20 mar 2011

PATVÉ: Historia real de la vida de una amiga travesti. XXXVI

Pasaron unos meses mamá seguía trabajando en la mañana y en la tarde, yo terminé la secundaria y mi hermana la prepa, fue mas o menos por la época que ella terminó con Alfonso, se deprimió mucho, pero nos acercamos mucho mas.

A Marla se me dificultaba ir a verla pues vivía en dirección contraria a la escuela y aunque cuando entramos a la prepa, lo hicimos a la misma escuela dejamos de ser novios, pero nos seguíamos viendo, yo llegaba de la prepa y me tenía que quedar en la casa primero haciendo mi quehacer y después viendo la tele o leyendo pues mamá no me dejaba jugar con los chicos del edificio y mucho menos de la Unidad pues se decía que algunos de ellos o tomaban o consumían drogas. Claudia llegaba después de la hora que llegaba mi mamá pues tenía clases asi que yo tenía toda la tarde para “jugar” con mis cosas, aunque no lo hacía tan seguido como antes pues ya no había nadie que me pudiera ver, entonces comprendí que el hacerlo para mi mismo a veces me gustaba pero a veces no le encontraba sentido.

A veces cuando mamá llegaba y lo hacía antes que Claudia platicábamos pero no tocábamos temas relacionados con esos gustos que yo tenía, pero cuando me quedaba solo en la casa y me probaba cosas de mi hermana, a veces, cosas de mi mamá en un intento de imaginar como sería ser ya una señora y me quedaba vestido asi durante toda la tarde me sentía como si fuera la señora de la casa algo asi como una esposa joven y eso me hacía sentir particularmente bien cuando lo llegaba a hacer..

En ocasiones, cuando platicaba con Claudia yo trataba de intimar con ella, le preguntaba si había tenido relaciones con Alfonso y me decía que esas cosas no se cuentan, ni entre hermanas pero yo le decía que si hubiera sido su hermana y yo hubiera tenido una relación yo si se lo contaría. – No lo harías, decía, - claro que si, para eso son las hermanas, para ser las mejores amigas, si no ¿con quien puedes tener esa confianza? -

Por aquel entonces yo tenía mucha libertad para arreglarme como niña, bueno, ya no como niña, si no como mujer, me encantaba ver mi imagen proyectando el busto como si fuera real, yo llegaba a la casa y las veces que me arreglaba procuraba arreglarme lo mejor posible, lo hacía con esmero probándome ropa y maquillaje y peinados, no era muy seguido, pero cuando lo hacía me esmeraba porque las cosas fueran como si fuera una muchacha de verdad, que no hubiera duda posible de que lo fuera. Me preocupaba que me pudieran ver y reconocer, pero al salir, la adrenalina me hacía sentir muy bien.

Cuando me sentía que había quedado perfectamente como mujer había veces que ya arreglado abría la puerta y me asomaba al pasillo, al cubo de la escalera y miraba hacia la parte inferior, me regresaba entonces al departamento para verme nuevamente en el espejo y ver si realmente pudiera parecer mujer para los ojos de alguien que me viera y que me conociera como niño y que por lo mismo no me reconociera pensando que quedaba lo suficientemente bien como para que si alguien me llegara a ver pudiera suponer que la imagen que veían no era yo si no alguna amiga de mi mismo o alguna pariente (por lo que pudiera resultar parecido).

Pensaba en bajar las escaleras y salir hasta la puerta del edificio, pero me daba miedo encontrarme con alguien conocido.

Un día pensé que una vez que estuviera fuera de mi departamento en la escalera si me encontraba a alguien esa persona no sabría de que departamento habría yo salido y que ya estando en la escalera podría imaginar que fuera alguien de cualquiera de los departamentos o mejor aun, que podría ser la visita de alguien de alguno de los departamentos y entonces estaría totalmente cubierto.

Finalmente un día me armé de valor y bajé las escaleras rumbo a la puerta del edificio que estaba cuatro pisos abajo y llegué a la puerta que daba a los estacionamientos, el hacerlo me produjo enorme placer, un placer que antes no conocía y que ahora se manifestaba con ese sentir de mariposas en el estómago acompañado en ocasiones por erecciones muy estimulantes que finalmente terminaban en eyaculaciones intensas. Fueron sensaciones que no sabía que existían y que no sabía que me podían llegar a descontrolar pues a veces una vez ya satisfecho de esa emoción me preguntaba que hubiera pasado si al bajar a la puerta del edificio me hubiera encontrado alguna vecina o cosa asi, entonces me remordía la consciencia un poco, pero nada que una siguiente vez no consiguiera olvidar, empezaba a mezclar el placer de vestirme como niña con el placer sexual de erecciones y eyaculaciones que eso me provocaba, fueron muy buenas épocas.

