cualquier ropa de mujer y que me podría quedar bien. Eran unas cosquillitas especiales que vencieron el miedo del enojo de mi hermana. Decidí usar esa falda que me gustó mucho cuando se la vi a ella por primera vez, día que pensé que yo un día la podría usar.

La falda era línea “A” y el suéter blanco tejido con rayas verticales el tejido del suéter con líneas unas gruesas y otras delgadas hacían lucir mucho el busto haciéndolo ver como de mujer mas allá de adolescente.

Puse todo sobre la cama y lo acomodé para verlo y disfrutarlo.

Nada mas de ver esas cosas que en un momento mas estaría usando me entró una especie de excitación, tenía ya unos meses que al vestirme o arreglarme con la ropita de mi hermana aunque fuera de manera parcial, pues no tenía mucho tiempo antes de que ella llegara, tenía esta sensación que me resultaba sumamente agradable que se convirtió en una erección que me aumentó el placer de lo que estaba haciendo.

Fue muy agradable, esa erección me duró todo el tiempo que me estuve arreglando. Me puse pantaletitas cortas y medias. El brasier era uno de los que me había dado Claudia y que había estado guardado por algunos meses.

Pensé en maquillarme muy ligeramente, pero no estaba seguro, me puse el suéter antes de decidirlo para no mancharlo, originalmente no me iba a maquillar, no le había dicho a Claudia pero decidí hacerlo, sabía que se iba a molestar pues iba a llegar con Alfonso. Como el relleno de los senos era simulando a una chica de unos 17 o 18 años decidí finalmente que me pondría algo de maquillaje. No fue mucho, un poco de sombra azul en los párpados, muy tenue y con un lápiz negro delineador me puse una línea discreta en la parte inferior de los ojos. El momento que mas gustó fue en el que me pinté los labios recordando como lo hacían ellas, mi mamá y Claudia. Ese momento lo disfruté especialmente.

El color con el que me pinté los labios fue un color rosa nacarado, estaba sentado frente al espejo del tocador, aun no me acomodaba el cabello pero con lo depilado de las cejas y el discreto maquillaje que me había puesto no había duda que quien me devolvía la mirada del otro lado del espejo era verdaderamente una mujer.

Ya tenía las medias puestas y había seleccionado los zapatos, aun calzábamos del mismo número mi hermana y yo aunque sus zapatos empezaban a quedarme un poquito apretados.

Me puse la falda y me vi en el espejo. El relleno del brasier dejaba ver una figura de mujer sin duda de por medio. Modelé para mi mismo como a veces se ve en las películas que una mujer lo hace para ver si esta arreglada como lo quería. En mi caso, el resultado era mucho mejor de lo que había sido mi expectativa.

Me alisé el suéter y vi el efecto en el busto. Quedaba extraordinariamente bien. Me gustó mucho ver mi propia imagen. Deseaba haber podido ser niña para poder arreglarme siempre asi de bien. No me arreglaba para nadie, solo para mí que lo disfrutaba sin embargo había una cierta satisfacción de pensar que mi hermana y Alfonso me pudieran ver asi, particularmente el, por su opinión de hombre.

Me faltaba arreglarme el cabello que lo usaba tan largo como en la escuela me lo permitían, pero que para peinarlo al estilo de mujer era relativamente corto lo que hacía un poco complejo poder arreglarlo para hacerlo ver como un peinado de niña.

Me lo arreglé peinándolo hacia abajo partiendo de la coronilla hacia todos los lados de la cabeza, incluida la cara, me puse un gel acondicionador que me lo dejó como si se estuviera mojado y hubiera caído parejo para todos los lados incluyendo el fleco que como me quedó un poco grande, le di forma redondeándolo con un cepillo para que cubriera mi frente en una curva que me hacía ver muy bien. El resto del cabello lo hice para abajo sobre las orejas y la nuca. Era un peinado tipo Liza Minelly y me gustaba como teniendo tan corto el cabello podía lograr ese efecto, tal como se veían las chicas francesas en las películas.

Estaba en esas reflexiones cuando ellos llegaron, no pudieron abrir pues se me había olvidado quitar el cerrojo asi que yo mismo les abrí la puerta.

Mi hermana y su novio estaban ahí, parados sin poder creer lo que veían, el solo exclamó un largo “¡wwwwwaw!” mientras ella se me quedó viendo, me miró la boca y me preguntó que quien me había dado permiso de pintármela

- Déjalo, dijo Alfonso, se ve muy bien.

Yo percibía en el una especie de satisfacción morbosa de verme arreglado asi, no me molestaba, pero intuía que a mi hermana si, recuerdo ahora que casi me agradaba esa percepción, era como si se complaciera en verme que me arreglaba con la ropa de mi hermana y que sabiendo que era hombre me vestía con ropa de mujer y de cierta manera, eso, le causaba un gusto raro, al menos asi lo quería pensar o imaginar yo.

- Ese es el problema, que se ve muy bien, pero no esta bien enfatizó en una especie de juego de palabras.

- ¿Por qué no esta bien?, si se trata de arreglarse bien, pues esta bien comentó continuando con el juego de palabras y agregó: volteándome a ver

- ¿Y que milagro que te dejó tu hermanita vestirte asi?, la ultima vez fue un desastre. Deveras cuñadito que si hubieras sido niña hubieras sido casi tan guapa como tu hermanita, hubieras sido una “rompe corazones”

- Lo dejé solo por esta última vez, es mi regalo de cumpleaños le dijo Claudia, mas bien es para compensarlo por las cosas que le dije la última vez que se vistió asi y se depiló..

- Si, esa vez no te mediste, le dijiste cosas muy feas.

- Ya ni me lo recuerden porque me dio mucha pena, les dije mirándolos a los dos.

- Si, solo por eso es que lo dejé hoy comentó ella a Alfonso.

- Pues déjame decirte que te ves mejor que la otra vez y la otra vez te veías muy bien, asi que calcula como te ves ahorita.

- Si, dijo Claudia, se ve demasiado bien.

- No, le replicó, no es demasiado, se ve que se esforzó por quedar bien y lo logró.

Ese fue un halago que me levantó mucho el ánimo. Claudia dijo..

- Pues que lo goce pues esta es la última vez. Ya quedamos, ¿o no? Dijo volteándome a ver.

- Ay Amor, dijo el antes de que yo le pudiera contestar. Te juro que si tu hermanito hubiera sido hermanita y no te hubiera conocido a ti primero seguro me la habría ligado y dijo de inmediato como para salir del paso No es cierto, no es cierto, es pura broma.

- ¡Que chistoso! Le dijo ella al momento que le daba un pellizco en el brazo simulando una especie de castigo, se volteó a verme y me dijo ¿Ya ves lo que provocas?

Yo estaba muy emocionado, la figura que veía en el espejo de la sala, la que ellos veían de mi era completamente diferente a la que apenas hacia unos meses tenía. Sentía una especie de evolución, hacía poco me sentía niña jugando a ser mujer y ahora, sin serlo por la edad, lo parecía por el maquillaje y el atuendo con esa falda línea “A” y la prominencia clara y a la vez discreta que había logrado darle a mi busto.

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