Asi pasó algún tiempo, mi hermana ya no traía a nadie a la casa, decía que no tenía novio y a veces se quedaba a hacer trabajos o tareas en la escuela, pero nunca llegaba antes que mi mamá, asi que yo tenía toda la tarde para arreglarme, a veces con su ropa mirándome al espejo para ver como lucía.

Ella se daba cuenta de que sus cosas a veces no estaban como ella las había dejado y simulando enojo me preguntaba si las había cogido. Yo contestaba que no y ella haciendo una mueca como de enojo solo decía que no lo hiciera, pero no me regañaba en realidad. A veces me decía que ya no agarrara sus cosas que habíamos quedado que ya no “jugaría” con eso. Yo le decía como siempre:

- Ya no lo hago, bueno, a veces, pero acuérdate, ya quedamos que a nadie le hago daño.

- Si, pero no me gusta, lo sabes.

- Si, pero casi ya no lo hago

- No es que “casi no lo hagas”, ya no deberías de hacerlo para nada.

No pasaba de ahí, ella sabía y ya no me controlaba que lo hiciera o no, creo que finalmente para entonces era algo que aceptaba, aunque no lo aprobaba, pero ya no me combatía.

Todavía de manera cínica yo deliberadamente a veces le pedía si me “heredaba” algunas cosas, ella solo decía que no, que si quería seguir “con eso” que comprara las cosas que yo quisiera, que ya no me daría nada mas.

Ella tenía un poco mas de 18 años, entró a estudiar medicina en la UNAM, Era una carrera pesada pero se consiguió un trabajo en un salón de belleza de la colonia en donde solo iba los sábados, desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche a hacerles manicure a las clientas que se lo pedían, le pagaban como si fueran dos días, eso, por no pagarle extra pero estaba bien pues le alcanzaba para comprarse algunos libros o algo que ella quisiera en especial.

La madrina aun iba a la casa, pero ya no los sábados pues mi hermana trabajaba entonces a veces iba los domingos, uno o dos domingos de cada mes, era como si fuera de la familia.

Yo entré a la prepa, entonces me dejé crecer el pelo pues ahí no había restricciones, me llevó unos meses pero finalmente tenía el largo suficiente para poder tener una imagen dual, es decir, de hombre se me veía como cualquier muchacho de pelo largo, quizá un poco pasadito pero no exagerado, pero cuando me arreglaba de niña era ya lo suficientemente largo para permitir peinármelo de manera que se viera completamente de mujer.

Para aquel entonces ya nuestros horarios eran totalmente diferentes, Yo llegaba a la casa mas o menos a las tres de la tarde, mi mamá seguía llegando pasaditas de las siete y mi hermana llegaba mas bien tarde, como a las nueve de la noche.

Fueron buenos días yo me seguía depilando, ya nunca dejé de hacerlo, Marla era ya cosa del pasado y para entonces ya no tuve alguna otra novia, disfrutaba mucho de llegar y convertirme en niña, mas bien mujer. Me gustó el nombre de Patricia que según mamá me iban a poner si hubiera sido mujer y me refería entonces ya a mi mismo en femenino, como Alfonso me había empezado a nombrar, me paraba frente al espejo al terminar de arreglarme y me decía a mi mismo: “quedaste muy bien Patricia” y al hacerlo sentía un estremecimiento muy agradable.

Con la seguridad que me daba ya el tener el pelo largo y poder peinármelo como mujer, en aquel entonces me empecé a aventurar a caminar ya arreglado, un poco por los estacionamientos de la unidad. Al principio tenía miedo de que me identificaran pero me peinaba el cabello con una pistola de aire caliente y me lo arreglaba muy bien logrando que me quedara como de mujer. No usaba faldas pues eran demasiado atractivas para andar solita (Patricia) pero si usaba los pantalones muy entallados y blusas o blusones que me llegaban poquito abajo de la cadera y que me hacían lucir el busto, pero no hablaba con nadie, solo salía y caminaba, como en esos días lo hacía entre semana había pocas personas en los estacionamientos, mas bien chicos jugando o muchachos platicando pero solo me veían y no me decían nada. Yo no quería llegar hasta la calle pues en la caseta de vigilancia siempre había un policía y no me sentía seguro de acercármele, menos pasar frente a el.

A mi no me gustaba parecer afeminado pero con el pelo largo y las cejas depiladas y la barba y el bigote sin salirme pues esos nunca maduraron me veía con las facciones un poco femeninas, aunque estuviera vestido como niño. pero ese aspecto me ayudaba mucho cuando me arreglaba como niña pues me hacía ver realmente como una mujer normal, pero me empezó a generar problemas con mi mamá que me decía precisamente que con el pelo asi de largo como lo tenía se me veía cara de niña, me pidió que me lo cortara:

- Mira, me dijo, no me gusta que parezcas afeminado y con el pelo asi de largo no te ves como hombre normal, si no demasiado “finito”.

- Mamá, pero me gusta usar el pelo largo, en la secundaria nunca lo pude usar asi. Además no me veo afeminado, si no mas bien con las facciones finas.

- Si, pero con el pelo asi de largo pareces niña.

Yo no quería parecer niña estando vestido de hombre, no quería que me dijeran joto, ni que me molestaran ni nada de eso, sin embargo, a veces la gente me miraba raro, sobre todo cuando me veían por primera vez, eso e incomodaba un poco pero valía la pena pues de esa manera podía arreglarme muy bien y entonces se compensaba por la manera que lograba obtener de una mujer real cuando me arreglaba. asi me gustaba mucho mi imagen con el pelo largo cuando me vestía de mujer, pero no podía argumentarle eso a m mamá, entonces le dije.

- Asi me gusta, mas bien asi me hubiera gustado usarlo si hubiera sido niña.

- Eso ya lo hemos discutido muchas veces.

- Solo digo que si hubiera sido mujer asi lo hubiera usado.

- Si, pero no fuiste.

- ¿Y si hubiera sido?, oye, le dije tomando aire y haciendo una larga pausa para percibir su estado de ánimo.

- ¿Qué?

- Oye, si quieres me corto el pelo pero antes quiero ver como me hubiera visto si hubiera sido niña.

- ¿Cómo?

- Me peino asi como Claudia, me pongo algo de ella y me dices si nos parecemos. Nos tomamos una foto para ver como hubiera sido si las tres hubiéramos sido mujeres y me lo corto, ¿si?

- Estas loco, nunca te vería vestido asi, ni lo pienses, ¡No! estas loco, imagina que yo te voy a ver vestido de mujer, no, no y ¡no!

- Bueno, no me veas, solo déjame sacar una foto con Claudia, como si hubiéramos sido hermanitas.

- ¡Que no!,

- Oye, ¿y si un día lo hacemos y te enseñamos la foto?

- Ya te dije que no lo vas a hacer.

- Bueno, ya lo hice una vez que fue cuando te enojaste y me mandaste a la escuela con las cejas depiladas.

- ¿Y de que sirvió si te las sigues depilando?, ¿Qué crees que no me doy cuenta?

- Bueno, repliqué, es porque ya no quería que se volvieran a burlar de mi, asi que por eso no me las he dejado crecer.

- Como quieras, pero no te quiero vestido como niña, nunca, ¿me oíste?.

Pensé que la lucha se había hecho, yo anhelaba tener una fotografía en donde estuviéramos los tres, yo de niña y poder decir “las tres”. Pero mi mamá no cedió.

- De por si ya te ves mal usando las cosas de tu hermana.

- ¿Qué cosas?

- Los pantalones, no te hagas,

- Son unisex asi que por eso los uso.

- Los que son a la cadera no son unisex, son de mujer asi que no quiero que te los pongas.

- Pero mamá, no se nota, además asi nos dura mas la ropa, ya ves que casi no me compras

- Si pero es porque tu hermana ya se compra ella sus cosas y entonces lo que va dejando te lo estas poniendo.

- Solo las cosas que son unisex.

- ¿Y la ropa interior?

- Eso ya te había dicho que es porque las trusas me rozaban, además nadie lo nota.

- Yo si, y con eso basta.

- Pero es que si uso de las otras me rozo.

- Tu sabes que solo son pretexto, no me gusta que andes de “finito”, volvió a repetir el término.

Ese tipo de conversaciones era lo mas exigente que mi mamá se llegaba a poner conmigo.

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